?C¨®mo es posible? Lecciones del ¡®Brexit¡¯
Si no nos implicamos, dejaremos que lo inimaginable se convierta en realidad
En su libro Historia de un alem¨¢n, Sebastian Haffner relata como al principio Hitler era un personaje rid¨ªculo (¡°ese peinado de proxeneta¡¡±), pero tambi¨¦n como poco despu¨¦s la sociedad m¨¢s culta y avanzada de Europa primero toler¨® su ascenso como un actor secundario de la pol¨ªtica y finalmente lo apoy¨® masivamente como F¨¹hrer. Aquel desprecio inicial recuerda al que se ha empleado con los exabruptos de Trump (o con su flequillo), hoy con posibilidades de alcanzar el poder en EE.UU. Tambi¨¦n no hace mucho nos re¨ªamos con los discursos en el Parlamento Europeo de otro exc¨¦ntrico desconocido, Nigel Farage, hoy el rostro m¨¢s reconocible del Brexit.
La pregunta del t¨ªtulo -que suele expresarse m¨¢s bien como lamento- en realidad tiene respuesta. La raz¨®n de fondo es que los seres humanos seguimos tomando decisiones con mecanismos psicol¨®gicos elaborados a lo largo de milenios en un contexto radicalmente distinto del actual. En las sociedades primitivas, la pertenencia al grupo era la ¨²nica garant¨ªa de seguridad, y por tanto de supervivencia. Por ello es tan f¨¢cil resucitar en cualquier momento el miedo al otro, el ego¨ªsmo grupal, el nacionalismo etnoc¨¦ntrico y excluyente. El pensamiento primitivo funciona tambi¨¦n desde el punto de vista econ¨®mico: en sociedades con recursos limitados y una tecnolog¨ªa que no evoluciona, el sistema es de suma cero, es decir que lo que otro grupo o individuo gana es lo que mi tribu o yo perdemos. En una econom¨ªa abierta de mercado como la actual, el intercambio y la innovaci¨®n permiten que haya beneficios para todos y por tanto la entrada de nuevos trabajadores puede ser beneficiosa en general y el enriquecimiento de algunos no implica el empobrecimiento del resto.
Lo que sucede es que comprender lo anterior requiere que nos lo expliquen y hacer un esfuerzo intelectual, mientras que se?alar a un culpable externo es algo que resuena inmediatamente en nuestro interior. Por eso tiene tanto ¨¦xito el discurso pol¨ªtico de ellos (los ricos, los extranjeros, la UE) contra nosotros (la gente, los espa?oles, los brit¨¢nicos de verdad). Por eso la inmigraci¨®n, que es un problema importante junto a otros muchos (la demograf¨ªa, la educaci¨®n, la mejora de las instituciones) se convierte en el eje de muchas campa?as. Por eso los populismos, de izquierdas y de derechas, saben que la patria y el pueblo son palabras de contenidos difusos, pero de cierta rentabilidad electoral. Ya Arist¨®teles se?alaba lo f¨¢cil que es el paso de la democracia a la demagogia y la historia nos ense?a que de la prosperidad a la pobreza se pasa en unos a?os, y de la paz a la guerra en unos segundos.
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El Brexit es un ejemplo de todo lo anterior, y nos deber¨ªa servir para aprender algunas lecciones. La primera es que un refer¨¦ndum puede ser, m¨¢s que una manifestaci¨®n de la democracia un instrumento para polarizar a la sociedad, al hacer imposible la opci¨®n por soluciones intermedias que no solamente suelen ser mejores sino que ser¨ªan las preferidas por la mayor parte de la poblaci¨®n si se ofrecieran.
La segunda lecci¨®n es sobre c¨®mo deben actuar los pol¨ªticos serios frente a los intentos de pervertir la democracia a trav¨¦s de la demagogia. Por una parte no se puede subestimar a nadie, por mucho que parezca bufonesco o marginal; por otra, no se puede intentar luchar contra los que sostienen posturas irracionales tratando de acercase a ellas, pues en esa lucha gana siempre el m¨¢s extremista o el m¨¢s h¨¢bil en la propaganda, no el que tiene mejores razones. El coqueteo inicial de Cameron con el euroescepticismo no ha hecho m¨¢s que radicalizar a los electores, que han optado por la opci¨®n m¨¢s extrema.
La actitud tampoco puede ser la de tratar de sacar r¨¦ditos de la radicalidad utilizando el viejo ¡°o nosotros o el caos¡±. Si los pol¨ªticos que se oponen a la demagogia no son cre¨ªbles, dif¨ªcilmente van resultar ilusionantes y convincentes sus propuestas. El auge de los populismos se alimenta de la percepci¨®n de los partidos pol¨ªticos tradicionales como instrumentos para la defensa de los privilegios de sus dirigentes y los de su clientela. Hablando ya de Espa?a, el frenazo que las recientes elecciones ha supuesto para la propuesta m¨¢s rupturista no significa que los dos grandes partidos puedan posponer su imprescindible regeneraci¨®n. Si no, m¨¢s temprano que tarde su desprestigio ser¨¢ el pedestal de los nuevos salvadores de la patria.
En todo caso, las lecciones no son s¨®lo para los pol¨ªticos, pues los ciudadanos somos al final los protagonistas de la pol¨ªtica y las elecciones. Las grav¨ªsimas responsabilidades de los incendiarios y sus c¨®mplices no disminuyen la nuestra, que incluye la de votar pero que no se agota en eso. Si no estamos dispuestos a implicarnos en la formaci¨®n de opini¨®n, en los movimientos sociales, en la denuncia de la corrupci¨®n, o incluso directamente en los partidos pol¨ªticos, dejaremos que los que hoy nos parecen bufones ma?ana nos gobiernen, y que lo inimaginable se convierta en realidad.
Segismundo Alvarez Royo-Villanova es patrono de la Fundaci¨®n Hay Derecho.
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