Jes¨²s Quintero
?l preguntaba, escuchaba y callaba de un modo que nos embeles¨®. Era f¨¢cil de parodiar pero imposible de imitar
Mercedes Moncada tuvo la buena idea de sumergirse en el archivo de Jes¨²s Quintero y, a partir de sus miles de entrevistas, construir un documental, Mi querida Espa?a. Verlo me ha devuelto a mis a?os de universidad, en la primera mitad de los ochenta. En nuestro piso no hab¨ªa televisi¨®n y el peque?o transistor no dejaba de sonar. Mi hermana y yo dese¨¢bamos que llegara el Shine on You Crazy Diamond, de Pink Floyd, que abr¨ªa El loco de la colina.Quintero preguntaba, escuchaba y callaba de un modo que nos embeles¨®. Era f¨¢cil de parodiar pero imposible de imitar.
En el programa se colaba el clima excitante de los ¨²ltimos d¨ªas de la Transici¨®n, los del 23-F, el arrase del PSOE y la movida. Los protagonistas eran de primera pero tambi¨¦n brillaban los m¨¢s estrafalarios, marginales o audaces. Se dec¨ªan cosas que no se dec¨ªan en ninguna otra parte. A los entrevistados se les escuchaban las tripas. Algunas charlas las grababa en cintas de casete y las o¨ªa una y otra vez. El Loco logr¨® que La Pasionaria rezara el Padrenuestro en lat¨ªn, que Jos¨¦ Luis Sampedro soltara una perla subversiva detr¨¢s de otra o que Felipe Gonz¨¢lez no solo hablara de pol¨ªtica justo despu¨¦s del 28 de octubre del 82. Una noche se encontr¨® con que no hab¨ªa ni guiones ni invitados. Pidi¨® ayuda a los oyentes y su madre, una campesina de San Juan del Puerto, se present¨® en la radio para lo que hiciera falta.
Sin abdicar de su estilo, Quintero se mantuvo como una estrella durante 30 a?os, d¨¢ndole la vuelta a las cosas y a la Espa?a menos anodina de su tiempo.
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