El (des)prestigio europeo
Que la intervenci¨®n europea provoque rechazo en ?frica y ponga en riesgo los avances necesarios obliga a an¨¢lisis y reflexi¨®n
Una ONG europea asiste a los parlamentarios de un pa¨ªs africano para reformar el reglamento de su asamblea nacional, ¨¦stos logran consensuar un proyecto que permitir¨ªa un funcionamiento m¨¢s eficiente y democr¨¢tico, la ONG lo anuncia dejando bien patente su papel: el proyecto fracasa debido a las cr¨ªticas por la influencia extranjera. Ante la necesidad de elaborar un c¨®digo de la infancia para adecuar la normativa de un pa¨ªs a los convenios internacionales (matrimonio de menores, escolaridad obligatoria, trabajo infantil, mendicidad de menores,...), los responsables del Gobierno prefieren que la cooperaci¨®n internacional no aparezca en el debate p¨²blico necesario para recabar apoyos entre los actores sociales. Frente al aumento de la homofobia en algunos pa¨ªses africanos, los defensores locales de los derechos humanos piden a los occidentales que se abstengan de hacer declaraciones y de visibilizar sus apoyos pues est¨¢n seguros de que resultar¨¢ contraproducente. Algunos Gobiernos africanos pretenden que los Estados del continente abandonen la Corte Penal Internacional; quienes en ?frica defienden este instrumento de la justicia internacional recomiendan a los occidentales que no intenten ayudarles.
Todos estos son ejemplos recientes que deber¨ªan hacer tambalear nuestro eurocentrismo cuando nos vemos como faro difusor de valores, principios y derechos que muchos, en todas las latitudes, consideramos universales. Desde luego, se debe juzgar como un ¨¦xito que sean los actores institucionales y sociales de cada pa¨ªs los mejores adalides de estas causas, por haberlas interiorizado y asumido la responsabilidad principal. Pero que la intervenci¨®n europea provoque rechazo y ponga en riesgo los avances necesarios obliga a an¨¢lisis y reflexi¨®n.
El mensaje que se transmite es claro: cada vez son m¨¢s los europeos que no quieren m¨¢s africanos ni musulmanes
La primera y m¨¢s evidente causa es la colonizaci¨®n infringida a ?frica por pa¨ªses europeos. Si la trata de esclavos africanos permanecer¨¢ indefinidamente en la historia y conciencias de todos los humanos, la colonizaci¨®n es un fen¨®meno demasiado reciente para pretender que pertenece al pasado. De hecho, ahora llegan al poder los pol¨ªticos africanos ya educados tras las independencias, y tardar¨¢n algo m¨¢s los de las generaciones que lo hayan hecho con planes de estudios elaborados con una visi¨®n m¨¢s cr¨ªtica hacia la heredada del colonizador. Los j¨®venes pensadores claman por la "descolonizaci¨®n de las mentes". En los medios de comunicaci¨®n africanos se debate sobre los t¨¦rminos del comercio con Europa y la vinculaci¨®n al euro de la moneda de varios estados subsaharianos (el franco CFA), todo ello visto como legados coloniales. Es previsible que la diversificaci¨®n del comercio y de las relaciones econ¨®micas de los pa¨ªses africanos en beneficio de pa¨ªses asi¨¢ticos y americanos relativice la relaci¨®n privilegiada con Europa y aumentar¨¢ el rechazo a ciertos rasgos de ¨¦sta.
Las reacciones europeas a la crisis econ¨®mica y a la presi¨®n migratoria tambi¨¦n est¨¢n afectando la percepci¨®n de Europa en ?frica. El incremento de la xenofobia y de la extrema derecha; el cuestionamiento de la compatibilidad del Islam con una Europa que se siente amenazada; las cr¨ªticas de las organizaciones de derechos humanos al modo como se trata a los que llegan huyendo a trav¨¦s del Mediterr¨¢neo...
El mensaje que se transmite es claro: cada vez son m¨¢s los europeos que no quieren m¨¢s africanos ni musulmanes. Y los pol¨ªticos europeos son consecuentes: se suceden las declaraciones y gestiones pol¨ªticas indicando que la contenci¨®n de la migraci¨®n ha pasado de ser una prioridad principal a condicionar toda la relaci¨®n con ?frica.
Parece que los europeos, temerosos de la atracci¨®n que ejerce su bienestar, procuran ahora destruir su imagen de sociedades econ¨®micamente poderosas, pol¨ªticamente seguras de s¨ª mismas (y, por lo tanto, integradoras), culturalmente abiertas a propuestas ex¨®genas, generosas hacia los m¨¢s desfavorecidos. Europa est¨¢ ejecutando una estrategia de desprestigio.
A pesar de los impactos de la crisis econ¨®mica en la sociedad y pol¨ªtica europeas, sus ciudadanos se siguen considerando en la c¨²spide de la democracia
Es un fen¨®meno parad¨®jico y contraproducente. A pesar de los impactos de la crisis econ¨®mica en la sociedad y pol¨ªtica europeas, sus ciudadanos se siguen considerando en la c¨²spide de la democracia y de los derechos humanos, legitimados para exigir y juzgar a los dem¨¢s a este respecto. Pero fuera de Europa cada vez se reconoce menos esa legitimidad, se rechaza la pretensi¨®n de dictar lecciones y se expande la interpretaci¨®n de que detr¨¢s de ello hay un prop¨®sito de dominaci¨®n.
Europa deber¨ªa tener m¨¢s presente la eficacia limitada de la prepotencia cuando se pide a los gobiernos africanos que reduzcan sus flujos de emigrantes. En lugar de pretender condicionar la cooperaci¨®n a la readmisi¨®n de africanos, mejor apoyar con m¨¢s recursos las estrategias end¨®genas de desarrollo inclusivo que proporcionen alternativas al ¨¦xodo de su juventud. Y reinventar el prestigio europeo, bas¨¢ndolo en la consistencia de los principios que proclamamos y en la coherencia con nuestras capacidades, que son muchas. De este modo quiz¨¢ se pudiera contrarrestar el vigor del proteccionismo identitario africano impulsado por sus actores m¨¢s conservadores, as¨ª como la atracci¨®n del discurso revolucionario yihadista dirigido a los j¨®venes.
Alberto Virella Gomes es diplom¨¢tico espa?ol
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