Errores tras la matanza de Niza
El yihadismo golpea por todas partes. Le sobran objetivos y los escoge seg¨²n la l¨®gica de la pura oportunidad. La tentaci¨®n de atribuir a esas almas mezquinas una dignidad l¨®gica de la que carecen es una de nuestras debilidades
?Primero. ?Psic¨®pata o terrorista? Como si hubiera que escoger. Como si todos los terroristas no fueran psic¨®patas. Como si los esbirros nazis de los a?os veinte y treinta, los piquetes de las secciones de asalto hitlerianas que daban caza a los dem¨®cratas y a los jud¨ªos, como si los bestias de las SS encargados de la educaci¨®n ideol¨®gica de las masas alemanas hubieran sido otra cosa que psic¨®patas bestiales con m¨¢s o menos galones. Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el asesino del cami¨®n que seg¨® 84 vidas ¡ªhasta el momento en que escribo estas l¨ªneas¡ª, era un terrorista y un psic¨®pata.
Era inestable, mentalmente perturbado, pero tambi¨¦n era miembro del ej¨¦rcito del crimen que ha escuchado el llamamiento de Daesh a ¡°utilizar (son los t¨¦rminos de su ¨®rgano de propaganda) un cami¨®n como una cortadora de c¨¦sped¡± e ir ¡°a los lugares m¨¢s densamente poblados¡± para ¡°lanzarse a la m¨¢xima velocidad, sin perder el control del veh¨ªculo¡± y ¡°causar la mayor matanza posible¡±, sin olvidar ¡°prever armas de fuego¡± para, una vez ¡°inmovilizado el cami¨®n¡±, rematar a los supervivientes. Encaja punto por punto. El doble rostro de la barbarie.
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Segundo. La cuesti¨®n del lobo solitario. Esa forma de repetir una y otra vez, hasta la n¨¢usea y como para tranquilizarnos, que, ¡°en el estado actual de nuestras informaciones¡±, este hombre actu¨® solo, que no estaba fichado como radical y no ten¨ªa un v¨ªnculo claro con Daesh. Como si esa fuese la cuesti¨®n. Como si Daesh no fuera, precisamente, lo contrario de un organismo al que se est¨¢ m¨¢s o menos claramente afiliado. Y como si la originalidad de su funcionamiento no radicase, justamente, en no necesitar para operar un comit¨¦ central que distribuya ¨®rdenes, responsabilidades ni blancos. Daesh es el Califato m¨¢s Twitter. Es la uberizaci¨®n de un terrorismo de proximidad y de masas. Es la influencia sin contacto, por contagio y sugesti¨®n rel¨¢mpago. Estadio supremo del nihilismo, tal vez llegado al final de su loca carrera. Se puede ser un soldado del nuevo ej¨¦rcito y no haber sido reclutado, ni adiestrado, ni siquiera contactado nunca.
Daesh es el Califato m¨¢s Twitter. Es la ¡®uberizaci¨®n¡¯ de un terrorismo de proximidad y de masas
Tercero. La reivindicaci¨®n. ?Ah, con cu¨¢nta ansiedad hemos esperado esa famosa reivindicaci¨®n que, se supon¨ªa, habr¨ªa de firmar el crimen cuando llegase! ?Con cu¨¢nta excitaci¨®n la hemos recibido! ?Y qu¨¦ debates bizantinos sobre su formulaci¨®n, su timing y sobre el hecho de que esta vez el comit¨¦ invisible haya necesitado 30 horas para emitirla en vez de 24! La verdad es que, una vez m¨¢s, nada de todo esto tiene la menor importancia. Como tampoco la ten¨ªa ya en tiempos de las Brigadas Rojas, que lo mismo dejaban sus masacres sin reivindicar que, por el contrario, reivindicaban las que perpetraban las organizaciones rivales cuando esto serv¨ªa a sus intereses.
Y con m¨¢s raz¨®n Daesh. Con m¨¢s raz¨®n esta nebulosa de g¨¢nsteres sin c¨®digo ni honor que no tienen ninguna raz¨®n para adaptarse obedientemente a los perfiles trazados por nuestros expertos. Unas veces el efecto de terror requiere una firma (incluso cuando no se tiene nada que ver). Otras veces el terror es mayor cuando se deja a los supervivientes en la perplejidad y la duda (y en Mosul se deben de estar riendo mucho de la ingenuidad de nuestros daesh¨®logos, que glosan y glosan unos comunicados improvisados). El islamismo es un oportunismo. Bajo la losa del radicalismo, una ret¨®rica chapucera a la que no gu¨ªa ninguna moral.
El islamismo radical es una ret¨®rica chapucera a la que no gu¨ªa ninguna moral
Cuarto. ?Qu¨¦? ?Un islamista que no iba a la mezquita? ?Que no guardaba el Ramad¨¢n? ?Que bailaba salsa? ?Que beb¨ªa cerveza? Pues s¨ª. Porque el islamismo, en efecto, no es una religi¨®n, sino una pol¨ªtica. O, m¨¢s exactamente, ya no es una versi¨®n del islam, puesto que, antes que nada, es una variante de esa forma gen¨¦rica de pol¨ªtica que desde hace un siglo llamamos ¡°fascismo¡±. De tal modo que si bien este v¨ªnculo sigue siendo intenso, si bien es esencial y constitutivo, si bien el yihadismo es, desde sus or¨ªgenes, es decir desde la aparici¨®n de los Hermanos Musulmanes, una forma espec¨ªfica y expl¨ªcita de nazismo, ese v¨ªnculo, el v¨ªnculo con la fe, muy bien puede ser m¨¢s difuso y actuar ¨²nicamente como refuerzo y, de hecho, es m¨¢s difuso a medida que nos alejamos del coraz¨®n teol¨®gico y pol¨ªtico para penetrar en la vasta y nebulosa periferia en la que se activan los ultimi barbarorum. Mohamed Lahouaiej Bouhlel era la prueba. Era la imagen de un Daesh que ha llegado, eso esperamos, al t¨¦rmino de su posible extensi¨®n y ha perdido, como no pod¨ªa ser menos, la distinci¨®n de sus consignas.
Quinto. ?Por qu¨¦ Niza, finalmente? ?Por qu¨¦ Francia? ?Y qu¨¦ pecado hemos cometido para encontrarnos, una vez m¨¢s, en el campo de fuego? Otra pregunta err¨®nea. El arquetipo de las preguntas err¨®neas. Y, como siempre que se parte de una pregunta mal planteada, respuestas en las que el absurdo (el mito de las ¡°represalias¡± que se supone pretenden castigar una implicaci¨®n militar en Siria que sigui¨®, y no precedi¨®, a los ataques contra Charlie Hebdo y el supermercado kosher) rivaliza con el gusto por la sumisi¨®n (olvidemos nuestra legislaci¨®n sobre el velo, flexibilicemos nuestro laicismo, transijamos...).
El yihadismo golpea por todas partes, esa es la verdad. Le sobran objetivos y escoge, una vez m¨¢s, seg¨²n la l¨®gica de la pura oportunidad. Un d¨ªa Orlando. Otro, T¨²nez o Banglad¨¦s. Otro, si es all¨ª donde encuentra la falla, Bruselas, Estambul o, como ahora, Niza. No hay que buscar en esta dispersi¨®n de blancos atacados a ciegas m¨¢s sentido del que tiene. Sobre todo, no hay que hacerle a la yihad el regalo de imaginar no s¨¦ qu¨¦ cerebro que programa sus ofensivas como quien juega una partida de ajedrez. Solo nuestras debilidades hacen fuertes a esas gentes. Y la tentaci¨®n de sobreinterpretar, de ver signos sutiles por todas partes, de atribuir a esas almas mezquinas una dignidad l¨®gica de la que carecen es sin duda una de nuestras debilidades.
Bernard-Henri L¨¦vy es uno de los fundadores del movimiento ¡°Nouveaux Philosophes¡± (Nuevos Fil¨®sofos) y autor de, entre otros, el libro Left in Dark Times: A Stand Against the New Barbarism [La izquierda en tiempos oscuros: una toma de posici¨®n contra la nueva barbarie].
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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