?Debemos arrepentirnos de los ODS?
La verbena de los ODS, en Technicolor. Foto: ONU.
[Esta entrada se publica simult¨¢neamente en el blog Health is Globaldel Instituto de Salud Global de Barcelona.]
Cuando ya ha pasado casi un a?o desde que la comunidad internacional enterrase los Objetivos del Milenio y diese el pistoletazo de salida a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), uno empieza a preguntarse si todo esto acabar¨¢ en algo m¨¢s que un festival ret¨®rico. A menos que se tomen medidas urgentes para aterrizar los compromisos, la idea de reemplazar un pu?ado de objetivos limitados pero relevantes, comprensibles y realizables por esta suerte de self-service del desarrollo sin obligaciones inmediatas podr¨ªa tener consecuencias para millones de personas.
Consideren el caso de la salud. La agenda de los ODM estaba centrada en una serie de metas vinculadas casi de forma exclusiva a la salud reproductiva y materno-infantil, la desnutrici¨®n y las enfermedades infecciosas. Tal vez era una lista de prioridades limitada, s¨ª, pero ?poco ambiciosa? Eso habr¨ªa que pregunt¨¢rselo a los 6 millones de ni?os cuyas vidas son salvadas cada a?o como consecuencia de las decisiones derivadas de esta agenda. Globalmente son 17.000 muertos menos cada d¨ªa que en 1990 y un avance tect¨®nico en regiones como Am¨¦rica Latina y Asia del Este.
Los ODS ven esta apuesta y la elevan de un modo que no tiene precedentes hist¨®ricos. Por primera vez y para el conjunto de regiones del planeta, la humanidad se conjura para introducir una cobertura universal de salud frente al riesgo financiero, enfrentar las enfermedades cr¨®nicas y abordar los determinantes socioecon¨®micos y medioambientales de la salud, entre otras metas. Cada uno de estos asuntos son relevantes en s¨ª mismos y en el modo en que interact¨²an con los dem¨¢s generando c¨ªrculos viciosos de enfermedad y pobreza.
Dir¨¢n ustedes que ser¨ªa una locura quedarnos con la parte si podemos ponernos a trabajar en el todo, pero esto solo es cierto si en el cambio no se diluyen las prioridades y responsabilidades hasta dejar los compromisos en una mera declaraci¨®n de intenciones. El valor de un proceso de este tipo se reduce a la posibilidad de llevarlo a cabo. Es decir, a la voluntad de los gobiernos para presentar planes de acci¨®n concretos que incluyan objetivos pol¨ªticos y presupuestos para alcanzarlos. En este sentido, la reuni¨®n de alto nivel que tuvo lugar en Nueva York la semana pasada fue un cubo de agua fr¨ªa. De los 193 pa¨ªses firmantes de los ODS, solo 24 presentaron un primer plan de acci¨®n voluntario.
Cierto que incluso esta peque?a muestra permite intuir las posibilidades del proceso. Alemania, por ejemplo, present¨® un documento de casi 60 p¨¢ginas que repasa los retos de la agenda dentro y fuera de su pa¨ªs y toca aspectos tan pol¨ªticamente radioactivos como la lucha contra la evasi¨®n fiscal o la revisi¨®n del salario m¨ªnimo. Si otras potencias como Estados Unidos o Gran Breta?a siguen el ejemplo, estos planes van a ser le¨ªdos como literatura er¨®tica.
De Espa?a, ay, no pudimos conocer ni sus preferencias en el men¨² de la cafeter¨ªa. Este blog no ha sabido averiguar si alg¨²n preboste del Ministerio de Asuntos Exteriores tuvo un rato para pasearse por la reuni¨®n, pero si lo hizo ser¨ªa para hablar poco, porque no hay ning¨²n plan nacional a la vista. Y esto es un problema. Si hemos de hacer caso al nuevo sistema de indicadores sobre cumplimiento de los ODS presentado la semana pasada por la Sustainable Development Solutions Network y la Fundaci¨®n Bertelsmann, solo un esfuerzo urgente, decidido y continuado permitir¨¢ poner en funcionamiento la sofisticada maquinaria de los ODS. De lo contrario, m¨¢s nos hubiese valido quedarnos con el utilitario.
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