Etiop¨ªa: la sequ¨ªa silenciosa
Etiop¨ªa sufre su peor sequ¨ªa en 50 a?os debido al fen¨®meno El Ni?o. A trav¨¦s de la ONG Ayuda en Acci¨®n descubrimos los rostros que sufren la falta de lluvia
Viaj¨¦ a Etiop¨ªa por primera vez hace unos meses para tratar de conocer de cerca y explicar mejor un drama que parec¨ªa inexistente: d¨ªa tras d¨ªa rastreaba su pista en los telediarios para comprobar que el binomio ¡°sequ¨ªa¡± y ¡°?frica¡± no era noticia. ¡°?Emergencia en Etiop¨ªa? Vaya, no hab¨ªa o¨ªdo nada de eso¡±, no dejaba de o¨ªr con impotencia las semanas previas al viaje mientras me afanaba en recopilar esos datos oficiales para intentar demostrar realidades lejanas a los que nos agarramos quienes nos dedicamos a la comunicaci¨®n: ¡°ocho de cada 10 et¨ªopes viven de la agricultura. En el ¨²ltimo a?o han sufrido la p¨¦rdida de hasta el 90% de las cosechas debido a la peor sequ¨ªa de los ¨²ltimos 50 a?os. 7,5 millones de agricultores necesitan ayuda de forma urgente¡±. El mazazo de realidad fue llegar a las tierras resquebrajadas y pedregosas de Wukro que se extienden hasta donde el sol abrasador diluye la l¨ªnea de horizonte. All¨ª, agricultores como Abbadi tiran de bueyes para arar la media hect¨¢rea de la que depende toda su familia mientras preguntan ¡°me dar¨¦is semillas, ?verdad?¡±.
Prueba de ese ese car¨¢cter luchador que caracteriza al ¨²nico pueblo del continente africano que nunca fue colonizado es Emba Haliwo, para m¨ª un ejemplo de resiliencia y de aprendizaje. La ladera de la monta?a est¨¢ formada por terrazas para facilitar la infiltraci¨®n del agua, evitar que esta se quede en la capa superficial y poder aprovecharla para cultivos. ¡°Tanto en casos de sequ¨ªa como en inundaciones, la estrategia es la misma: retener el agua y que esta se infiltre¡±, me explic¨® Leonardo Viaggi, consultor experto en emergencias. No pude evitar entonces asomarme a uno de los pozos: en el fondo, no se ve¨ªa ni mi reflejo ni el del cielo, apenas un peque?o charco de agua verde. En el camino de vuelta estuve callada, como quien acompa?a a los que han perdido una batalla.
En Ayuda en Acci¨®n llevamos trabajando desde 2002 en Etiop¨ªa y asegurar el agua ha estado siempre entre las prioridades. Desde que nos llegaron las primeras voces de alarma de esta crisis, pusimos en marcha un operativo de urgencia con nuestro socio local ActionAid y hasta la fecha hemos conseguido llevar agua a m¨¢s de 70.000 personas en tres de las regiones prioritarias de la emergencia: Orom¨ªa, Amhara y Tigray. La distribuci¨®n de semillas ¡ªotra de las principales carencias a d¨ªa de hoy¡ª ha llegado ya a 2.000 familias. Me emociona pensar los puentes que hemos tendido entre Espa?a y Etiop¨ªa, a m¨¢s de 5.000 kil¨®metros de distancia, no solo entre nuestros socios y socias (que siempre se han volcado con las crisis humanitarias), sino entre personas an¨®nimas que no colaboraban anteriormente con nosotros pero se han comprometido con este drama. Seguimos trabajando por Etiop¨ªa, por personas como Abbadi, Yeshin, Sisay o Tsega. No podemos dejarles caer.
Los bidones amarillos de agua se han convertido para m¨ª en el s¨ªmbolo de la sequ¨ªa en Etiop¨ªa. Durante las dos semanas que pas¨¦ recorriendo el norte del pa¨ªs, no dej¨¦ de ver a mujeres y ni?as ¡ªlas principales responsables de que haya agua en los hogares¡ª cargando a sus espaldas con los pesados?jerikans. O haciendo largas colas en los puntos de distribuci¨®n de Ayuda en Acci¨®n como este de Mekane Birham, donde mujeres como Yeshin Fante, madre de cinco hijos, me confesaron mientras esperaban su turno: ¡°tengo miedo de que la lluvia no vuelva¡±. En ocasiones, aparec¨ªan en medio de los paisajes m¨¢s insospechados, en no man?s land que, imaginaba, distaban kil¨®metros de sus casas. En cierto modo, esa visi¨®n generaba un cierto sentimiento de culpa de que tu camino al agua fuera de tan solo un segundo: el que tardas en hacer el gesto de abrir un grifo.
¡°El problema del agua es un problema de mujeres¡±
¡°El problema del agua es un problema de mujeres¡±, aseguraba Wubalech Admasu, la responsable del Comit¨¦ del agua de Janamora. En su ¨¢rea, cada una de las 14 fuentes abastece a 250 hogares, con una media de seis personas por familia. La capacidad de abastecimiento se ha visto mermada, por lo que han tenido que recurrir a construir nuevos pozos. Sin embargo, solo uno de cada tres perforaciones es exitosa y encontrar recursos para llevarlas a cabo no es tarea f¨¢cil. Como no lo es que las mujeres tomen la palabra. Encontr¨¦ muchas dificultades en Etiop¨ªa para hablar con las mujeres. En presencia de hombres, son ellos los que lideran las conversaciones¡ y les encanta que les escuchen y hablar largo y tendido. Ellas, sin embargo, se hacen peque?as, relegadas a un segundo plano por el patriarcado dominante en el pa¨ªs. Por eso, en nuestra organizaci¨®n hemos puesto a las mujeres al frente de la gesti¨®n del agua en los comit¨¦s y tambi¨¦n en el d¨ªa a d¨ªa en los puntos de distribuci¨®n. Para que ellas tengan la llave que da acceso al agua en Etiop¨ªa.
En un pa¨ªs donde los adultos lidian por sobrevivir desde que sale el sol y los ni?os pierden la infancia demasiado pronto y asumen responsabilidades como traer el agua, trabajar la tierra o cuidar de los hermanos menores, el juego no tiene lugar. Action Aid, la contraparte et¨ªope de Ayuda en Acci¨®n, organiz¨® durante mi viaje un taller de comunicaci¨®n en Mekane Birham en el que uno de los ejercicios consist¨ªa en repartir un alfiler y un globo a cada participante sin darles pautas. En lugar de tratar de explotar los globos de los dem¨¢s, todos se dedicaron a lanz¨¢rselos entre ellos para que no tocaran el suelo. Sus caras eran el vivo retrato de la felicidad. Por espacio de unos minutos, la falta de agua o las cosechas perdidas se hab¨ªan quedado aparcadas fuera.
Con la experiencia acumulada de graves sequ¨ªas anteriores ¡ªcomo la de los a?os 80, en la que muri¨® un mill¨®n de personas y que convirti¨® a Etiop¨ªa en epicentro del hambre en el mundo¡ª, el Gobierno ha respondido a la emergencia en coordinaci¨®n con la ONU y las ONG. Aunque la emergencia no ha llegado a declararse, las autoridades hicieron un llamamiento a la comunidad internacional de 1.500 millones de d¨®lares, de los cuales se ha cubierto solo la mitad. Nos entrevistamos con Wube Zewdu, el Vice-administrador del kebele (localidad) de Mekane Birham para que nos explicara cu¨¢l era la situaci¨®n all¨ª: ¡°Adem¨¢s de excavar pozos y del reparto de agua en camiones con Ayuda en Acci¨®n, estamos distribuyendo alimentos para 72.000 personas. Ahora necesitamos desesperadamente dar de comer a los animales para que no se pierda su principal medio de vida¡±.
En un pa¨ªs donde los adultos lidian por sobrevivir desde que sale el sol y los ni?os pierden la infancia demasiado pronto , el juego no tiene lugar
Los estilizados rasgos nubios de los y las et¨ªopes y sus miradas profundas que parecen haber mirado a la muerte de frente atrajeron mi atenci¨®n desde el primer instante. Tambi¨¦n la veneraci¨®n que profesan por sus mayores. Al llegar a Awchara, donde se encuentra uno de los puntos de distribuci¨®n de Ayuda en Acci¨®n, se hizo el silencio para escuchar a Sisay Demanu, el hombre m¨¢s mayor de su comunidad (69 a?os, la esperanza de vida media en Etiop¨ªa): ¡°Es la peor sequ¨ªa que recuerdo desde 1984. Para las siguientes generaciones desear¨ªa que no tuvieran que pasar por lo que nosotros estamos sufriendo¡±. Ese deseo y esas plegarias se alzan al cielo. ¡°Rezamos cada d¨ªa para que llegue la lluvia¡±, aseguraba el sacerdote ortodoxo Merigeta Hailemariam Gessesew antes de entonar un salmo a la entrada de una escuela rural de Killte Awaelo, donde el absentismo escolar ha empezado a hacer acto de aparici¨®n porque, sin alimentos, los ni?os no tienen fuerzas para seguir las clases.
El cami¨®n de Ayuda en Acci¨®n que abastece el dep¨®sito de Awchara realiza todos los d¨ªas el camino hacia un r¨ªo cercano, del que extrae el agua y que a simple vista parece seco. Su capacidad es de 10.000 litros y de ¨¦l se abastecen 220 personas. Est¨¢ situado al lado de la escuela rural -de adobe y paja y con apenas una pizarra como ¨²nico mobiliario-, una buena oportunidad para distribuir el agua despu¨¦s de las clases. Ese d¨ªa al cami¨®n le falt¨® combustible para llegar y el reparto se retras¨® un poco. En el destino, decenas de personas esperaban el preciado recurso del que dependen tantas familias.
En Etiop¨ªa solo dos de cada 10 hogares rurales disponen de agua corriente y casi la mitad depende de fuentes y pozos p¨²blicos para abastecerse. El dato estremece pero no es nada comparado con asistir a ese reparto. Ver c¨®mo cada d¨ªa decenas de personas llegan desde todos los puntos de aldeas cercanas como en una suerte de peregrinaje hasta el punto de distribuci¨®n como este de Ayuda en Acci¨®n en Kittle Awaelo, c¨®mo unos vecinos se avisan a otros, c¨®mo la mujer responsable de la gesti¨®n lleva el recuento para que el reparto sea equitativo y, al acabar, arranca la caravana andante bajo un sol de justicia para llevar de vuelta el agua a los hogares. Y as¨ª, d¨ªa tras d¨ªa.
En Etiop¨ªa solo dos de cada 10 hogares rurales disponen de agua corriente y casi la mitad depende de fuentes y pozos p¨²blicos para abastecerse
Recopilando informaci¨®n sobre el problema del agua, le¨ª que en todo el mundo, las mujeres invierten 200 millones de horas al d¨ªa en recoger agua, hasta un tercio de su jornada de trabajo. ?Imagin¨¢is que la mayor parte de la vida de una mujer consistiera en buscar y traer un bien de primera necesidad? En Etiop¨ªa no es extra?o verlas caminar durante horas en medio de paisajes inhabitados cargadas con los 'jerikans' y sus hijos peque?os. Esta tarea, que comienza a muy temprana edad, les provoca en ocasiones desplazamiento del ¨²tero y problemas para tener hijos. Adem¨¢s, les impide que puedan completar su educaci¨®n. En Etiop¨ªa, la mitad de las mujeres rurales carece de estudios. Esa falta de oportunidades hace que su mundo sea muy peque?o. La distancia que las separa del agua¡ y que las lleva de vuelta a sus hogares.
Hoy, 2,5 millones de menores y mujeres en Etiop¨ªa sufren desnutrici¨®n moderada ¡ªa los que hay que sumar 450.000 ni?os con desnutrici¨®n severa¡ª, y que se ha visto agravado por la extrema sequ¨ªa. En el espacio de apenas unos pocos metros cuadrados, en la unidad de nutrici¨®n en el centro de salud de Kittle Awaelo, una veintena de madres se agolpan con sus hijos. Aparentemente, tienen buena salud, pero las mediciones de peso, altura y contorno del brazo revelan falta de crecimiento en todos ellos. Mientras la enfermera Freweini me ense?a sus historiales m¨¦dicos, no dejo de pensar que, en el fondo, en todas partes del mundo todos queremos las mismas cosas b¨¢sicas: un techo sobre nuestras cabezas, un trabajo que nos d¨¦ de comer, salud para nuestros hijos.
¡°Solo deseo en la vida salud para mis hijos¡±, dice Tsega (a la izquierda), de 28 a?os y mirada profunda y azabache, mientras recibe de manos de una enfermera una bolsa con suplementos nutricionales para sus hijos, que acaban de pasar el control semanal. Melat (4 a?os y medio) pesa 12,5 kilos y Milkina (1 a?o y medio) 8,5 kilos. Ambos, cuentan con un peso un 30% inferior al que les corresponder¨ªa para su edad, lo que a buen seguro les acarrear¨¢ problemas de desarrollo en el futuro y una herencia desfavorable para las siguientes generaciones. Es el c¨ªrculo vicioso del hambre. En la foto de la derecha una madre y su hijo descansan en el ¨¢rea de neumon¨ªa del hospital de Wukro, donde una atm¨®sfera enrarecida nos hace salir fuera al poco rato.
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