La luz al final del t¨²nel para una familia siria
Por Joelle Bassoul, responsable de comunicaci¨®n de emergencia de Oxfam, desde Amman (Jordania).
Padre e hijo, en Jordania. Imagen de Thomas Louapre
Esta vez el ambiente es m¨¢s relajado. Las risas y bromas llenan la habitaci¨®n y las caras tienen un brillo inconfundible de esperanza. Abed (cambiamos su nombre real, y el de todas las personas citadas, por precauci¨®n) me cuenta c¨®mo han sido los ¨²ltimos meses desde que conoc¨ª a su familia en un piso peque?o e insalubre de las afueras de Amman, la capital jordana. Ahora me reencuentro con ellos en la casa de su hermano, a la que se han mudado. Sus maletas esperan en una esquina. Ma?ana volar¨¢n a Florida, en los Estados Unidos. Tienen un billete de ida con destino a la seguridad y a una nueva vida.
¡®Despu¨¦s de los dos primeros encuentros con el personal de reasentamiento en 2015, nuestro caso se mantuvo paralizado hasta marzo de este a?o¡¯, dice el padre de cuatro hijos, sacando de un sobre de pl¨¢stico los documentos en ¨¢rabe sellados por la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM), que se encarga de su caso. Detalladas preguntas y respuestas dan a la familia de refugiados sirios una idea sobre su futura vida: ¡®?En qu¨¦ Estado voy a vivir?',¡®?Hay otros ¨¢rabes?'.
Abed, Reema y sus cuatro hijos, que escaparon con lo puesto de la guerra que asol¨® su ciudad, Homs, nunca han viajado en avi¨®n y est¨¢n impacientes por coger su vuelo a los Estados Unidos.
S¨®lo una cosa empa?a su felicidad: la ausencia del m¨¢s m¨¢s peque?o de los ni?os, Mohammad . ¡®Cuando fuimos a la cita de seguimiento en marzo, los funcionarios segu¨ªan pregunt¨¢ndome d¨®nde estaba Mohammad. Un funcionario entraba en la sala, hac¨ªa la pregunta, escuchaba la respuesta, y se iba para dejar su lugar a otro compa?ero, que hac¨ªa lo mismo. En torno a una decena de ellos me preguntaron por Mohammad¡¯.
La respuesta siempre era la misma: El coraz¨®n del peque?o no resisti¨® el tiempo suficiente para que se completara el proceso de reasentamiento. Se par¨® en noviembre de 2015, despu¨¦s de luchar contra una deficiencia cong¨¦nita. Fue la enfermedad de Mohammad la que aceler¨® la tramitaci¨®n del caso, puesto que el proceso de reasentamiento en los EEUU puede llevar hasta 24 meses. El ni?o no vivi¨® lo suficiente como para poder sentir los rayos del sol de Florida en su piel.
¡®Tengo su certificado de nacimiento y defunci¨®n¡¯ dice Abed. El recuerdo del ni?o permanece en la memoria de su familia a cada momento. '?l es un ¨¢ngel que vela por nosotros. ?l nos proteger¨¢ Inshallah ', dice su madre Reema.
Sus tres hijos y su hija no le dejan nunca tiempo para dolerse por la ausencia de su hermano. Saltan, cantan y practican su ingl¨¦s. ¡®?C¨®mo se dice ¡®me puedes dar un poco de agua en ingl¨¦s?¡¯¡¯, pregunta Safaa, de 7 a?os. Su madre responde al instante. ¡®Aprend¨ª un poco de ingl¨¦s en Siria ¡®, me dice con orgullo, ¡®Y Abed y yo acudimos recientemente a un encuentro de tres d¨ªas de introducci¨®n cultural¡¯. Aunque la familia ha sido desplazada de su tierra natal, Siria y Jordania comparten una cultura similar, y han podido adaptarse r¨¢pidamente. Para ellos, cruzar al otro lado del Atl¨¢ntico supone un salto a lo desconocido, que les produce al mismo tiempo excitaci¨®n y ansiedad.
La familia repasa la lista de todas las cosas que les proporcionar¨¢n: una casa con el alquiler del primer mes pagado, un pr¨¦stamo del Estado, escuelas, clases de ingl¨¦s, y en ¨²ltima instancia la tarjeta de residencia permanente. ¡®Pero para eso, tenemos que permanecer en el pa¨ªs durante mil d¨ªas¡¯, explica Abed.
(Cuando se publica este blog, Abed y Safaa comienzan una nueva vida en Estados Unidos)
?No echar¨¦is de menos Siria y a tus hermanos que siguen en Homs? le pregunto. ¡®Mi madre llor¨® mucho cuando le dije que nos ¨ªbamos. Puede que alg¨²n d¨ªa vuelva, cuando haya paz, pero sobre todo cuando los ni?os hayan recibido una educaci¨®n adecuada. No queda nada en Siria. Hundieron nuestra casa.¡¯
Abed reflexiona un momento, como para asimilar la importancia que el traslado tendr¨¢ para toda la familia. ?l sabe que son unos de los pocos afortunados que lo han conseguido. Aunque el presidente Obama prometi¨® reasentar a 10.000 refugiados sirios entre septiembre de 2015 y septiembre de 2016, hasta el momento el n¨²mero de personas acogidas no llega a la mitad.
¡®Estoy dispuesto a hacer lo que sea para que nos vayan bien las cosas en EE.UU'dice Abed, subiendo a su hijo peque?o a su regazo. ¡®Venderemos mazorcas en la playa si es necesario, ?verdad Moussa?¡¯ dice mientras le da un beso a su ni?o en la cabeza.
La playa. Esa palabra m¨¢gica que consigue hacer que los cuatro ni?os se entusiasmen. Solo han visto las olas y la arena por la televisi¨®n. Reema todav¨ªa no puede hacerse a la idea de que las mujeres lleven bikini. Mira a Abed con una sonrisa t¨ªmida, para despu¨¦s preguntarme: ¡®?Crees que puedo llevar velos brillantes en Florida?¡¯ Su marido salta: ¡®?Definitivamente te quitar¨¢s el burka!¡¯, el espeso velo negro que cubre la cara de las mujeres, con el que solo los ojos son visibles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.