Por qu¨¦ el fraude no tiene coste electoral
La permisividad puede explicar en buena medida la falta de sanci¨®n tajante para corruptos e imputados
?Por qu¨¦ la bolsa com¨²n de los espa?oles est¨¢ casi siempre como unos zorros? Unos dir¨¢n: por la crisis, porque el Gobierno baja impuestos cuando no debe, porque los ricos se escapan con sus ingenier¨ªas fiscales... Hay mucho de esto, s¨ª. Pero tampoco es ocioso pensar algo m¨¢s tras el reconocimiento de Pablo Echenique, dirigente de Podemos, de que no hizo bien las cosas al dejarse asistir por una persona sin contrato ni Seguridad Social. Tema absolutamente menor para unos, por sus enormes diferencias con las grandes corrupciones; grave, en cambio, para los deseosos de demostrar que la nueva pol¨ªtica no tiene lecci¨®n alguna que dar a la de siempre.
Todo parte de las explicaciones de Echenique al caso de su asistente: la culpa es del sistema, que mantiene bajo m¨ªnimos la ley de dependencia y obliga a la gente modesta a prescindir de las formalidades de la econom¨ªa legal. Cabe deducir de ello que enga?ar un poquito al sistema p¨²blico, hurtarle cuatro duros por aqu¨ª y otros cuatro por all¨¢, responde a un estado de necesidad, ayuda a reparar la injusticia social. Cuando esa permisividad se extiende a decenas o cientos de miles de defraudadores (grandes, medianos, peque?os, min¨²sculos), se entiende mejor la falta de coste electoral de los fraudes en Espa?a. No hay que derramar tantas l¨¢grimas de cocodrilo: la permisividad puede explicar en buena medida la falta de sanci¨®n tajante para corruptos, imputados y presuntos variados.
Hay que acabar con la arraigada convicci¨®n de que el dinero de los sistemas p¨²blicos no es de nadie. Los pol¨ªticos suben o bajan las tarifas de impuestos, tasas o cotizaciones sociales, persiguen el fraude o hacen la vista gorda: ese es su margen y su responsabilidad. Lo que de ning¨²n modo deben hacer es alentar la idea de que la caja com¨²n no es de nadie, y por lo tanto, que a nadie se perjudica provoc¨¢ndole m¨²ltiples agujeros, disculpables siempre que sean peque?os.
Hay pa¨ªses donde se persiguen las irregularidades. Por ejemplo, los del norte de Europa, tan alabados por la dirigencia de Podemos. O los Estados Unidos, donde los presidentes George W. Bush o Bill Clinton tuvieron que renunciar al nombramiento de colaboradores de muy elevada posici¨®n al descubrirse que estos contaban con servidores en situaci¨®n ilegal y cuyos empleadores omit¨ªan por tanto los impuestos correspondientes. La excusa de que ¡°lo hace todo el mundo¡± es demasiado irritante.
Lo de la vieja y la nueva pol¨ªtica es ret¨®rica vac¨ªa si tanto los que llevan muchos a?os viviendo del dinero de los contribuyentes, como los que han comenzado a hacerlo m¨¢s recientemente, no empiezan por reconocer que a todos se les paga de la misma bolsa. Un programa dif¨ªcil, pero sensato, ser¨ªa darle la vuelta a la permisividad hacia corrupciones, fraudes y corruptelas. Pero nunca se alcanzar¨¢ tal objetivo si los personajes p¨²blicos justifican faltas de diversos tama?os en que lo hacen muchos, cuando no todos.
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