Por el pacto de minor¨ªas
El PSOE escoge mal a sus aliados sociales si estos son las zonas rurales m¨¢s conservadoras
Cada vez es m¨¢s llamativo que aqu¨ª no se dimita al d¨ªa siguiente de unas elecciones, ni siquiera cuando el fracaso electoral es tan flagrante como en el caso de Pablo Iglesias o ante los cinco diputados que Pedro S¨¢nchez ha perdido. En el Reino Unido dimiten incluso cuando ganan, as¨ª que quiz¨¢ se pasan, y aqu¨ª algunos nos pasamos quiz¨¢ de jansenistas y moralizantes. ?Tiene sentido y legitimidad que intenten gobernar tres perdedores relativos de unas elecciones con un ganador minoritario muy, muy lastrado de corrupci¨®n y mentiras sin complejos?
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Ha sido el antiguo secretario general de Comisiones Obreras, Antonio Guti¨¦rrez, quien ha escrito hace unos d¨ªas que no hab¨ªa raz¨®n alguna para descartar ese Gobierno con alguna forma de pacto entre PSOE, Podemos y Ciudadanos. A alguno de los tres ¡ªo incluso a los tres¡ª puede que no les salgan claras las evaluaciones de riesgos. Pero la omisi¨®n o inhibici¨®n ser¨ªa un c¨¢lculo moralmente cicatero y pol¨ªticamente cobarde, porque el porcentaje de poblaci¨®n que llevan los tres detr¨¢s justifica un relevo de gobierno por emergencia sanitaria. No tanto porque aritm¨¦ticamente puedan hacerlo, sino porque la emergencia que vive el pa¨ªs pide cirug¨ªa sosegada y tratamientos cuidadosos contra la gigantesca masa de adiposidad venenosa que el Gobierno popular ha extendido en el cuerpo social.
La met¨¢fora m¨¦dica es deplorable incluso para m¨ª, pero las tres fuerzas minoritarias del Parlamento constituyen una alternativa oxigenadora al monol¨ªtico ejercicio de prepotencia e insensibilidad social que el PP ha exhibido durante casi cinco a?os, sin sentirse culpable nunca de nada, quiz¨¢ porque carecieron de una oposici¨®n fuerte durante todo ese tiempo. De esa debilidad nace la fuerza de Podemos; de ella nacieron tambi¨¦n las expectativas de Ciudadanos, y ambos dejaron al PSOE con una ¨²nica salida: resistir sin convencer, perseverar sin imaginar, aguantar sin seducir. El perfil bajo de su campa?a ha tendido a alimentar la resistencia misericordiosa de los leales antes que la ambici¨®n de conquistar, o reconquistar, un electorado que pol¨ªticamente ha huido o se ha abstenido.
Tres perdedores relativos podr¨ªan gobernar
Pero es perfectamente reversible. Por el lado catal¨¢n las cosas no han ido exactamente igual, y sin Catalu?a el PSOE tiene pocas posibilidades de gobernar en Espa?a. Las razones hist¨®ricas han sido diversas, pero la raz¨®n actual es sobre todo pol¨ªtica, cultural y civil: el PSOE escoge mal a sus aliados sociales si sus aliados son las zonas rurales de Espa?a m¨¢s conservadoras y alejadas de los tejidos, las redes y las complicidades de las grandes ciudades. Y en esas grandes ciudades, pierde. Si resiste en t¨¦rminos generales es porque su votante ha actuado como viejo y antiguo compa?ero de viaje de unas siglas sin locomotora movilizadora y hasta sin gancho medi¨¢tico. No es el caso de Pedro S¨¢nchez ni el de Meritxell Batet, pero s¨ª es ese el d¨¦ficit m¨¢s flagrante del discurso p¨²blico socialista. La energ¨ªa difuminada y poco comprometedora de la campa?a podr¨ªa reactivarse con la convicci¨®n de aspirar a despertar e interesar al p¨²blico de treinta a?os de grandes ciudades que est¨¢ vivo y expectante ¡ªbusc¨¢ndose la vida, quiero decir¡ª, antes que retener el voto m¨¢s conservador del centroizquierda. Perder las ciudades y su poblaci¨®n viva es perderlo todo, no solo el futuro: es perder el presente.
Al PSC no se le ha ocurrido resucitar de golpe el tema catal¨¢n para estropear los apacibles planes socialistas de vegetar en la oposici¨®n. Lo que ha recordado es que Catalu?a sigue siendo objetivamente un grave problema espa?ol: no es una piedra en el zapato, ni un quiebro de chuler¨ªa perif¨¦rica, ni algo que pueda atajarse con maniobras sucias de un ministro ocupado en activar sospechas veraces o solo veros¨ªmiles. A prop¨®sito de dimisiones, por cierto, esta debi¨® de haber sido fulminante y es otra raz¨®n m¨¢s, adicional y muy escabrosa, para estimular la b¨²squeda de acuerdos entre tres partidos convencidos, al menos, de un par de cosas: la urgencia de oxigenar las instituciones democr¨¢ticas y la necesidad de recuperar despu¨¦s la confianza subjetiva, casi simb¨®lica, no de los sectores m¨¢s acomodados a sus vidas y sus planes de jubilaci¨®n, sino la de quienes lo tienen todo por hacer, hoy con m¨¢s miedo y sombras que expectativa de bien alguno.
Da igual si ese Gobierno no es rojo ni rojillo, sino apenas sonrosado. Basta con que sea democr¨¢ticamente transparente, econ¨®micamente solidario, laboralmente compasivo, institucionalmente exigente e ideol¨®gicamente emergente, de acuerdo con la emergencia de acabar con una etapa de sangr¨ªa ¨¦tica e impiedad social que tiene nombre pero no verg¨¹enza.
Jordi Gracia es profesor y ensayista. Su ¨²ltimo libro ha sido Miguel de Cervantes. La conquista de la iron¨ªa (Taurus).
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