Caso Philando o el poder de la imagen en defensa propia
El poder de las im¨¢genes es ambivalente: pueden inducir deseos de justicia o provocar impulsos de venganza
De no ser por la existencia de un tel¨¦fono m¨®vil y un testigo capaz de mantener la calma y pulsar play, nadie hablar¨ªa de esas muertes que han conmocionado al mundo. Los disparos que el martes acabaron con la vida de un joven delincuente negro cuando ya estaba inmovilizado en el suelo hubieran quedado como una peque?a anotaci¨®n en el libro de incidencias de la Polic¨ªa de Baton Rouge, en Luisiana. Pero dos testigos grabaron la escena y se tuvo que abrir una investigaci¨®n.
Apenas hab¨ªa transcurrido un d¨ªa cuando otro joven negro, Philando Castila, se desangraba en su coche tras recibir cuatro disparos de un agente que le hab¨ªa parado por llevar un faro roto. El suceso pod¨ªa haber quedado como un desgraciado nuevo caso de resistencia a la autoridad de no ser porque adem¨¢s de un tel¨¦fono m¨®vil, la escena tuvo un testimonio de excepci¨®n, la compa?era de la v¨ªctima, Diamond Reynolds, que tuvo una reacci¨®n tambi¨¦n de excepci¨®n. Mientras su compa?ero agonizaba y el polic¨ªa la segu¨ªa apuntando en un estado mental deplorable, ella supo mantener la calma, abrir la c¨¢mara y comenzar a narrar lo que acababa de ocurrir. El relato es uno de los m¨¢s sobrecogedores ejemplos de c¨®mo se puede utilizar la imagen en defensa propia. Y una extraordinaria demostraci¨®n del poder de la narraci¨®n, que es el poder de la verdad cuando esta puede mostrarse en toda su realidad. El v¨ªdeo es excepcional no solo porque muestra una muerte evitable en directo, sino por los recursos que moviliza la mujer para dotarlo de una fuerza expresiva que lo hace irrefutable. Ella es v¨ªctima y testigo de un estado de cosas en que solo los negros pueden llegar a morir por llevar un faro roto. Y lucha denodadamente por establecer el relato de la verdad y anticiparse as¨ª a futuras versiones tergiversadoras. Solo al final, cuando ya est¨¢ sola encerrada en el coche policial junto a su hija de cuatro a?os, deja escapar un grito desgarrador.
En los ¨²ltimos a?os se han sucedido las grabaciones de abusos policiales contra la comunidad afroamericana. Son cientos de casos, con cientos de muertos. Pero el poder de las im¨¢genes es tan grande como ambivalente: del mismo modo que pueden inducir deseos de justicia, pueden provocar tambi¨¦n deseos de venganza. Como la que acab¨® con la vida de cinco polic¨ªas en Dallas por disparos de un francotirador que quer¨ªa vengarse. No es la primera vez que la difusi¨®n de las im¨¢genes de un abuso policial provoca un reguero de muertes tan lamentables como las que esas im¨¢genes denuncian.
En todo caso, los dispositivos que permiten grabar lo que ocurre se han convertido en un ant¨ªdoto contra la arbitrariedad de quienes tienen en primer lugar el monopolio de la fuerza y despu¨¦s una presunci¨®n de veracidad que con frecuencia vulneran. Tambi¨¦n en Espa?a hemos tenido esa triste experiencia con la muerte de un empresario en El Raval de Barcelona en una actuaci¨®n abusiva de los Mossos d'Esquadra. Pero en nuestro caso, la ley Mordaza ya se ha encargado de poner coto a ese instrumento de empoderamiento de la ciudadan¨ªa, castigando severamente a quienes graben a la polic¨ªa.
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