Espa?a, al albur de Valle-Incl¨¢n
El escritor introdujo lo esperp¨¦ntico en nuestro idioma para definir lo grotesco que causaba hilaridad y sonrojo. Hoy se echa en falta una voz de esa envergadura que pinte lo que est¨¢ pasando, pero el recurso al pasado nunca es la soluci¨®n
En estos a?os de crisis, con sonados casos de desgobierno y corrupci¨®n, hemos usado, de manera abusiva tal vez, las palabras ¡°esperpento¡± y ¡°esperp¨¦ntico¡± para describir el colapso pol¨ªtico que vive Espa?a. Como se sabe, Valle-Incl¨¢n las introdujo en nuestro idioma con el significado de persona o hecho grotesco que producen hilaridad y sonrojo. En este tiempo se ha echado en falta incluso un nuevo Valle-Incl¨¢n que pintase con rasgos esperp¨¦nticos los acontecimientos de ahora. Si en lo literario tener una figura as¨ª ser¨ªa un regalo incalculable, en lo pol¨ªtico, como se ver¨¢, no lo ser¨ªa en absoluto. En cualquier caso, el an¨¢lisis pol¨ªtico que utiliza argumentos sacados de la literatura constituye una variante del t¨®pico cl¨¢sico que sostiene que la naturaleza imita al arte: nos mostrar¨ªa la imagen del pa¨ªs a trav¨¦s del espejo literario, deformante en este caso. Pero no creo que sea acertado ni clarificador que el analista imite a Valle-Incl¨¢n o que recurra a la deformaci¨®n grotesca para explicar lo que ocurre en la pol¨ªtica espa?ola.
Es cierto que alguien con una mirada tan despiadada como la del escritor gallego podr¨ªa establecer paralelismos entre aquella Espa?a y la nuestra, amplificando los evidentes defectos de la actualidad. Tendr¨ªa material suficiente para hacer una cr¨®nica actualizada de la avaricia y corrupci¨®n siguiendo solo los pasos de algunos s¨¢trapas. Aunque las situaciones no sean comparables, quiz¨¢ no est¨¦ mal que retengamos la visi¨®n de la descomposici¨®n de Espa?a que pint¨® don Ram¨®n, pues ahora, en el a?o en el que se debe conmemorar el 150? aniversario del nacimiento del escritor, todo parece fiarse a la suerte de una baza de cartas favorables. Pero no nos confundamos: la Espa?a de comienzos del siglo XXI poco tiene que ver con la del ¡°ruedo ib¨¦rico¡± valleinclanesco ni con el reinado de Isabel II ni con la inestabilidad de las primeras d¨¦cadas del siglo pasado.
Su mirada sobre la historia nacional fue extravagante, cr¨ªtica, punzante y contradictoria
Por ejemplo, en el inicio de La corte de los milagros se puede leer: ¡°La tea revolucionaria atorbellina sus resplandores sobre la cat¨®lica Espa?a. Las utop¨ªas socialistas y la pestilencia mas¨®nica amenazan convertirla en una roja hoguera. El bandolerismo andaluz llama a sus desafueros rebaja de caudales. El labriego galaico, pleiteante de mala fe, reh¨²sa el pago de las rentas forales. Astures y vizca¨ªnos de las minas promueven ut¨®picas rebeld¨ªas por aumentar sus salarios. El pueblo vive fuera de ley desde los olivares andaluces a las c¨¢ntabras pomaradas, desde los toronjiles levantinos a los mi?otos casta?ares. Falsos ap¨®stoles predican en el campo y en los talleres el credo comunista, y las gacetas del moderantismo claman por ejemplares rigores¡±.
Por la cita, con un estilo que disecciona el final del reinado isabelino, se comprende f¨¢cilmente que, por suerte para nosotros, no estamos en aquella coyuntura, cuando todo estaba a punto de irse a pique. Tampoco debemos olvidar que Valle-Incl¨¢n fue un artista y un creador de la lengua, y no un pol¨ªtico, ni era estadista ni ten¨ªa proyectos para enderezar la suerte de un pa¨ªs que, desde hac¨ªa d¨¦cadas, navegaba a la deriva. No habr¨ªa por qu¨¦ esperarlo en principio de un escritor, pero ¨¦l quiso intervenir en la pol¨ªtica nacional, y lo hizo con escasa fortuna.
Admiraba los caracteres autoritarios y desconfiaba de las soluciones parlamentarias liberales
Su mirada sobre la historia y la pol¨ªtica nacional fue extravagante, cr¨ªtica, m¨¢s a¨²n, punzante, y sobre todo contradictoria. Sus desconcertantes cambios dieron lugar a fuertes bandazos; eso s¨ª, sobre la base de un pensamiento tradicionalista. Defendi¨® posiciones encontradas y dio giros en direcciones contrarias en los ¨²ltimos a?os (muri¨® el 5 de enero de 1936). Un d¨ªa descubri¨® que Mussolini pod¨ªa ser modelo para Espa?a despu¨¦s de quedar fascinado por las reformas que hab¨ªa introducido en Italia, pero al mismo tiempo elogiaba la figura de Lenin, y en su altar particular lo pon¨ªa a la par que el pretendiente carlista Carlos VII. O consideraba a Aza?a un firme director de los destinos de la Rep¨²blica, cuando estaba ya en sus horas bajas: un timonel que podr¨ªa hacer tomar a los espa?oles ¡ªdice¡ª el ¡°aceite de h¨ªgado de bacalao¡± que no quer¨ªan tomarse. En fin, admiraba los caracteres autoritarios, y desconfiaba de las soluciones parlamentarias liberales. Como repiti¨® pocos meses antes de morirse en declaraciones a El pueblo gallego, se consideraba un nost¨¢lgico de la Espa?a en la que los mayorazgos eran centros de grandeza, cultura y seguridad para el pueblo, cuando las leyes las dictaban los se?ores y su autoridad emanaba del respeto a los c¨®digos caballerescos y a la palabra dada.
Todo esto junto explica por qu¨¦ durante a?os fue un activo militante de la Comuni¨®n Tradicionalista, despu¨¦s coquete¨® con el conservador Eduardo Dato, y al final se acerc¨® a republicanos y socialistas, con los que compart¨ªa solo el deseo de que cayese Alfonso XIII, al que desde su ¨®ptica carlista segu¨ªa considerando un monarca ileg¨ªtimo, entregado a los intereses espurios de los liberales. En 1931, despu¨¦s de intrigas y dudas, figur¨® en las listas de candidatos al Congreso de Diputados por el partido de Alejandro Lerroux.
Fue un observador implacable de la descomposici¨®n de Espa?a, desde el triunfo del liberalismo burgu¨¦s, que llev¨® al trono a Isabel II, hasta la dictadura de Primo de Rivera. Ese largo proceso de casi cien a?os lo plasm¨® literariamente en sus obras m¨¢s relevantes. El dibujo resultante de la sociedad y la pol¨ªtica nacional no puede ser m¨¢s negativo. En su escepticismo consideraba que el hombre se reg¨ªa por una suerte de fatalismo determinista, atado como estaba a los instintos m¨¢s bajos. O, como ¨¦l pensaba, la lujuria y la avaricia gobiernan los destinos de las personas, y conducen fatalmente siempre a una muerte dram¨¢tica y absurda. Esto alcanzar¨ªa su m¨¢xima expresi¨®n en sus obras m¨¢s importantes: La guerra carlista, Romance de lobos, Luces de bohemia, Martes de Carnaval, Tirano Banderas o El ruedo ib¨¦rico.
Comparar la actualidad con ¨¦pocas pasadas no parece que ayude a comprender mejor las necesidades pol¨ªticas del presente, porque la Historia no se repite. La situaci¨®n actual poco tiene que ver con la que Valle-Incl¨¢n nos pinta en su obra. Tal vez al carlista que siempre fue ¡ªAza?a dixit¡ª, nuestra situaci¨®n le aconsejase refugiarse en el pasado, en su pasado, cuando, seg¨²n su idealizada visi¨®n, se?ores y siervos avanzaban hermanados y se profesaban respeto mutuo. Una suerte de para¨ªso del Antiguo R¨¦gimen tan idealizado como irreal, un para¨ªso similar pero de sentido inverso, al que atisbamos en los discursos de los profetas y ap¨®stoles de ahora mismo, que, aferr¨¢ndose a herrumbrosos mitos, predican sin mucho rebozo la vieja nueva igualitaria. Convendr¨ªa no insistir en esa l¨ªnea ni recurrir a remedios antiguos para situaciones nuevas. Han pasado muchos a?os, tantos como 150, del nacimiento de Valle-Incl¨¢n.
Manuel Alberca es catedr¨¢tico de la Universidad de M¨¢laga y autor de La espada y la palabra. Vida de Valle-Incl¨¢n, biograf¨ªa que gan¨® el Premio Comillas en 2015.
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