La ni?a que cambi¨® las piedras por los libros
Soy Isabela, residente de quinto a?o de medicina. Estoy convencida de que hay otro camino y de que el mundo est¨¢ cambiando para mejor
Una tarde de septiembre aterrizo en Santo Domingo y me recoge una mujer sonriente con un cartel con mi nombre. No conoc¨ªa a Dolores, apenas hab¨ªa intercambiado un par de correos electr¨®nicos con ella. Nos subimos en su camioneta camino a Sabana Yegua, en la frontera con Hait¨ª, a casi dos horas de viaje por una carretera mal asfaltada y oscura. Por la ventana veo una manifestaci¨®n, la gente enciende fuegos en protesta, ambiente tropical y mucha miseria.
Llegamos de noche a casa de Sonia, una vivienda de bloques de hormig¨®n y techos de l¨¢mina, con habitaciones comunes, sin agua corriente ni luz el¨¦ctrica. Esa noche, cuando me meto a mi cama, en el pasillo de esa casa sin puertas, solo pienso: 'Isabela, ?pero qu¨¦ est¨¢s haciendo t¨² aqu¨ª?' Me dorm¨ª sin saber que ser¨ªa una de las experiencias m¨¢s enriquecedores que he tenido en la vida. Una experiencia que aportar¨ªa valores, ideas y me har¨ªa cambiar la manera de ver el mundo.
Hace muchos a?os que mi familia tiene relaci¨®n con Dolors Pu¨¦rtolas y Nuevos Caminos, la asociaci¨®n a la que apoyamos por su trabajo en Rep¨²blica Dominicana. Trabajan desde hace a?os en el municipio de Sabana Yegua, ubicado a 130 kil¨®metros al suroeste de Santo Domingo, en la provincia de Azua. Con 30.000 habitantes y 7.000 familias, la mayor¨ªa vive de trabajos espor¨¢dicos y la agricultura de subsistencia, sin una fuente continua de ingresos. Como resultado de esto, la inseguridad alimentaria afecta al desarrollo de los m¨¢s peque?os de la familia. Las infraestructuras p¨²blicas, como colegios, escuelas o centros m¨¦dicos, son muy precarias y, seg¨²n el ¨²ltimo censo, el 13% de las familias no tienen acceso a un ba?o digno, no viven con las condiciones m¨ªnimas de salubridad.
Nunca pens¨¦ que tres semanas que estuve en la isla dar¨ªan para tanto ?Y qu¨¦ no hice! Entre otras cosas, organic¨¦ unas clases de ingl¨¦s para los ni?os del pueblo. En esas clases hab¨ªa ni?os de siete a 17 a?os, y lo primero que me sorprendi¨® fueron sus ganas de que alguien los mirara, les ense?ara y tambi¨¦n los ri?era. Podr¨ªa contar muchas historias de esos ni?os y ni?as, pero hubo dos personas que llamaron mi atenci¨®n y se quedaron en mi coraz¨®n.
Harold cambi¨® las tijeras y las piedras por los libros. De los primeros d¨ªas dando clase recuerdo un grito intenso y girarme para ver como una ni?a enfadad de siete a?os hac¨ªa intentos por clavarle las tijeras a su compa?ero, que le doblaba la edad. La discusi¨®n sigui¨® en el patio, donde se dedicaron a tirarse piedras. Os pod¨¦is imaginar mi asombro e impotencia. Lo llamativo y conmovedor fue que, tras unos d¨ªas de clase, ya era la primera en llegar y esperarme atenta sentada en la puerta del aula, deseosa de que empezara la clase. Para esta chica, con muchas ganas de que alguien creyera en ella, la atenci¨®n de un adulto cambi¨® su mundo.
Ricardo es la otra persona con quien establec¨ª un v¨ªnculo especial. Era una esponja deseando aprender ingl¨¦s, y me ped¨ªa lecturas, deberes y trabajo para las tardes, para avanzar m¨¢s r¨¢pido en su aprendizaje. No hab¨ªa horas suficientes para ¨¦l, siempre quer¨ªa m¨¢s: libros, clases, deberes, ejercicios¡ Ricardo acab¨® siendo el traductor de los m¨¦dicos de Estados Unidos que participaron en la campa?a oftalmol¨®gica de ese a?o. Meses m¨¢s tarde, estuvo colaborando en las clases de una voluntaria estadounidense y, cuando ella se fue, Ricardo se convirti¨® en el profesor de ingl¨¦s de menores y adultos en la comunidad.
Desde sus inicios hace 35 a?os, Nuevos Caminos ha mantenido una clara apuesta por la educaci¨®n, apoyando diversas iniciativas, desde la convicci¨®n de que sin educaci¨®n no hay desarrollo. Gracias a la financiaci¨®n de becas de estudios, programas de apoyo escolar, creaci¨®n de bibliotecas, construcci¨®n y equipamiento de escuelas, se ha conseguido asegurar la educaci¨®n de m¨¢s de 15.000 personas, ni?as como Harold y j¨®venes como Ricardo.
No se trata de caridad sin fin y sin criterio, los proyectos se analizan caso por caso y se persigue la autonom¨ªa de quienes se benefician de ello
A d¨ªa de hoy, y gracias a una beca recibida a trav¨¦s de Nuevos Caminos, est¨¢ estudiando en la universidad. Las becas le dan a chicos como Ricardo, la oportunidad de un futuro mejor para ¨¦l y para toda su familia. Y desde mi experiencia he podido comprobar c¨®mo invertir en educaci¨®n es invertir en su futuro. Ricardo hoy est¨¢ cambiando su mundo y el de aquellos que le rodean.
No era mi primera experiencia de voluntariado, antes hab¨ªa estado en Calcuta (India) y en Ghana (?frica). Sin duda, Rep¨²blica Dominicana ha sido la experiencia que m¨¢s me ha convencido de todas ellas. Ese verano con Nuevos Caminos fue definitivo y descubr¨ª tres elementos muy importantes a trav¨¦s de ellos. Primero, que cada euro invertido desde este tipo de organizaciones tiene un prop¨®sito, un proyecto y una historia detr¨¢s. All¨ª tambi¨¦n se reconoce, con el liderazgo correcto, que detr¨¢s de ese apoyo hay un esfuerzo que hacen personas donantes en Espa?a. Por tanto, no se trata de caridad sin fin y sin criterio, los proyectos se analizan caso por caso y se persigue la autonom¨ªa de quienes, como Ricardo, se benefician de ello. Finalmente, se cree en las personas, en su potencial y esfuerzo, se invierte en ellas para que cambien as¨ª su realidad. Se comparte, por tanto, la esperanza de que las cosas pueden cambiar.
Soy Isabela, residente de quinto a?o de medicina. Estoy convencida de que hay otro camino y de que el mundo est¨¢ cambiando para mejor. Ricardo ¡ªcon quien sigo en contacto a trav¨¦s de Facebook¡ª, Harold y tantos otros est¨¢n haciendo de mi mundo un lugar mejor.
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