El roc¨ªo del sol, la planta m¨¢gica que fascin¨® a Darwin

El roc¨ªo es la manifestaci¨®n m¨¢s sigilosa del agua. Mucho m¨¢s discreta que la lluvia y los r¨ªos; no hace ni una gota de ruido. Desde una perspectiva cient¨ªfica es una simple condensaci¨®n. No lo cre¨ªan as¨ª los alquimistas. En la Tabla Esmeralda se puede leer: ¡°Su padre es el Sol, y su madre la Luna, el Viento lo llev¨® en su vientre, y su nodriza es la Tierra¡±. En esos tiempos, se recolectaba para extraer el esp¨ªritu universal y emplearlo como una poderosa medicina. Por eso, los alquimistas fueron tras el roc¨ªo del sol, una planta con secreciones parecidas al roc¨ªo de la ma?ana.

Los qu¨ªmicos del medievo intentaron en vano fabricar un elixir de vida a partir del roc¨ªo del sol. Las propiedades de esta planta no son tan prodigiosas, pero s¨ª que pueden aliviar el carraspeo. En el S.XII, Matthaeus Platearius, un m¨¦dico de la escuela italiana de Salerno, la apod¨® ¡°hierba sole¡± y describi¨® sus efectos curativos en el Libro de las Medicinas Simples. Desde entonces, los herbolarios han recomendado el roc¨ªo del sol para remediar la tos, la bronquitis o el asma. Hoy en d¨ªa, se ha demostrado que ciertamente tiene propiedades antitusivas, ya que reduce la inflamaci¨®n y calma los espasmos. Pero m¨¢s all¨¢ de su uso medicinal, esta planta sorprende por su biolog¨ªa.

El roc¨ªo del sol es un grupo de plantas insect¨ªvoras conocidas como Drosera. Tanto su nombre cient¨ªfico como el vulgar hacen alusi¨®n a las gotas de las hojas. Nombres po¨¦ticos que chocan con la cruda realidad, ?las gotas son una trampa mortal! Se trata de un muc¨ªlago con az¨²cares que les sirve para atraer a los insectos y engancharlos. Las gotas del roc¨ªo del sol no se evaporan, todo el contrario, se solidifican para atrapar a las presas. El insecto, fatigado o asfixiado, muere envuelto por el pegajoso muc¨ªlago. El mismo Charles Darwin qued¨® fascinado ante tal m¨¢quina de matar, y lleg¨® a decir: ¡°Hoy por hoy, me importa m¨¢s la Drosera que el origen de todas las especies del mundo¡±.

Las gotas del roc¨ªo del sol no se evaporan, todo el contrario, se solidifican para atrapar a las presas

Antes de que apareciera Charles Darwin en escena, se sab¨ªa que las plantas insect¨ªvoras cazan insectos, y poca cosa m¨¢s. El gran naturalista se pregunt¨® y descubri¨® el porqu¨¦. Durante el verano de 1860 en Sussex, le llam¨® la atenci¨®n la gran cantidad de insectos capturados por las hojas de Drosera rotundifolia. Para averiguar qu¨¦ buscan en esas matanzas, Darwin dise?¨® un simple y eficaz experimento: deposit¨® sustancias de dos tipos en las hojas. Por un lado, aceite de oliva, agua o sirope, y por el otro carne, orina o clara de huevo. Asombrado por el hallazgo, escribi¨® a su ¨ªntimo amigo el gran bot¨¢nico sir Joseph Dalton Hooker: ¡°Realmente hay un aspecto muy curioso¡­ las hojas pueden distinguir, por peque?a que sea la cantidad, las sustancias nitrogenadas y las que no los son¡±. La clave del enigma era el nitr¨®geno.

En su libro, Plantas Insect¨ªvoras, Charles Darwin concluy¨®: ¡°... teniendo en cuenta la naturaleza del suelo en el que crece, el suministro de nitr¨®geno ser¨ªa extremadamente limitada, o bastante deficiente, a menos que la planta pudiera obtener este importante elemento de los insectos capturados¡±. Las plantas insect¨ªvoras se suelen encontrar en lugares donde el suelo es pobre en nutrientes, como las tierras ¨¢cidas pantanosas y los farallones rocosos. Por eso, han desarrollado todo tipo de se?uelos y trampas para cazar animales, y luego ¡°comerlos¡±. Las fuentes de nitr¨®geno se obtienen a trav¨¦s de las ra¨ªces, y tambi¨¦n a trav¨¦s de las hojas, que digieren y asimilan las prote¨ªnas de los insectos, y otros artr¨®podos.

Las plantas insect¨ªvoras se suelen encontrar en lugares donde el suelo es pobre en nutrientes, como las tierras ¨¢cidas pantanosas y los farallones rocosos

Gracias a la observaci¨®n y a la experimentaci¨®n, Darwin descifr¨® el verdadero motivo de la cacer¨ªa: las plantas insect¨ªvoras adquieren el nitr¨®geno que les falta de sus presas. El naturalista m¨¢s famoso de la historia, con ojos de ni?o -para examinar con curiosidad- y cabeza de adulto -para estudiar con raciocinio- revel¨® un nuevo descubrimiento hasta ese momento ignorado. Otra vez, demostr¨® al mundo que sin m¨ªstica y con preguntas acertadas, se puede dar respuesta a los misterios naturales.