El precio de la discrepancia
Los sectores ultranacionalistas no toleran la oposici¨®n social al separatismo
F¨¦lix Ovejero describe, en el documental dirigido por Fran Jurado, Disidentes. El precio de la discrepancia en la Catalu?a nacionalista (2016), los llamados a?os de plomo, cuando ¡°hace 10 o 15 a?os la cr¨ªtica al nacionalismo catal¨¢n estaba aislada e intimidada intelectualmente¡±. Sin embargo, prosigue, ¡°ahora tenemos las razones de siempre, y de pronto a la gente ya no le cuesta discrepar porque al lado hay otro que ha dicho lo mismo antes¡±. En efecto, si bien el proceso soberanista, iniciado en 2012, ha quebrado la sociedad catalana y da?ado la convivencia, la tensi¨®n sociopol¨ªtica ha servido para romper la espiral del silencio en la que muchos ciudadanos estaban instalados, algunos c¨®modamente, otros sin ser conscientes de ello. No ha sido un camino f¨¢cil, y sigue sin serlo. La fusi¨®n de las movilizaciones independentistas de masas con el poder institucional durante estos a?os ha estado cerca de inhabilitar socialmente al discrepante. Y todav¨ªa demasiado a menudo oponerse al nacionalismo tiene un precio: ser acusado impunemente de fascista o franquista.
Otros art¨ªculos del autor
Recientemente, el historiador Joan B. Culla escrib¨ªa un art¨ªculo en el que forzaba un v¨ªnculo entre una manifestaci¨®n de nost¨¢lgicos de la Legi¨®n, salpicada con la est¨¦tica ultra de algunos participantes, y una entidad inequ¨ªvocamente democr¨¢tica como Societat Civil Catalana (SCC), premio Ciudadano Europeo 2014. Es lamentable que una persona de cultura como Culla practique el macartismo pol¨ªtico, la descalificaci¨®n ad hominem, y se apunte a insinuaciones y dobleces sobre ¡°v¨ªnculos ocultos¡± con la extrema derecha. Son insidias in¨²tiles de denunciar ante la justicia porque nuestro Estado de derecho protege con celo, afortunadamente, la libertad de expresi¨®n. En cambio, s¨ª han sido denunciados por vulneraci¨®n del derecho al honor los eurodiputados Ramon Tremosa, Josep Maria Terricabras y Ernest Maragall, entre otros, por acusar a SCC, en un injurioso manifiesto que ped¨ªa la retirada del mencionado galard¨®n europeo, de hacer nada menos que apolog¨ªa de los cr¨ªmenes nazis, franquistas y del Holocausto. Es lamentable que gran parte del separatismo no acepte la legitimidad del adversario e intente demonizarlo con este tipo de infundios, con la complicidad, muchas veces, de los medios p¨²blicos en Catalu?a y de una amplia red de digitales generosamente subvencionados por la Generalitat. ¡°Calumnia, que algo queda¡±, es la consigna. Pues eso.
El citado documental intenta explicar el proceso de construcci¨®n de la hegemon¨ªa nacionalista desde los a?os ochenta hasta hoy. Habla tambi¨¦n de las pr¨¢cticas inciviles contra el discrepante; de la contramovilizaci¨®n para acallar esas otras voces, por estigmatizar toda iniciativa contraria al nacionalismo como anticatalana, ubicarla m¨¢s all¨¢ de la derecha, cuando en realidad muchos de sus protagonistas provienen de la izquierda, y aislarla socialmente. Como explica el polit¨®logo Mart¨ªn Alonso, no es un fen¨®meno ¨²nico en Catalu?a; situaciones de acoso y se?alamiento personal se han dado en otros contextos de fuerte pulsi¨®n identitaria en los Balcanes, Israel, Polonia o el Pa¨ªs Vasco. Afortunadamente, en la sociedad catalana las situaciones de violencia f¨ªsica han sido hasta ahora marginales, aunque no podemos olvidar la existencia de Terra Lliure, ni la sucesi¨®n de grupos de radicales que han practicado el matonismo, tanto en la calle como en la universidad, con sus pintadas o escraches contra el disidente. Por eso, en los a?os de plomo muchos optaron por hacerse invisibles. Tampoco el sinf¨ªn de veces que los locales de los partidos constitucionalistas (C¡¯s, PSC y PP) han sido atacados. O la dificultad que tienen dichas fuerzas por completar listas en las elecciones locales en muchos municipios de la Catalu?a interior porque sus posibles integrantes prefieren no significarse p¨²blicamente.
El acoso y se?alamiento personal se da en contextos de fuerte pulsi¨®n identitaria
Como se?ala Ovejero, lo nuevo en la sociedad catalana es que se est¨¢ perdiendo el miedo a discrepar. El envite separatista ha llevado las cosas a un l¨ªmite en el que ha resultado imposible ser indiferente. Ahora bien, a medida que la realidad va dejando al desnudo el enga?o de la hoja de ruta de Junts pel S¨ª y estallan las contradicciones de todo orden con la CUP, la pol¨ªtica catalana bascula hacia su batasunizaci¨®n, con el incremento de incidentes violentos. La oposici¨®n social al separatismo, por primera vez organizada de forma coherente, no es tolerada por los ultranacionalistas, acostumbrados al monopolio del espacio p¨²blico. Si la discrepancia a la hegemon¨ªa nacionalista ha tenido un precio, esperemos que no haya que pagar sobrecostes a?adidos mientras se hunde el proceso.
Joaquim Coll es historiador y vicepresidente de Societat Civil Catalana.
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