Los enemigos de la innovaci¨®n
En los ¨²ltimos 600 a?os las sociedades humanas se han opuesto a la llegada del caf¨¦, la imprenta, la agricultura mecanizada, los frigor¨ªficos, la m¨²sica grabada o los transg¨¦nicos con t¨¢cticas muy parecidas
¡°No hay ninguna idea inteligente que pueda ganar aceptaci¨®n general sin mezclarla antes con un poco de estupidez¡±. La frase es de Fernando Pessoa y toca un problema que las sociedades humanas afrontan desde que comenzaron a existir: la oposici¨®n a nuevas tecnolog¨ªas que pueden cambiar el mundo.
Desde el caf¨¦ a la agricultura mecanizada, pasando por la electricidad, los refrigeradores o la m¨²sica grabada, la historia est¨¢ llena de ejemplos de c¨®mo las sociedades humanas se han resistido a adoptar innovaciones sin las que hoy no podr¨ªamos entender el mundo.
Los transg¨¦nicos son comida Frankenstein como el tel¨¦fono fue invento del demonio
¡°Es una reacci¨®n que est¨¢ en nuestro ADN, en la forma en la que est¨¢ organizada nuestra mente¡±, explica a Materia Calestous Juma, experto en innovaci¨®n y cooperaci¨®n internacional de la Universidad de Harvard (EE UU). Juma fue jefe de la Convenci¨®n de Diversidad Biol¨®gica de Naciones Unidas y como tal vivi¨® de primera mano debates internacionales sobre nuevas tecnolog¨ªas como los transg¨¦nicos. Ahora ha reunido su trabajo de investigaci¨®n de a?os en el libro Innovaci¨®n y sus enemigos (Innovation and its Enemies, Oxford University Press), un recorrido por casi 600 a?os de historia analizando algunos de los casos de oposici¨®n a nuevas ideas y tecnolog¨ªas que ten¨ªan el potencial de transformar el mundo.
En 1866, durante la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs, Luis Napole¨®n III lanz¨® un reto a los cient¨ªficos: encontrar una fuente de prote¨ªnas alternativa a la mantequilla que fuera m¨¢s barata. En su cabeza estaba la necesidad de alimentar a una poblaci¨®n cada vez m¨¢s empobrecida y a un ej¨¦rcito fam¨¦lico y amenazado por la voluntad expansionista de otras potencias europeas. El premio lo gan¨® Hippolyte M¨¨ge-Mouri¨¦s, inventor de la margarina.
Mientras Europa adopt¨® el nuevo producto, en EE UU provoc¨® el nacimiento del lobby de la industria l¨¢ctea, que emprendi¨® una guerra abierta contra el alimento. Los productores lograron que el l¨¢cteo se prohibiera en varios estados y esas leyes fueron sostenidas hasta por el Tribunal Supremo. Para conseguir frenar el consumo del nuevo producto, mucho m¨¢s asequible que la mantequilla, la industria se sirvi¨® de estudios cient¨ªficos inventados y campa?as de odio diciendo que la margarina era ¡°antiamericana¡± porque conten¨ªa un producto importado, el aceite de coco. La industria estigmatiz¨® a los hogares que la consum¨ªan porque estaban usando un producto barato, lo que cuestionaba la capacidad del padre de familia de proveer para los suyos.
El caf¨¦, los tractores, los refrigeradores o la imprenta tambi¨¦n fueron objeto de campa?as de desprestigio
Los productores de margarina reaccionaron sustituyendo el aceite de coco por el derivado de plantas m¨¢s ¡°americanas¡± como el algod¨®n y la soja y establecieron alianzas con los productores nacionales de estas cosechas. La demanda de margarina creci¨® hasta que su consumo rebas¨® a la mantequilla en los a?os 50 del siglo XX, despu¨¦s de que se derogaran las leyes aprobadas contra ella a mediados del siglo anterior.
Este ¡°es uno de los mejores ejemplos de c¨®mo la industria afectada, usando instrumentos legales, puede da?ar o eliminar nuevas tecnolog¨ªas¡±, escribe Juma.
El caf¨¦, los tractores en la agricultura, los refrigeradores o la imprenta en el mundo musulm¨¢n tambi¨¦n fueron objeto de campa?as de desprestigio. El primero sufri¨® durante siglos la prohibici¨®n impuesta por autoridades religiosas musulmanas, que cerraron por ley las cafeter¨ªas. Lo hicieron no tanto por la infusi¨®n en s¨ª como porque se consum¨ªa en lugares de esparcimiento donde se hablaba y compart¨ªan ideas, el sitio perfecto para que surgiesen voces disidentes con el poder establecido. Las cafeter¨ªas se prohibieron en la Meca, Isfah¨¢n, Cairo y Constantinopla durante 200 a?os.
"Dependemos de las nuevas tecnolog¨ªas ante los desaf¨ªos globales", dice Juma
Cuando el caf¨¦ salt¨® del Imperio Otomano a Europa, el efecto fue el mismo y los reyes de algunos pa¨ªses decretaron el cierre de cafeter¨ªas y "clubes del caf¨¦" que comenzaban a aparecer en las universidades. Antes de que Italia fuese la patria del expreso, el pa¨ªs se resisti¨® al nuevo producto por miedo a que da?ase al sector del vino. Pero el papa Clemente VIII hizo una inteligente defensa de la infusi¨®n en 1600: ¡°Esta bebida de Sat¨¢n es tan deliciosa¡ que ser¨ªa una pena que s¨®lo los infieles puedan usarla. Enga?aremos a Sat¨¢n bautiz¨¢ndola y haci¨¦ndola una bebida genuinamente cristiana¡±, escribi¨®.
Juma traza paralelismos entre las t¨¢cticas y argumentos usados en el pasado y los que dominan pol¨¦micas actuales como la de los transg¨¦nicos, el rechazo a las vacunas o la inteligencia artificial. A los transg¨¦nicos se les llama ¡°Comidas Frankenstein¡±. Al caf¨¦ se le tild¨® de ¡°alcohol juvenil¡± en India, y en Inglaterra, Francia y Alemania alertaban de que produc¨ªa esterilidad. Las comidas refrigeradas eran ¡°alimentos embalsamados¡±, el tel¨¦fono, ¡°instrumento del demonio¡± y la margarina ¡°mantequilla de toro¡±.
La supuesta novedad disruptiva de algunos productos es muchas veces la causa para su rechazo. En el caso de los organismos modificados gen¨¦ticamente, se trata de variantes vegetales que han sido modificadas gen¨¦ticamente para producir toxinas Bt, que eliminan a las plagas m¨¢s habituales del ma¨ªz y otros vegetales. A pesar de que el medio de usar el Bt de esta forma es nuevo, el concepto en s¨ª es muy antiguo, tan tradicional casi como la agricultura, pues ya en el antiguo Egipto se usaban toxinas Bt para evitar las plagas en la agricultura, escribe Juma.
La huelga contra los vinilos
En 1942, el sindicato de m¨²sicos m¨¢s importante de EE UU prohibi¨® a sus miembros hacer discos y llam¨® a todos sus miembros a una huelga contra la industria discogr¨¢fica. Pensaban que la grabaci¨®n de canciones acabar¨ªa con la m¨²sica en directo. Los responsables del sindicato llegaron a exigir como compensaci¨®n que las radios contratasen a m¨²sicos y que solo estos estuvieran capacitados para darle la vuelta a los vinilos. En parte ten¨ªan raz¨®n al predecir la p¨¦rdida de muchos empleos, escribe Juma, pero la llegada de los discos transform¨® la industria hasta convertirla en un sistema donde los artistas pueden alcanzar un poder y riqueza impensables.
Juma resalta que nuestras sociedades no han mejorado mucho desde hace seis siglos a la hora de gestionar la llegada de tecnolog¨ªas transformadoras y esto supone un riesgo, pues cada vez m¨¢s dependemos de ellas para afrontar problemas globales como la escasez de alimentos y la pobreza en un planeta superpoblado, el desarrollo de energ¨ªa limpia e inagotable, o la b¨²squeda de nuevos remedios contra las enfermedades de la vejez .
La conclusi¨®n del autor es que ¡°las sociedades no se oponen a las ideas porque sean nuevas, sino porque perciben p¨¦rdida¡±, ya sea de trabajos, ingresos o el desmantelamiento de un modo de vida concreto. Los mismos dilemas que ocasion¨® el caf¨¦ hace siglos est¨¢n hoy presentes con la agricultura transg¨¦nica y, en un futuro, lo estar¨¢n en otros campos. Los m¨¢s acuciantes, dice Juma, son la inteligencia artificial, la edici¨®n gen¨®mica y la impresi¨®n en 3D.
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