Despu¨¦s del ¡®Brexit¡¯
La salida de Reino Unido de la UE proporcionar¨¢ a los pa¨ªses tentados de seguir sus pasos una impagable lecci¨®n a escala real. Pronto comprobaremos si las curvas del crecimiento, la riqueza nacional y el empleo crecen o se reducen
?Podr¨ªa Reino Unido volver a votar? S¨ª, por supuesto. Jur¨ªdicamente nada se opone a ello. Un refer¨¦ndum es una consulta nacional que solo afecta a las relaciones con las otras naciones en la medida en que su resultado les sea debidamente notificado. Que un n¨²mero creciente de ciudadanos se percaten de que han sido enga?ados y de que Nigel Farage ¡ªel l¨ªder del UKIP¡ª, por poner un ejemplo, les ha mentido descaradamente... Que el Parlamento de Westminster decida tomar en consideraci¨®n la petici¨®n de un segundo refer¨¦ndum que, en el momento en que escribo estas l¨ªneas, han respaldado ya tres millones de brit¨¢nicos... Que se d¨¦ cuenta de que no puede ratificar el resultado de una consulta de esta envergadura sin el aval de los Parlamentos de los otros pueblos que constituyen Reino Unido y, sobre todo, del Parlamento escoc¨¦s... Son hip¨®tesis igualmente improbables. Pero no imposibles. Y nada impide que el pueblo soberano invoque una de estas razones, o cualquier otra, para arrepentirse, desdecirse y rectificar. A situaciones in¨¦ditas, desenlaces imprevistos. Ser¨ªa una prueba m¨¢s de que, como dec¨ªa Marx, la Historia tiene m¨¢s imaginaci¨®n que los seres humanos y siempre se reserva alg¨²n giro inesperado.
Pero, ?ser¨ªa deseable? S¨ª, naturalmente. Pues lo que era cierto ayer lo seguir¨¢ siendo ma?ana. Y no tendr¨ªa sentido haber proclamado en todos los tonos posibles que el Brexit era una mala cosa, que vendr¨ªa a ser como firmar el acta de defunci¨®n de la Europa de Jean Monnet, Konrad Adenauer y Winston Churchill, no tendr¨ªa sentido haber afirmado que estaba en juego la supervivencia de la naci¨®n europea, su misma idea, y no aprovechar, si se presenta, la m¨¢s m¨ªnima oportunidad para prevenir lo irreparable.
Otros art¨ªculos del autor
Pero, insisto, la hip¨®tesis es poco probable. Y entiendo bien el argumento que pretende que ahora hay que ser claros y actuar sin demora; entiendo que la presente situaci¨®n, este estado intermedio, entre dos aguas, en el que ya no se sabe si Gran Breta?a sigue en la casa com¨²n o en la sombr¨ªa soledad del soberanismo triunfante, es perjudicial para todos. Pero es una cuesti¨®n de coherencia y de principios. O ¨¦ramos serios cuando present¨¢bamos el Brexit como ese juego sucio del que nadie saldr¨ªa ganando ¡ªy nunca es demasiado tarde ni para hacer lo correcto ni para hacerse o¨ªr¡ª o bien rugimos: ¡°Demasiado tarde. La suerte est¨¢ echada. Haber pensado antes en el sentido y el alcance de su voto¡±. ?C¨®mo, en este caso, evitar la penosa sensaci¨®n de que todo esto no era sino un juego tambi¨¦n para nosotros?
La verdad es que hay algo extraordinariamente desagradable en el tono de los comentaristas y, por desgracia, a menudo tambi¨¦n en el de los responsables que urgen a los brit¨¢nicos a ser coherentes con su decisi¨®n. Un tono reprensivo y cargado de alusiones al hombre del saco. Un tono de c¨®nyuge traicionado que ruega al infiel que ponga fin a la ambig¨¹edad y abandone el domicilio conyugal sin tardanza. Algo parecido al tono con el que, el a?o pasado, se les dec¨ªa a los griegos: ¡°?No quer¨ªais a Tsipras? Pues ah¨ª lo ten¨¦is (y, con ¨¦l, una austeridad a¨²n m¨¢s severa)¡±.
Repetir el refer¨¦ndum ser¨ªa posible y tambi¨¦n deseable, aunque es poco probable
Una cosa es la pol¨ªtica y otra la moral. Y la pol¨ªtica es el arte de reparar, no de castigar. De llegar a compromisos tanto con los dem¨¢s como con uno mismo, no de radicalizar, no de poner entre la espada y la pared ni de hacer pagar sus errores a los pueblos. Y si, a pesar de todo, y como parece m¨¢s probable, el Brexit llega hasta las ¨²ltimas consecuencias de su l¨®gica, la cuesti¨®n no ser¨¢ dar una lecci¨®n a los ingleses (¡°Este es el resultado de vuestra mala decisi¨®n. Que os aproveche¡±), sino tener la suficiente sangre fr¨ªa como para que el precio a pagar sea, precisamente, lo menos gravoso posible para todo el mundo.
Lo cierto, por otra parte, es que la salida de Reino Unido, si, como todos tememos, se confirma, proporcionar¨¢ a los pa¨ªses tentados de imitarla una impagable lecci¨®n a escala real. Hace d¨¦cadas que los proeuropeos repiten que la Uni¨®n Europea aporta paz, democracia y prosperidad. Y hace d¨¦cadas que sus adversarios replican que es todo lo contrario y que nada iguala el marco nacional a la hora de garantizar a los pueblos el pleno disfrute de esos mismos bienes. De acuerdo, pues ahora vamos a verlo. Aunque no los hayamos deseado, los hechos van a tener la ¨²ltima palabra.
Solo un gran salto hacia adelante, hacia la uni¨®n, nos sacar¨¢ del atolladero
De la evoluci¨®n, en los meses y los a?os venideros, de las curvas del crecimiento, la riqueza nacional y empleo en Reino Unido, as¨ª como de la relaci¨®n entre el n¨²mero de empresas que se instalen en Londres y el de las que, por el contrario, se relocalicen en Fr¨¢ncfort o en Par¨ªs, se deducir¨¢ cu¨¢l de las dos tesis era la correcta. A buen entendedor... ?Cu¨¢ntas veces nos ha proporcionado la Historia una ocasi¨®n semejante para comprobar emp¨ªricamente la validez de unas teor¨ªas hasta entonces inverificables?
Y, sin embargo, tampoco es exactamente eso. Pues hay una pregunta importante a la que habr¨¢ que responder sin dilaci¨®n y, por desgracia, sin certeza. ?M¨¢s Europa o menos Europa? ?Hacer una pausa y cicatrizar las heridas o, por el contrario, seguir adelante? ?Y qu¨¦ nos ense?a la experiencia brit¨¢nica? ?Que el paso era demasiado r¨¢pido y que no se zarandea impunemente el orden eterno de las naciones o que fuimos demasiado indecisos y que si Europa se est¨¢ muriendo es por haberse quedado a medio camino de ninguna parte? Yo soy de la segunda escuela. Creo que si hemos pecado ha sido por defecto de voluntad y exceso de confianza en la mano invisible de una Historia que supon¨ªamos nos llevar¨ªa directa y suavemente, sin esfuerzo, hasta el sue?o europeo. Y estoy convencido de que solo un gran salto hacia adelante, hacia la uni¨®n, nos sacar¨¢ del atolladero. Pero por ahora esto es indemostrable. Y estamos navegando sin br¨²jula.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.