Louise Penny, el rastro de la sangre
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Es una curiosa aventura la de seguir la pista de un detective de ficci¨®n en Canad¨¢ en pleno invierno. Las huellas est¨¢n frescas en la nieve, como est¨¢ muy, pero que muy fresco (hasta -27 grados cent¨ªgrados) todo en este pa¨ªs en esta estaci¨®n extrema de una l¨ªmpida, excitante y peligrosa belleza (y eso que los osos hibernan). El detective es el inspector Armand Gamache, jefe de la unidad de homicidios m¨¢s prestigiosa de Canad¨¢, la S?ret¨¦ du Qu¨¦bec, y rastrear los escenarios de su vida inventada y de sus casos ¨Cen especial los de su ¨²ltima novela publicada en Espa?a, la estupenda Enterrad a los muertos (Salamandra)¨C incluye un encuentro con su creadora, la escritora angl¨®fona Louise Penny (Toronto, 1958). La cita se producir¨¢ en un pueblecito cubierto por la nieve, junto a un r¨ªo congelado, en un viaje por el invierno omnipresente, los espejismos transl¨²cidos del hielo que refulge y la asombrosa hermosura de la luz a trav¨¦s de los copos.
El invierno y el fr¨ªo extremo son tan protagonistas de Enterrad a los muertos?como los criminales y los polic¨ªas y la propia historia del Quebec que obsesiona al inspector Gamache. Y este es otro de los peculiares atractivos de la novela: permite adentrarse en dos episodios del pasado del pa¨ªs como son la Batalla de las Llanuras de Abraham, el enfrentamiento a las afueras de la ciudad de Quebec entre ingleses y franceses, y sus indios respectivos, que en 1759 decidi¨® la suerte de Canad¨¢, y el enigma de la ubicaci¨®n de la tumba y los restos del fundador de la capital franc¨®fona (1608), Samuel de Champlain. Mientras se recupera en Quebec de las secuelas f¨ªsicas y psicol¨®gicas de un caso que acab¨® en tragedia, Gamache estudia la batalla y analiza las malas decisiones del comandante franc¨¦s del XVIII, el marqu¨¦s de Montcalm ¨Cel mismo militar que tom¨® Fort Henry y que aparece en El ¨²ltimo mohicano¨C,?repasando al tiempo sus propias equivocaciones. Es entonces cuando se produce un asesinato en el centro donde se documenta y se refugia, la angl¨®fona Sociedad Literaria e Hist¨®rica, y el asesinado resulta ser un arque¨®logo franc¨®fono obsesionado fan¨¢ticamente con encontrar la tumba de Champlain¡
Todas estas tramas paralelas, a las que hay que sumar la reapertura de otro caso en la campi?a, en el ficticio pueblo de Three Pines, en la regi¨®n de los Cantones del Este, donde la propia autora Louis Penny vive y se ha forjado un territorio literario propio, y la tensi¨®n de fondo entre las comunidades angl¨®fona y franc¨®fona, otorgan a la ambiciosa novela un inter¨¦s y una amplitud fuera de lo com¨²n en el g¨¦nero policiaco.
La primera etapa del itinerario Penny/Gamache es Montreal. De all¨ª, a los Cantones del Este, al sur, junto a la frontera con Vermont, en un coche de alquiler.
Three Pines, el c¨¦lebre pueblo donde se desarrollan en buena parte las novelas de Penny, deber¨ªa estar por aqu¨ª¡ si existiera: en realidad, es una combinaci¨®n de diferentes sitios. De hecho, la versi¨®n televisiva de la primera novela de Penny, Still Life: a Three Pines Mistery, ?se rod¨® utilizando edificios de lugares como Stan?bridge East. Lo que s¨ª se ve en varias localidades (como el cercano Fre?lighsburg) son los tres altos pinos que le dan nombre y que eran una forma secreta de identificar a los pueblos leales al rey Jorge. Al llegar a Knowlton, junto al lago Brome (donde vive Penny con su marido, Michael, que sufre de alzh¨¦imer), empieza a caer una copiosa nevada. El paisaje es de colinas boscosas, granjas aisladas y campos de manzanos, donde se produce la famosa sidra de hielo de Quebec, cuya fermentaci¨®n tiene lugar mediante el fr¨ªo.
¡°es m¨¢s f¨¢cil escribir de sexo y de cuerpos mutilados que de bondad¡±, asegura la novelista. .
Conduzco hasta Sutton, donde es la cita con Penny, en una brou?rie (asador-cervecer¨ªa) al lado del r¨ªo. Tomo asiento junto a un gran ventanal y trato de ver un castor mientras espero. La escritora es muy alta, de ojos intensamente azules y de una vitalidad contagiosa. Empiezo habl¨¢ndole de Montcalm ¨Cal cabo, un personaje de Enterrad a los muertos¨C y El ¨²ltimo mohicano.?¡°La pel¨ªcula me encanta¡±, contesta alborozada, y yo pienso que la cosa va a ir bien. Parece raro estar hablando con una dama del crimen acerca de la vieja guerra en la frontera, pero Enterrad a los muertos?mezcla la novela policiaca con la historia, proponiendo incluso alguna hip¨®tesis sensacional como que el capit¨¢n Cook y Bougainville, los dos grandes exploradores y navegantes que en 1759, en Quebec, combat¨ªan en bandos opuestos, pudieran haber hecho alguna especie de pacto secreto.
¡°Me encanta la historia, y me apasiona descubrir las cosas que guarda un territorio: la historia es geograf¨ªa expandida en el tiempo¡±, se?ala Penny mientras comemos.
En la historia de este pa¨ªs, recalca la autora, hay que a?adir el peso de la naturaleza. ¡°El spirit of the place,?el alma del lugar, es tambi¨¦n un personaje en mis novelas. La naturaleza en Canad¨¢ no es id¨ªlica: vives en invierno en un paisaje que trata de matarte¡±.
La pol¨ªtica y la sociedad canadiense tambi¨¦n juegan un papel en la trama, con referencias al conflicto latente entre angl¨®filos y franc¨®fonos en Quebec. Comprender a los nacionalistas franc¨®fonos no hace a Penny partidaria de la independencia: ¡°?Por qu¨¦ no ser parte de un pa¨ªs tan grande como Canad¨¢?, ?qu¨¦ necesidad, qu¨¦ ventajas tiene separarse?¡±.
¡°No s¨¦ por qu¨¦ empec¨¦ a escribir de cr¨ªmenes¡±, reflexiona. ¡°Intent¨¦ al principio hacer otro tipo de ficci¨®n literaria. Pero me sal¨ªa el crimen. Y gust¨® a los lectores. Mi marido me apoy¨® mucho para que dejara de trabajar como periodista y me dedicara a escribir a tiempo completo. En realidad, escribo los libros que me gustar¨ªa leer. Mis historias no son en puridad acerca de asesinatos. En muchas sale solo uno. Y no respeto las reglas del g¨¦nero, las uso solo para trascenderlas. No tengo la necesidad de describir cuerpos de manera forense, ni autopsias. Mis libros no son sobre procedimientos. Lo que me interesa sobremanera es la naturaleza humana en un momento extremo¡±.
?Gamache es ella en hombre? ¡°No, ojal¨¢, ¨¦l es mejor. Gamache ten¨ªa que ser alguien que no aburriera, alguien con quien querr¨ªa pasar mucho tiempo, alguien con quien me casar¨ªa. Humilde pero fuerte. Alguien con quien te sientes segura. No es Rambo¡±. Ciertamente uno no imagina a Rambo teniendo como ideario las cuatro frases sabias de Gamache: ¡°Lo siento. Me he equivocado. Necesito ayuda. No lo s¨¦¡±. Penny, tan animada todo el rato, mira por el ventanal hacia el r¨ªo helado. ¡°Mi verdadera inspiraci¨®n es que me cas¨¦ con ¨¦l. Gamache es mi marido. Ambos son hombres que velan por los dem¨¢s. No necesitan el cinismo. Es mucho m¨¢s f¨¢cil ser cruel que amable. Hace falta m¨¢s coraje para ser amable, y tambi¨¦n te hace m¨¢s interesante¡±. Ahora me mira fijamente a los ojos. Sus labios sonr¨ªen pero hay una insondable tristeza en su mirada. ¡°Es m¨¢s f¨¢cil escribir de sexo y de cuerpos mutilados que de bondad. Yo s¨¦ que la bondad existe, sobre todo ahora. Michael me ha ayudado a entender eso¡±.
Parto para la ciudad de Quebec pensando en Penny, que se ha despedido con dos besos y ha vuelto a Knowlton a cuidar de su marido. Conocer a la madre literaria de Gamache permite entender muy bien el alma de ese personaje que ha encandilado a millones de lectores. Un detective bueno, un hombre sensible que soporta el dolor de su oficio y afronta la cara m¨¢s oscura de los hombres sin perder nunca su humanidad.
Quebec, completamente nevada, es un congelador. El fr¨ªo es tan intenso que deviene una presencia f¨ªsica. No es extra?o que se convierta en un personaje m¨¢s de la novela. A los pies de la ciudad, el ancho r¨ªo San Lorenzo se extiende semicongelado. Una visi¨®n de extraordinaria grandeza y de una belleza salvaje. Tiritando bajo la estatua de Champlain, junto al majestuoso Ch?teau Frontenac, donde est¨¢ el lugar favorito de Gamache, el bar St. Laurent, con sus gansos disecados, me re¨²no con la gu¨ªa Marie Legrouix, que me hace de Virgilio en este paisaje de hielo. Vamos a visitar caminando los escenarios de la novela, lo que para este pobre y friolero esp¨ªritu mediterr¨¢neo ser¨¢ toda una prueba. El recorrido del Bury your dead tour?(muy solicitado) dura unas dos horas y media.
¡°la naturaleza pesa en la historia del pa¨ªs. La historia es geograf¨ªa expandida en el tiempo¡±. .
Recorremos los bares, cafeter¨ªas y pasteler¨ªas de la ciudad vieja amurallada en los que el propio inspector chef Gamache recala para entrar en calor durante la novela, pero, ay, no entramos. S¨ª lo hacemos (y no es lo mismo) en Notre Dame de Quebec, la bas¨ªlica-catedral que es escenario de la historia. Cuando la gu¨ªa se despista trato de calentarme las manos con las velas votivas, ya que no sirven carib¨², la peligrosa bebida invernal quebequesa a base de oporto. Mademe Legrouix lee textos de la novela relacionados con el lugar en cada punto en que nos detenemos. La selecci¨®n es excelente, constato, aunque a la media hora ya no me noto las orejas. El restaurante chino Wang merece una parada porque a su s¨®tano es adonde fueron a parar los perplejos excavadores ¨Cen la novela y en la realidad¨C en busca de la tumba perdida de Champlain.
La Literary and Historical Society (Morrin Centre), centro de la vida cultural angl¨®fila en la ciudad, es un punto caliente del recorrido: porque es all¨ª donde tiene lugar el asesinato principal de la novela y porque en su preciosa biblioteca nos podemos resguardar del fr¨ªo polar (ya no me noto tampoco la nariz y a duras penas las mejillas).
Salimos a las Llanuras de Abraham, lugar de la famosa batalla hoy convertido en parque y zona de ocio y esparcimiento de los quebequeses. Una de las viejas torres militares del parque es asimismo el sitio donde se desarrolla una escena crucial de la novela.
La luz empieza a decrecer y arranca un ¨²ltimo resplandor sobre el paisaje helado. El viento me atraviesa como un tomahawk?y me estremezco. Me mantengo inm¨®vil, los ojos cerrados, en el umbral de la congelaci¨®n, curioseando con la variada sensaci¨®n de peligro que confluye en este escenario (el fr¨ªo, la vieja batalla y sus fantasmas, los cr¨ªmenes imaginados de Penny), rozando con los dedos la esencia misma de la novela, la sangre pegajosa como sirope de arce. Pasado un rato que se me hace eterno, abro los ojos y echo a andar con rapidez hacia la ciudad, dejando atr¨¢s a los muertos.
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