En defensa de Greenpeace
No se pueden calificar de anticient¨ªficas las posiciones de la organizaci¨®n sobre transg¨¦nicos
En un mundo azotado por una crisis ecol¨®gica que puede poner en riesgo incluso la supervivencia de la especie humana, y en el que la conciencia ciudadana sobre la gravedad de la misma, avanza a un ritmo menor del necesario para frenarla, me preocupa mucho que 109 premios Nobel dirijan su atenci¨®n a condenar sin paliativos a Greenpeace, la mayor organizaci¨®n ecologista del mundo. Fui director de Greenpeace en Espa?a entre el a?o 2001 y 2010. En la actualidad no me une ninguna vinculaci¨®n org¨¢nica, aunque sigo siendo socio de base.
Espero que mi opini¨®n personal valga como el testimonio de un ciudadano que conoce bien Greenpeace, y que no puede sino defender su trayectoria, su forma de actuaci¨®n y sus innumerables logros de los que nos beneficiamos todos. Greenpeace es contraria, en base al principio de precauci¨®n, a la liberaci¨®n de organismos modificados gen¨¦ticamente (OMG) en el medio ambiente, no la investigaci¨®n, ni al uso de OMG en ambientes confinados, o a sus usos m¨¦dicos.
El hambre en el mundo es un problema real. Todas las organizaciones involucradas en la soluci¨®n de esta lacra coinciden en que el problema no est¨¢ tanto en la producci¨®n de alimentos, como en la injusta distribuci¨®n de los mismos y de la riqueza. Se producen alimentos suficientes para alimentar a la humanidad, pero el hambre sigue siendo una realidad palpable. Muchas ONG que luchan contra la pobreza tambi¨¦n rechazan los transg¨¦nicos como alternativa.
Coincid¨ªa la publicaci¨®n de la mencionada carta, con otra noticia: la recuperaci¨®n de la capa de ozono. Recuerdo muy bien c¨®mo en los a?os noventa trabajamos intensamente desde Greenpeace para conseguir la prohibici¨®n de las sustancias que la destruyen. Aquella campa?a culmin¨® con ¨¦xito finalmente con la firma en el marco de Naciones Unidas del Protocolo de Montreal.
No hubiera sido posible sin la acci¨®n global y coordinada de Greenpeace. Solo por aquella campa?a, y por sus efectos positivos para el planeta que empiezan a ser visibles, ya es mucho lo que le debemos. Pero hay muchos m¨¢s logros, desde la protecci¨®n de las ballenas a la eliminaci¨®n de las pruebas con bombas at¨®micas, la lista es interminable. A¨²n as¨ª sigue quedando mucho por hacer. Y seguimos necesitando a Greenpeace.
Si queremos debatir sobre transg¨¦nicos es necesario exponer argumentos sin demagogia y con total transparencia
Greenpeace es una organizaci¨®n econ¨®micamente independiente. Sus posiciones sobre las cuestiones en las que trabaja se toman tras una intensa labor de an¨¢lisis y discusi¨®n en la que la ciencia juega un papel clave. No est¨¢ influida por ning¨²n lobby en concreto. Por m¨¢s que se la ha investigado por activa y por pasiva, su financiaci¨®n est¨¢ fuera de toda duda: son sus millones de socios en todo el mundo los que sostienen a esta organizaci¨®n ecologista. No se puede decir lo mismo de la industria agroalimentaria, bien conocida por financiar con recursos los lobbies protransg¨¦nicos en todo el mundo.
Se puede coincidir o no con la posici¨®n de Greenpeace sobre transg¨¦nicos o sobre la energ¨ªa nuclear; pero, por m¨¢s que hay quien se empe?e, en ninguno de los casos puede calificarse como de anticient¨ªficas estas posiciones, ya que siempre est¨¢n basadas en la postura de cient¨ªficos que, curiosamente en muchos casos, proceden del propio sector afectado y conocen bien sus debilidades.
Greenpeace ha tenido que luchar, muchas veces en solitario y otras acompa?ado de otros actores sociales, cient¨ªficos y pol¨ªticos, en contra de agresiones brutales a nuestro planeta. Y en ocasiones ha pagado un alto coste por ello. Sus activistas se juegan la vida a menudo de forma generosa. Su barco insignia, el Rainbow Warrior, fue destruido en un atentado terrorista organizado por los servicios secretos franceses por oponerse a los ensayos nucleares. En ese atentado asesinaron (si, esa es la palabra correcta) el fot¨®grafo portugu¨¦s Fernando Pereira.
El activismo ecologista es dif¨ªcil pues suele enfrentarse a grandes intereses econ¨®micos. Los datos muestran c¨®mo a?o tras a?o decenas de activistas por el medio ambiente son asesinados impunemente en medio de un silencio generalizado. En este contexto apuntar contra Greenpeace con acusaciones tan gruesas es, desde mi punto de vista, profundamente injusto. Basta ya de pretender matar al mensajero: si queremos debatir sobre transg¨¦nicos que se expongan argumentos sin demagogia y con total transparencia, de la misma forma que, por cierto, hace Greenpeace. Hacerlo de otra forma, no solo es falaz, sino que acusa de manera retorcida a quien m¨¢s se preocupa del planeta y los que vivimos en ¨¦l. Y seguimos necesitando a Greenpeace.
Juan L¨®pez de Uralde es coportavoz de EQUO y diputado. Fue director de Greenpeace-Espa?a de 2001 a 2010.
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