Realidad aumentada

Me he descargado Pok¨¦mon Go para saber d¨®nde est¨¢n Flame Horse y Leviathan. Pero, de momento, son ellos los que saben d¨®nde estoy yo.

Para jugar, he tenido que registrar mi fecha de nacimiento y concederles a los Pok¨¦mon acceso a mi direcci¨®n de email, o sea, a toda mi vida. Por supuesto, para comprar las pelotitas y arroj¨¢rselas, les he pasado los datos de mi tarjeta de cr¨¦dito. Como si fuera poco, el juego conoce mi posici¨®n geogr¨¢fica exacta en cada segundo.

En alg¨²n lugar debo de haber firmado una aceptaci¨®n de condiciones de privacidad que explican c¨®mo se usar¨¢ toda esa informaci¨®n (?Me mandar¨¢n publicidad? ?Se la vender¨¢n a comercios que buscan gente como yo? ?Se la pasar¨¢n a la CIA?). Pero, la verdad, estaba tan ansioso por jugar que no me las he le¨ªdo.

Recientemente, el director de cine Oliver Stone llam¨® a Pok¨¦mon Go "la ¨²ltima arma del capitalismo de vigilancia". Lo dijo mientras presentaba su pel¨ªcula biogr¨¢fica sobre Edward Snowden. ?Se acuerdan de Snowden? Ese hombre revel¨® que el Gobierno norteamericano nos esp¨ªa a todos... Solo para descubrir a continuaci¨®n que a nadie le importa.

Anoche me despertaron de madrugada unos ruidos extra?os. Proven¨ªan de mi estudio. Al acercarme, descubr¨ª a Evil Face revolviendo entre mis cajones. Pens¨¦ en llamar a la polic¨ªa, pero Metalgon me hab¨ªa robado el tel¨¦fono y revisaba su contenido. Quise pedir ayuda a mi esposa, pero la encontr¨¦ en la cocina magre¨¢ndose con Manowar. Al final, me volv¨ª a la cama. Total, los Pok¨¦mon no pueden ser malos. Al fin y al cabo, es solo un juego, ?verdad?