Tengo 32 a?os, un buen trabajo y odio ir al gimnasio, pero voy voluntariamente
Relato desesperado en primera persona sobre el esclavismo de los tiempos actuales: el culto al cuerpo
Tengo 32 a?os y llevo 4 a?os yendo al gimnasio, tres veces por semana, 90 minutos por d¨ªa. Y odio cada uno de esos 90 minutos. Sufro, me duelen los brazos cuando hago pesas. Siempre he cre¨ªdo que todo el mundo lo odia en silencio, pero que es un sacrificio, como comer sano (nunca me voy a creer que a nadie le gusta comer coliflor) o echar horas extra, que hemos acabado asimilando. Pero resulta que no, hay gente convencida de que disfruta en el gimnasio y de que su vida es mejor yendo que qued¨¢ndose en casa. Llevo 4 a?os esperando a liberar por fin las dichosas endorfinas que hacen que el deporte te convierta en una persona m¨¢s feliz. Pero nada. Son otras cosas las que me hacen feliz, como por ejemplo quedarme en el sof¨¢ los d¨ªas que no me toca ir al gimnasio.
Aunque yo pensaba que era una obviedad, he tenido que aclararlo muchas veces. Quedo con un amigo, me cuenta que acaba de apuntarse al gimnasio y que le ha cambiado la vida. Va todos los d¨ªas y alterna "entreno" (pesas es una palabra mal vista, al parecer) con crossfit y electrofitness. Aunque mi amigo se pasa 45 minutos hablando de ello sigo convencido de que el electrofitness son descargas el¨¦ctricas, lobotom¨ªas para los michelines, en sesiones de 20 minutos que por lo visto son milagrosas. Ya pueden serlo: cuestan 50 euros cada una.
El mundo del 'fitness' parece decirme 'vete, no te queremos' y sin embargo aqu¨ª sigo, deseando en secreto haber nacido 20 a?os antes y pertenecer a aquel canon de belleza que celebraba la barriguita
Dos meses despu¨¦s quedo con ese mismo amigo y el tema del gym (gimnasio es otra palabra anticuada) no sale en la conversaci¨®n. "Bah, lo he dejado", confiesa ¨¦l de forma casual: "Es que nunca me apetec¨ªa ir". Y en ese momento me doy cuenta de que mi amigo realmente cree que a m¨ª s¨ª me gusta.
La cultura del gimnasio est¨¢ en pleno apogeo en Espa?a. Desde que las marcas deportivas consiguieron convencer a la masa de que el culto al cuerpo tambi¨¦n era cosa de hombres, el 75% de los t¨ªos que hacen deporte empiezan antes de los 15 a?os. Yo empec¨¦ a los 28, as¨ª que estoy fastidiado porque perd¨ª 13 a?os de musculaci¨®n que ya nunca recuperar¨¦. La clave est¨¢ en revestir de ¨¦pica un acto tan mon¨®tono como levantar pesas.
La publicidad nos anima a ser m¨¢s humanos, lo cual es ofensivo y un poco supremacista. El otro d¨ªa un anuncio de YouTube me llamaba "campe¨®n" para convencerme de que comprase un contorno de ojos. Y he aprendido que cuando un tipo me llama "campe¨®n" es porque estoy haciendo algo bien.
Cada vez que voy al gimnasio me doy cuenta de que efectivamente hay gente que cuando hace pesas est¨¢ convencida de estar alcanzando la gloria. A veces me pongo filos¨®fico y pienso que, tras pasar una d¨¦cada en la que todo son cambios y mejoras en tu vida (entre los 20 y los 30), llegas a la treintena y caes en la cuenta de que tu vida va a ser bastante predecible a partir de ahora. ?C¨®mo seguir super¨¢ndose? Corriendo m¨¢s r¨¢pido. Saltando m¨¢s alto. Levantando m¨¢s peso. Yo no soporto correr. Siempre me ha parecido que es simplemente una forma de llegar m¨¢s r¨¢pido a los sitios, pero de repente parece que es un modo de vida. "Entre mis aficiones est¨¢ pasear, viajar y el running", dice la gente.
Para empezar, a todo el mundo le gusta pasear y viajar: me niego a que cuenten como aficiones. ?Pero correr? ?Esa es tu afici¨®n? Pues s¨ª. En 2015 un 3.8% de los viajes que se hicieron en Espa?a ten¨ªan como objetivo correr una carrera. Y luego hay gente que sube fotos a Instagram tirados en la playa con el texto: "Aqu¨ª, sufriendo". No, amigo. Sufriendo est¨¢ el que ha aprovechado el puente de la Constituci¨®n para correr una media marat¨®n en Vitoria.
Si lo piensas fr¨ªamente, buscar t¨² mismo tu propio dolor f¨ªsico es un sinsentido
En la vida hay muchos castigos con los que tenemos que apechugar. Si lo piensas fr¨ªamente, buscar t¨² mismo tu propio dolor f¨ªsico es un sinsentido. Pero aqu¨ª estoy, cuatro a?os despu¨¦s, vistando el gimnasio tres veces a la semana. Algo bueno tiene que tener. No me hace sentir mejor, s¨®lo estoy m¨¢s en forma. No tengo un cuerpazo y ya he asumido que nunca lo tendr¨¦. Soy de esas personas que en invierno nadie dir¨ªa que va al gimnasio, pero en verano me luce un poco. Depende mucho de la postura en la que me ponga, eso s¨ª. Sin embargo, en mi gimnasio hay verdaderos mostrencos que me hacen sentir como una larva.
?C¨®mo han llegado hasta ah¨ª? Pues yendo al gimnasio mucho m¨¢s que yo, est¨¢ claro. Se nota porque son todos amigos entre s¨ª y se llaman "cabronazo". Quiz¨¢ tomen suplementos, no lo s¨¦ (s¨ª lo s¨¦), pero esas pociones no son para m¨ª. Unas barritas de pre-entreno me dieron taquicardias y unos polvos de prote¨ªnas me produjeron diarr¨¦a. Y tengo la paranoia de que dentro de 50 a?os se descubrir¨¢ que esas sustancias son nocivas para los ri?ones o algo parecido. El mundo del fitness parece decirme "vete, no te queremos" y sin embargo aqu¨ª sigo, deseando en secreto haber nacido 20 a?os antes y pertenecer a aquel canon de belleza que celebraba la barriguita.
Y sigo yendo por la misma raz¨®n por la que no te vas de la parada del autob¨²s tras esperar media hora. Porque con todo el tiempo que he invertido, ser¨ªa una l¨¢stima tirarlo todo por la borda. Esa es el perverso c¨ªrculo vicioso de los gimnasios: una vez has conseguido resultados, ser¨¢s su esclavo para siempre. Una vez has logrado que toda la ropa te quede bien, ?c¨®mo volver a la flacidez? S¨¦ que me espera a la vuelta de la esquina, pero oye, si ese se?or de 60 a?os sigue musculando y tirando las pesas al suelo como si estuviesen en llamas, a lo mejor yo tambi¨¦n me jubilo en el gimnasio. Hasta podr¨ªa ir todos los d¨ªas. Porque todo el mundo sabe lo ¨²til que es estar cachas a los 60 a?os. ?No?
No me hace sentir mejor, s¨®lo estoy m¨¢s en forma. No tengo un cuerpazo y ya he asumido que nunca lo tendr¨¦. Sin embargo, en mi gimnasio hay verdaderos mostrencos que me hacen sentir como una larva
La utilidad. Esa es la clave. Seg¨²n una encuesta publicada por el Ministerio de Educaci¨®n, Cultura y Deporte, la "gimnasia intensa" (que creo que es hacer pesas) ocupa s¨®lo el quinto lugar entre los deportes m¨¢s practicados en Espa?a. Por delante de ella est¨¢n el ciclismo, la nataci¨®n, el senderismo y la carrera. Por detr¨¢s, la "gimnasia suave", que yo dir¨ªa que es la zumba.
Lo que me vol¨® la cabeza fue la lista de motivaciones que da la gente para hacer deporte. Atenci¨®n: estar en forma (ok), divertirse (mira, no), motivos de salud (esto seguro que es la nataci¨®n), afici¨®n al deporte, relaciones sociales (a todos nos gusta que nos llamen "cabronazo"), superaci¨®n personal, esp¨ªritu competitivo y, finalmente, por motivos profesionales. As¨ª es. Ni rastro de "quiero resultar m¨¢s atractivo f¨ªsicamente". Y me niego a creerlo.
A favor de mi teor¨ªa, esa misma encuesta mantiene que la gran mayor¨ªa de los usuarios miente cuando le preguntan la frecuencia con la que va al gimnasio, asegurando que van un 50% del n¨²mero de sesiones que realmente hacen. As¨ª que esos datos de motivaciones para ir al gimnasio, sacados de un mundo ideal en el que nadie es superficial, son tan falsos como los de las encuestas electorales a pie de urna. Ir al gimnasio es el Podemos del deporte. La gente miente.
La gente va al gimnasio, entre otras cosas, para tener mejor cuerpo, ser el l¨ªder de la manada y ligar un poco m¨¢s. ?Acaso ser¨ªa d¨¦bil reconocerlo? La est¨¦tica es un factor tan esencial en la cultura del gimnasio que la falsedad de esa encuesta resulta indignante. Vamos a reconocerlo al menos, chicos: te salen pectorales y te acabas encari?ando con ellos.
Si no, por qu¨¦ la gente va tan arreglada al gimnasio. Hay t¨ªos que se ponen camisetas que yo uso para salir. Otros llevan ropa tan ajustada y tan fluorescente que me recuerdan a Ned Flanders (s¨ª, el personaje de Los Simpson) esquiando. Hay chicas que no sudan, s¨®lo brillan con luz propia y salen m¨¢s guapas de lo que entraron.
Ese es el perverso c¨ªrculo vicioso de los gimnasios: una vez has conseguido resultados, ser¨¢s su esclavo para siempre
La reafirmaci¨®n social es la base de la vida de gimnasio. El escritor Chuck Palahniuk (autor, entre otros t¨ªtulos, de la novela El club de la lucha) contaba en sus memorias que cuando empez¨® a ir al gimnasio se dio cuenta de que era un ejercicio profundamente solitario y por eso hab¨ªa tantos espejos. Como el ¨¢rbol que cae silencioso en el Amazonas, uno no est¨¢ cachas si no hay nadie alrededor para verlo. Pero no es divertido, no es una pachanga entre amigos.
Un 40% de los espa?oles hace deporte, 5 millones estamos apuntados a un gimnasio y la mitad de la poblaci¨®n asegura que hace deporte una vez al trimestre. La mitad de los inscritos se borran del gimnasio a los 6 meses, tras 5 meses y medio sin ir seguramente, pero no importa porque nuestra sociedad sigue generando adolescentes dispuestos a atrofiar su crecimiento a cambio de unos abdominales que alguien deber¨ªa decirles que no necesitan.
"No lo hagas, huye", me dan ganas de decirle a ese nuevo incauto que est¨¢ a punto de orinarse encima por el esfuerzo al levantar mancuernas. Pero no lo hago. Y se me adelanta un hombret¨®n/monitor con las piernas depiladas que le aconseja que no arquee tanto la espalda. Es el ciclo de la vida. En El Rey Le¨®n, Mufasa le est¨¢ prometiendo a Simba que, si juega bien sus cartas, ser¨¢ el rey de todo lo que ba?a la luz. En ese momento me imagino a mi madre y su frase estrella: "?Qu¨¦ pasa, que si fulanito se tira por un puente t¨² tambi¨¦n te tiras?". Pues s¨ª mam¨¢, creo que ha quedado bastante claro que s¨ª.
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