La victoria de las bacterias
La era de Fleming puede estar tocando a su fin. Y a¨²n no tenemos un buen relevo
La medicina es como la geolog¨ªa. No progresa de manera paulatina, sino que se estanca durante largos lapsos, puntuados por breves periodos de creatividad. Y de muerte. La duplicaci¨®n de la esperanza de vida durante el siglo XX ¡ªde los 40 a los 80 a?os en los pa¨ªses occidentales¡ª tuvo solo tres causas de excepcional importancia: el saneamiento de las aguas, los programas de vacunaci¨®n y los antibi¨®ticos, desarrollados a partir de la penicilina de Fleming en la II Guerra Mundial. Pero los antibi¨®ticos se est¨¢n muriendo de ¨¦xito porque los usamos tanto que hemos forzado a las bacterias a evolucionar para neutralizarlos. La era de Fleming puede estar tocando a su fin. Y a¨²n no tenemos un buen relevo.
Que los antibi¨®ticos dejen de funcionar no implica que vayamos a volver a las eras oscuras de la lepra, el c¨®lera y la tuberculosis, cuando la forma m¨¢s sofisticada de guerra bacteriol¨®gica consist¨ªa en tirar una vaca infectada por encima de las defensas (no se r¨ªan: la peste negra que masacr¨® Europa en el siglo XIV pudo muy bien empezar as¨ª). Las pandemias bacterianas que cambiaban el curso de la historia no volver¨¢n. No al menos mientras no arruinemos el alcantarillado y las campa?as de vacunaci¨®n.
Pero eso no resta un ¨¢pice de gravedad al problema. El a?o pasado murieron 700.000 pacientes en el mundo por culpa de la resistencia a los antibi¨®ticos y, de seguir las tendencias actuales, alcanzaremos los 10 millones en 2050. Lo peor de estos c¨¢lculos, sin embargo, es que obviamente no pueden tener en cuenta lo impredecible, y la tasa de evoluci¨®n de las bacterias encaja en esa categor¨ªa. La evoluci¨®n microbiana es bastante r¨¢pida cuando el entorno lo exige. Y el abuso de los antibi¨®ticos ha creado ya ese entorno. No solo en el mundo desarrollado, sino tambi¨¦n en la parte del otro mundo que ha empezado a importar nuestras costumbres.
Hay hechos que son noticia porque acaban de ocurrir en el ¨²ltimo d¨ªa, y luego caen en el olvido con la misma rapidez. La resistencia a los antibi¨®ticos es noticia por todo lo contrario. Su percepci¨®n es tan antigua como la primera utilizaci¨®n extendida de la penicilina, durante la II Guerra Mundial. El mismo Ernst Chain que, junto a Walter Florey, purific¨® la penicilina y la llev¨® a sus primeros ensayos cl¨ªnicos, descubri¨® ya en los inicios de los a?os cuarenta una enzima, la beta-lactamasa, que era segregada por otras bacterias y destru¨ªa el antibi¨®tico con eficacia.
Los antibi¨®ticos matan a las bacterias, no a los virus ni a los hongos
La invenci¨®n de los antibi¨®ticos fue un golpe de genio de Fleming, Chain, Florey y los dem¨¢s cl¨¢sicos del g¨¦nero. El final de la era de los antibi¨®ticos, sin embargo, se debe m¨¢s bien a un mal h¨¢bito masivo, un paradigma de la estupidez colectiva, donde m¨¦dicos, farmac¨¦uticos y pacientes ¡ªes decir, todo el mundo¡ª han colaborado durante d¨¦cadas para arruinar la eficacia de una de las herramientas esenciales de la medicina moderna.
La situaci¨®n ha ido empeorando paulatinamente hasta llegar a la calamidad actual. Los CDC de Atlanta (centros para el control de enfermedades de Estados Unidos, una referencia mundial en el sector) han calculado que los casos de sepsis (infecci¨®n generalizada) aumentaron de 620.000 (en 2000) hasta 1,14 millones (en 2008) solo en EE UU, con el n¨²mero de muertes superando las 200.000 en ese a?o, y todo indica que la tendencia se ha mantenido en el ¨²ltimo decenio. Estados Unidos, obviamente, no es el pa¨ªs del mundo que est¨¢ peor en esta cuesti¨®n. Solo es el que se ha tomado m¨¢s en serio la obtenci¨®n de datos al respecto.
Una parte significativa de las resistencias a los antibi¨®ticos se debe a unas pr¨¢cticas ganaderas discutibles
Sigamos con los datos duros, que son el fundamento de toda comprensi¨®n del mundo. Una revisi¨®n sobre la resistencia a los antibi¨®ticos encargada por el Gobierno brit¨¢nico al anterior economista jefe de Goldman Sachs, Jim O¡¯Neill ¡ªm¨¢s conocido en la City como Lord O¡¯Neill¡ª, la mortalidad que causar¨¢n las bacterias resistentes de seguir las tendencias actuales arrancar¨¢ un mordisco del 3% al PIB mundial hacia mitad de este siglo.
Es verdad que estos c¨¢lculos se parecen demasiado al augurio, de finales del siglo XIX, de que las calles de Londres estar¨ªan cubiertas bajo estratos de excrementos de caballo en unas pocas d¨¦cadas. Pero recuerden que la amenaza de los excrementos no fue refutada por la filosof¨ªa, sino por la tecnolog¨ªa: la invenci¨®n del autom¨®vil. Del mismo modo, solo la ciencia podr¨¢ salvarnos de los negros augurios que pesan sobre la medicina de las infecciones.
Entre las mayores amenazas que se ciernen sobre la eficacia de los antibi¨®ticos, tal vez sea la ignorancia la m¨¢s dolorosa. Un Eurobar¨®metro del mes de junio revel¨® que la mitad de los espa?oles no sabe para qu¨¦ sirven los antibi¨®ticos. Quiz¨¢ no por casualidad, Espa?a es el pa¨ªs de la UE donde m¨¢s crece el uso de estos medicamentos. El atraso secular de la ciencia en este pa¨ªs tiene estas consecuencias, y otras a¨²n peores.
Sobre esta cuesti¨®n hay dos lecciones necesarias, la f¨¢cil y la dif¨ªcil. La f¨¢cil es que los antibi¨®ticos matan a las bacterias, no a los virus ni a los hongos, y que por tanto no sirven de nada contra la mayor¨ªa de las enfermedades contra las que se los receta en todo el mundo desarrollado. Los m¨¦dicos saben esto, por supuesto, pero tienden a curarse en salud ante el riesgo de que se les agrave un paciente. Y esto no da?a al paciente, ni por tanto al m¨¦dico, pero s¨ª a la sociedad en su conjunto, que se ve cada vez m¨¢s expuesta a las bacterias resistentes creadas por ese paciente y ese m¨¦dico.
El a?o pasado murieron 700.000 pacientes por culpa de la resistencia a los antibi¨®ticos?
El problema no est¨¢ solo en los hospitales, las farmacias y los centros de salud. Una parte significativa de las resistencias a los antibi¨®ticos se debe a unas pr¨¢cticas ganaderas discutibles, incluso en el contexto de los tratados transatl¨¢nticos de libre comercio. Una pr¨¢ctica com¨²n de los ganaderos es echar antibi¨®ticos a los piensos. No porque sus vacas est¨¦n enfermas, sino porque las hacen crecer m¨¢s deprisa. La UE tiene unas regulaciones m¨¢s estrictas que EE UU sobre estos antibi¨®ticos agr¨ªcolas. El problema es que las bacterias resistentes no necesitan pasaporte.
Los cient¨ªficos est¨¢n trabajando en la pr¨®xima era de la medicina contra las enfermedades infecciosas. Pero si hay un rasgo que caracteriza a los grandes avances cient¨ªficos es que son impredecibles. Mientras llega la pr¨®xima penicilina de Fleming, ser¨¢ mejor que nos comportemos como racionalidad. Aunque ese no sea nuestro fuerte, realmente.
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