Solidaridad a costa de derechos
B¨¦lgica copia una ley francesa que descarga en los compa?eros de trabajo responsabilidades que deber¨ªan ser del Estado
Que la solidaridad suple las tareas que no cubren los Gobiernos es un cl¨¢sico. ?Qu¨¦ sentido tendr¨ªan los comedores sociales, los cooperantes sanitarios y los albergues si la Administraci¨®n garantizara la comida, la salud y la vivienda? Pero la iniciativa belga ¡ªcopiada de la ley francesa de hace un a?o¡ª de que sean los compa?eros de trabajo los que creen una especie de banco de horas para que uno de ellos pueda librar para cuidar a un hijo gravemente enfermo es una vuelta de tuerca m¨¢s. La idea es sencilla: si fulano tiene que estar en el hospital con su beb¨¦, sus horas se las hacen sus colegas de la empresa. Y todos tan contentos. O casi.
Felices, primero, los compa?eros: a todos nos gustar¨ªa sentir que un colega ¡ªy, sin embargo, amigo¡ª est¨¢ con su hijo por el esfuerzo de salir de la oficina dos horas m¨¢s tarde. Pero, sobre todo, estar¨¢ encantada la empresa (el trabajo sale igual y no le cuesta un duro) y la Administraci¨®n, que ni se entera. A priori, parece una iniciativa en la que los que pierden, los trabajadores, lo hacen a gusto.
Pero ese barniz de satisfacci¨®n personal oculta un fraude social. Merece la pena escuchar los reparos de los sindicatos ¡ªlos belgas ahora; los franceses, antes¡ª a la medida. Para empezar, deja en manos de la buena voluntad de los dem¨¢s lo que deber¨ªa ser un derecho: que un progenitor pueda acompa?ar a un hijo que est¨¢ grave. ?Qu¨¦ sucede si el afectado le cae mal a la plantilla y nadie se ofrece a ayudar? ?Y si coinciden dos o tres personas en esa situaci¨®n, hasta d¨®nde pueden/deben los dem¨¢s arrimar el hombro? Tambi¨¦n se plantea una cuesti¨®n de igualdad. No es lo mismo que falte un operario de una f¨¢brica de mil trabajadores y repartir su trabajo entre todos, que hacerlo en una oficina con solo tres empleados.
Sin hacer de menos la buena voluntad de los que se ofrecen a ayudar a un compa?ero en apuros, un asunto tan importante como la atenci¨®n de un ni?o no deber¨ªa quedar en manos de la simpat¨ªa de uno, la generosidad de otros o, llevado al extremo, de la capacidad del interesado para hacer un chantaje emocional a los dem¨¢s, que tambi¨¦n puede pasar.
Un Estado que esgrime el beneficio del menor en todo lo que hace, desde regular las series de televisi¨®n a los horarios de las piscinas, debe entender que unos padres falten al trabajo cuando su hijo recibe quimioterapia, por ejemplo. Y ayudar a que puedan atender lo prioritario: las personas m¨¢s vulnerables de su entorno. De hecho, ya en B¨¦lgica existe una ley que garantiza una baja de hasta 48 meses para estos casos. Por desgracia, hay enfermedades y convalecencias que duran m¨¢s. Algunas, como los casos de personas con gran discapacidad, se alargan toda una vida. Pero para eso deber¨ªa haber sistemas de ayudas, de conciliaci¨®n, sufragados con fondos p¨²blicos. No algo que dependa de un bien tan vol¨¢til y manipulable como la buena voluntad.
(En Espa?a, por cierto, ya en 2010 se establecieron reducciones de jornada remuneradas para padres con hijos con c¨¢ncer. No lo cubren todo, pero indican un camino).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.