Porno
Nuestra sexualidad est¨¢ en agon¨ªa: lo que importa es desear y amar
Aprenden el sexo y lo saben todo en tiempo r¨¦cord v¨ªa porno en internet, estos adolescentes (me pongo en su lugar, porque cuando yo ten¨ªa sus a?os no era as¨ª, la sexualidad era un tanteo, una aventura; no la represi¨®n de nuestros abuelos pero tampoco esta transparencia). Pero, cuanto menos misterio ¨Ccuanta m¨¢s obviedad, exhibici¨®n, pornograf¨ªa, obscena lecci¨®n¡ª, m¨¢s de lo que importa sobre sexo deber¨¢n aprender. Paradojas de la vida. Antes por tan poco y ahora por tanto. El problema es que lo que se aprende mal ya no se aprende bien, y por eso estos j¨®venes podr¨ªan estar abocados a asquearse del sexo, a dejar de practicarlo (de puro no saber) por torpeza de emociones y desconexi¨®n de lo que importa de desear y amar. Est¨¢ sucediendo.
No es de moral de lo que hablo. En La agon¨ªa del Eros, Byung-Chul Han lo expresa as¨ª: ¡°El porno es la ant¨ªpoda del Eros (¡) La sexualidad hoy no est¨¢ amenazada por aquella ¡°raz¨®n pura¡± que, adversa al placer, evita el sexo por ser algo ¡°sucio¡±, sino por la pornograf¨ªa (¡) Incluso el sexo real adquiere hoy una modalidad porno¡±.
El ¡°infierno de lo igual¡±, la ausencia de un negativo sexual, aquel a quien oponer la caricia, nos estar¨ªa aplacando el deseo
De este modo, nuestra sexualidad estar¨ªa en agon¨ªa debido al ¡°exceso de positividad¡± de una sociedad que es publicitaria y pornogr¨¢fica: falta negatividad en el sexo, se echa en falta a un otro. ?Hay que recordar que una pantalla no es nadie? El ¡°infierno de lo igual¡±, la ausencia de un negativo sexual, aquel a quien oponer la caricia, nos estar¨ªa aplacando el deseo, produci¨¦ndonos un cada vez mayor desinter¨¦s por este. Ya no oponemos la caricia a nadie, ni cuando estamos con otro: somos tan narcisistas que follamos con nosotros mismos; esto es: con un espectador imaginario que no es otro sino nosotros y nos aplaude, pat¨¦ticamente, a cada embestida.
?Acabaremos proscribiendo el porno libre para poder volver a desearnos, amarnos y follarnos?
Por ahora, muchos de estos j¨®venes van a vivir en la inopia del sexo exhibicionista y el despotismo de la libertad de expresi¨®n (y libertad de recepci¨®n) del mal sexo hasta la n¨¢usea. El sexo no tiene tanto que ver con la virtud o su carencia como con la emoci¨®n y la sociolog¨ªa. La religi¨®n fue (y es, en muchos sitios) oscurantismo hasta la culpa insondable y el candado de las emociones, pero quien ¨Ca pesar de todo¡ª obtiene resquicios de normalizaci¨®n de su sexualidad bajo el yugo moral de la religi¨®n, libera los misterios de Eros, y eso era (es) m¨¢s sabroso que todo el porno del mundo, m¨¢s sexo del bueno que todo el porno practicado en carne propia y, tambi¨¦n, m¨¢s divertido que el producto del magisterio del porno que es de temer que practiquen muchos de estos adolescentes (y muchos de los que ya no lo somos, tambi¨¦n).
Por sus efectos sobre nosotros, no es mejor sobre nuestra sexualidad la lecci¨®n del porno que la de la iglesia. El porno insensibiliza y, por lo tanto, resulta castrante. De tan f¨¢cil, expl¨ªcito, positivo, frustra hasta no querer. No hay otro en el porno; el porno lo sustituye o lo desaparece, al otro. As¨ª en Jap¨®n, que es la sociedad m¨¢s avanzada del mundo, tierra de hikikomoris y toda clase de seres que han perdido el inter¨¦s por tener relaciones con otras personas, y as¨ª en todo Occidente.
La masturbaci¨®n ante el porno no produce ceguera ni muerte s¨²bita, como algunos pretend¨ªan en otro tiempo, pero s¨ª da la fiaca: esa flojera (seg¨²n Roberto Arlt, es desgana, depresi¨®n). Es ¡°por no¡±, no es ¡°por s¨ª¡±. El hikikomori, abrumado por un exceso de est¨ªmulos positivos, publicitarios, consumistas, se pasa al lado oscuro de la vida, la inhibici¨®n.
Es machista, el porno, si es hetero, pero no es eso, sino la evidencia, el plasma, la postura para una galer¨ªa que en la intimidad no existe; el gesto (deshonesto y grosero) en los genitales ajenos, forzado y forjado en la brutalidad para que el sexo ¡°traspase¡± la pantalla. No se puede sentir gran cosa follando as¨ª. Es vac¨ªo. Nos vac¨ªa y da?a, ese vac¨ªo. Esta forma de sexo es una representaci¨®n del mejor sexo de los tiempos de la ley seca er¨®tica, cuando la transgresi¨®n liberadora era posible. Esa representaci¨®n, ahora, ya no es m¨¢s que obscenidad. Una paja r¨¢pida y a correr (porque ah¨ª no se puede permanecer mucho rato).
Ojal¨¢ que no volvamos a la oscuridad, la solidez, el candado de la religi¨®n. Toca m¨¢s bien pasar de la transparencia a la conciencia y el saber (sin represi¨®n moral ni liberaci¨®n tontiloca ni porno desalmado). Los sex¨®logos van a tener mucho trabajo con nuestros hijos e hijas, juntos y por separado. Una profesi¨®n de futuro, la sexolog¨ªa. Habr¨¢n de instruirlos en el cuidado de la intimidad. Descubrirles el sexo sin mal virtuosismo: el sexo emoci¨®n. Ayudarlos en la reconquista del sentir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.