Fidel, un icono ¡®kitsch¡¯
El culto a Fidel Castro existe, aunque no ha necesitado monumentos. Cuidar el legado del Comandante es una manera f¨¢cil de ocultar la conveniencia del mercado y, a la vez, evitar una reconstituci¨®n democr¨¢tica del r¨¦gimen
Se dice con frecuencia que en Cuba no se ha producido un culto a la personalidad equivalente al de Stalin en la URSS, Mao en China o la dinast¨ªa gobernante en Corea del Norte porque en esa isla caribe?a no hay estatuas ni monumentos consagrados a Fidel Castro. Lo cierto es que el culto fidelista no ha recurrido a la monumentalidad porque no la necesita o porque ha tenido tiempo para aprender lecciones de los estragos del stalinismo, el mao¨ªsmo y otras simbolog¨ªas totalitarias.
Fidel Castro favoreci¨® personalmente la reproducci¨®n masiva de bustos de Jos¨¦ Mart¨ª, la construcci¨®n del enorme mausoleo al Che Guevara en Santa Clara y un exhaustivo ceremonial de efem¨¦rides revolucionarias que colm¨® el calendario c¨ªvico de los cubanos por 57 a?os. El rol de oficiante de esa nueva liturgia, que lo convirti¨® en una inagotable m¨¢quina reproductora de paneg¨ªricos y oraciones f¨²nebres, era una forma indirecta de veneraci¨®n p¨²blica. Al hacerse del poder de decidir quien entraba o sal¨ªa del pante¨®n heroico de la isla, Castro aseguraba su supremac¨ªa ic¨®nica.
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La sobriedad medi¨¢tica del socialismo real, sobre todo en la d¨¦cada de 1970, y la alta calidad de la cultura gr¨¢fica cubana, hicieron que el mal gusto del culto a la personalidad de Fidel no emergiera plenamente hasta las ¨²ltimas d¨¦cadas. Fue justamente tras ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, en los a?os noventa, y especialmente con la llamada ¡°batalla de ideas¡± de la primera mitad del 2000, que el fidelismo comenz¨® a circular abiertamente en toda su desfachatez intelectual, por medio del establecimiento informal del 13 de agosto, d¨ªa del cumplea?os de Castro, como fiesta de la cultura nacional.
En el verano de 2006, cuando el l¨ªder cumpli¨® 80 a?os, en medio de la convalecencia por una enfermedad intestinal que lo apart¨® del poder, los medios oficiales armaron una miscel¨¢nea pat¨¦tica de poemas, apolog¨ªas y alabanzas de cientos de celebridades del planeta. Bajo el t¨ªtulo de Absuelto por la Historia, los asesores de imagen del castrismo compilaron elogios de Juan Domingo Per¨®n, Naomi Campbell, David Rockefeller, Arthur Schlesinger Jr., Robert Redford y otras estrellas de Hollywood, adem¨¢s de agasajos literarios de Carilda Oliver, ?ngel Augier, Miguel Barnet, Nancy Morej¨®n, Eusebio Leal y lo peor de la literatura oficial.
Los Gobiernos de la ¡°alianza bolivariana¡±, en aquellos a?os de delicada recuperaci¨®n m¨¦dica de Castro, especialmente el venezolano de Hugo Ch¨¢vez, el boliviano de Evo Morales y el ecuatoriano de Rafael Correa, jugaron un papel clave en la vulgarizaci¨®n del culto. Un culto casi funerario, ligado al duelo por la enfermedad de Castro, y que entre 2012 y 2013 se mezcl¨®, a su vez, con el duelo por la enfermedad y la muerte de Hugo Ch¨¢vez en Venezuela.
El campo intelectual cubano es un reservorio de una derecha nacionalista y comunista
Ahora, ante un nuevo 13 de agosto, en que se cumplen 90 a?os del nacimiento de Fidel, la imagen del caudillo cubano ya aparece plenamente incorporada al kitsch medi¨¢tico de un r¨¦gimen en mutaci¨®n. Castro, que como gran macho reinante mantuvo en la opacidad todo lo relacionado con su vida privada, se muestra como un anciano sabio y vigilante, acompa?ado siempre de su esposa Dalia Soto del Valle. El dise?o interior de la casa donde reside el dictador nonagenario, en el otrora exclusivo y burgu¨¦s barrio de Siboney, es kitsch, como kitsch es toda la oratoria y la panfletograf¨ªa que por estos d¨ªas hacen loas a la ¡°visi¨®n¡± o la ¡°genialidad¡± del comandante en jefe.
La finca de Bir¨¢n, donde naci¨® y vivi¨® su infancia, es ya un sitio tur¨ªstico de peregrinaci¨®n en el que se empatan la historia del colonialismo espa?ol, personificada por el padre hacendado, y la historia del comunismo cubano, encarnada por los hijos prosovi¨¦ticos. En Bir¨¢n se expulsa del pasado de la isla toda la experiencia republicana y, a veces, democr¨¢tica, que va de 1902 a 1959. El culto a la personalidad de Fidel funciona como s¨ªntesis de un relato hist¨®rico que aspira a dotar al periodo de la revoluci¨®n cubana de una perpetuidad, parecida a la del r¨¦gimen colonial. Con la llegada de los Castro al poder, como nuevos colonos fundadores, habr¨ªa comenzado la ¡°verdadera¡± historia del pa¨ªs.
El culto echa mano de la finca neocolonial de ?ngel Castro pero tambi¨¦n de la ciudad de Santiago de Cuba, que vuelve a postularse como alternativa heroica a la Babilonia habanera. La elecci¨®n de Santiago como espacio para la celebraci¨®n desinhibida del 90? cumplea?os responde a un deliberado proyecto de compensaci¨®n simb¨®lica del todav¨ªa fresco paso de Barack Obama por La Habana y del irreversible avance de la capital hacia el mercado. La historia oficial se ha quebrado en La Habana, pero queda Santiago, para apuntalar las ruinas de una decadencia ideol¨®gica.
El capitalismo se presenta como un mal necesario, en el que la isla ha caido por culpa del ¡°bloqueo¡±
Medio en broma y medio en serio, Ra¨²l Castro dijo en el pasado congreso del Partido Comunista que si en Cuba hubiera dos partidos, Fidel dirig¨ªa uno y ¨¦l el otro. El fidelismo kitsch se ubica en el centro de una pol¨ªtica cultural que intenta amortiguar el golpe de la precaria capitalizaci¨®n de Cuba. Una capitalizaci¨®n que es m¨¢s excluyente y desigual que otras por lo poco que se reparte entre un pu?ado de privilegiados. Es cierto que el raulismo ha desmontado el fidelismo, pero las diferencias entre uno y otro son las mismas que existen entre el socialismo y el capitalismo de Estado. Las dos facciones del mismo partido comunista comparten una id¨¦ntica estructura institucional y jur¨ªdica de poder.
De hecho, el fidelismo kitsch puede funcionar perfectamente como pol¨ªtica cultural del reformismo raulista. A medida que la ¨¦lite se enriquece y la mayor¨ªa ciudadana se empobrece, el culto a la personalidad se propone como discurso de la nostalgia por un pasado glorioso. El capitalismo es presentado como un mal necesario, en el que la isla ha tenido que caer por culpa del ¡°bloqueo¡±. Cuidar la memoria y el legado del Comandante es una manera f¨¢cil de ocultar la conveniencia del mercado y, a la vez, evitar una reconstituci¨®n democr¨¢tica del r¨¦gimen.
La misi¨®n del culto a la personalidad de Castro se encarga a los primeros que deber¨ªan demandar la democratizaci¨®n del pa¨ªs: los artistas y escritores. El campo intelectual cubano se ha convertido en reservorio de una derecha nacionalista y comunista, que recurre al mito de la ¡°identidad amenazada¡± para justificar la represi¨®n y no asumir la responsabilidad de abrir el sistema pol¨ªtico. Por eso el peque?o grupo de opositores e intelectuales de la isla, que se atreve a proponer reformas m¨¢s audaces, es sometido a una renovada campa?a de estigmatizaci¨®n, en la que el inmovilismo de adentro reproduce los argumentos tradicionales del inmovilismo de afuera.
Rafael Rojas es historiador.?
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