La crisis de los manteros y las buenas intenciones
La pol¨ªtica m¨¢s permisiva ha propiciado un efecto llamada y el equipo de Colau comienza a comprender que el problema se le est¨¢ yendo de las manos
La crisis de los manteros que vive la ciudad de Barcelona ha confirmado dos principios ya conocidos de la din¨¢mica urbana: que all¨ª donde hay turistas, hay mantas. Y que si no se ejerce una presi¨®n disuasoria firme y constante, el fen¨®meno tiende a crecer y crecer hasta hacerse ingobernable. Lo demuestra lo ocurrido en el Port Vell, antes un paseo pl¨¢cido y luminoso, convertido ahora en un enorme zoco ilegal con m¨¢s de 1.000 manteros compitiendo desde la madrugada por asegurarse un peque?o trozo de suelo. Lo mismo en el Parc G¨¹ell, el Puerto Ol¨ªmpico y cualquiera de las calles c¨¦ntricas de una ciudad saturada de turismo.
El nuevo Consistorio quiso demostrar una sensibilidad diferente y evit¨® perseguir a los manteros, casi todos inmigrantes sin alternativas de subsistencia. Esta pol¨ªtica de no cargar contra el ¨²ltimo eslab¨®n cont¨® al principio con cierta complicidad ciudadana, pero el fen¨®meno se ha salido claramente de madre. La pol¨ªtica m¨¢s permisiva ha propiciado un efecto llamada y ahora no son solo grupos de africanos los que deambulan por la ciudad con sus fardos a cuestas, sino pakistan¨ªes, bengal¨ªes, nepal¨ªes... y no es un fen¨®meno puntual de la capital, sino que se extiende por todo el litoral. El S¨ªndic de Greuges (defensor del pueblo) ya advirti¨® que no era solo una cuesti¨®n de probreza, sino de mafias. Tras un intento bien intencionado de darle la vuelta al discurso, el equipo de Ada Colau comienza a comprender que el problema se le est¨¢ yendo de las manos, y que el valor simb¨®lico del desorden que implica puede repercutir sobre toda su obra de gobierno. La oposici¨®n ha hincado sus dientes en este asunto, y no est¨¢ dispuesta a soltarlo porque sabe que le da r¨¦ditos electorales entre los comerciantes.
Perseguir al mantero supone atacar a la parte d¨¦bil, la terminal m¨¢s desprotegida, y sirve de muy poco si se deja intacta la cabeza de la serpiente, esas centrales de distribuci¨®n que basan su negocio en la explotaci¨®n de la miseria, el fraude fiscal y la competencia desleal. Y que no arriesga nada ante la polic¨ªa, pues para poder vender los productos falsificados, algunos tan perfectos que parecen la marca original, los manteros son obligados a depositar antes un dinero que no recuperar¨¢n si la polic¨ªa se incauta de la mercanc¨ªa. Conforme ha aumentado la competencia, tambi¨¦n se han reducido los m¨¢rgenes y muchos vendedores no ganan m¨¢s all¨¢ de 20 o 30 euros por d¨ªa.
Pero el fen¨®meno no para de crecer. El intento de abordarlo con medidas sociales y humanitarias puede que sea m¨¢s justo, pero tambi¨¦n produce un efecto llamada que acaba dando un mensaje equivocado: el de la ciudad incapaz de hacer cumplir la ley. El Consistorio ha destinado dos millones de euros a ayudas a los manteros, y ha aplicado un programa de empleo para su insersci¨®n social. Pero ?qu¨¦ representan los 11 puestos de trabajo creados hasta ahora y los 40 proyectados frente a los miles de inmigrantes irregulares obligados a buscarse la vida como pueden? Gobernar la complejidad no es nada f¨¢cil. Lo que est¨¢ claro es que dif¨ªcilmente se acabar¨¢ con el fen¨®meno si no se aplasta la cabeza de la serpiente.
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