En el para¨ªso terrenal no saben qui¨¦n es Messi ni Ronaldo

Tal y como ven¨ªa narrando en los dos post anteriores, tras un largo y azaroso viaje de dos d¨ªas en avi¨®n y cuatro en un velero llegu¨¦ por fin a Kapingamarangi, un remoto atol¨®n perdido en mitad del oc¨¦ano Pac¨ªfico perteneciente a la Micronesia pero con un pasado espa?ol.

?Y qu¨¦ fue lo primero que me llam¨® la atenci¨®n de aquel lugar extra?o y de tan dif¨ªcil acceso?: ?que no sali¨® a recibirnos ni Dios!

¡°Pero.. ?c¨®mo es posible?¡±, pensaba mientras arri¨¢bamos el bote auxiliar. Un islote rodeado de oc¨¦ano, al que llega un barco cada seis meses¡­. ?y nadie siente la necesidad de fisgonear desde la playa cuando se acerca una vela? ?Tantoaislamiento les habr¨¢ atrofiado el gen de la curiosidad? ?Se habr¨¢n ido? ?Ser¨¢n poco hospitalarios?

Este post fue publicado originalmente el 23 de mayo de 2014 y se repone ahora dentro de la campa?a de verano 2016.

La peque?a zodiac me deposit¨® en la arena de la playa, puse un pie en ella con la solemnidad de quien llega a terra incognita (probablemente era el primer espa?ol que pon¨ªa un pie en una isla que nominalmente hab¨ªa sido espa?ola durante 350 a?os) y ech¨¦ a andar por un sendero que se internaba entre las chozas de hoja de banano. ?Qu¨¦ me esperaba all¨ª adentro?

Bien, pues acabar¨¦ en este punto con el misterio: lo que me esperaba era uno de los pueblos m¨¢s amables y hospitalarios que he conocido en mi vida. Una gente que vive en una suerte de para¨ªso terrenal, en un atol¨®n coralino de estampa id¨ªlica, ajenos a lo que pasa en el resto del mundo, sin apenas contacto con el resto de humanos. Gentes que me abrieron sus casas de par en par, que me agasajaron a cada momento con la bebida local (agua de coco; llegu¨¦ a odiarla de tanta que beb¨ª), que me invitaron a ceremonias comunales, y que cantarony posaron para m¨ª tantas veces como les ped¨ª para hacerles fotos o grabarles v¨ªdeos.

Durante los dos d¨ªas y medio que pas¨¦ all¨ª comprend¨ª el porqu¨¦ de tan fr¨ªa recepci¨®n. Cuando un urbanita com¨²n se encamina hacia un lugar como ¨¦ste se pregunta c¨®mo puede sobrevivir alguien en una isla que no llega a un kil¨®metro cuadrado de superfice, perdida en la inmensidad del oc¨¦ano, a 750 kil¨®metros de la isla principal, sin ayuda exterior. Pero cuando los conoces como yo conoc¨ª a los kapingas te preguntas lo contrario: ?c¨®mo podemos vivir nosotros en nuestras alocadas y ca¨®ticas ciudades?

La isla les da todo lo necesario para vivir: agua potable de lluvia, agua dulce para lavar y regar de pozos artesianos, tienen todo el pescado que necesitan, cultivan taro (un tub¨¦rculo) que es la base de su alimentaci¨®n, calabazas, ¨¢rbol del pan, cocos, bananas¡­ hacen sus casas con materiales vegetales, pescan a vela o remo en la laguna¡­ ?qu¨¦ m¨¢s pueden necesitar?

Por eso, al final, comprend¨ª por qu¨¦ no salieron a recibirnos como las tahitianas de Rebeli¨®n a bordo recibieron a Marlon Brando (aparte de por que ¨¦l era m¨¢s guapo que yo): porque los kapingas no viven mirando al exterior. No vi a nadie que estuviera loco por salir de la isla ni que nos pidiera por favor que lo sac¨¢ramos de esa c¨¢rcel.

Un carguero del gobierno micronesio llega dos o tres veces al a?o a traerles suministros (combustible para los escasos motores fuera borda, tabaco, ladrillos y cemento, una bicicleta, una rueda de repuesto para una carretilla, ropa, medicinas, az¨²car, harina o lo que cada uno pida), pero si no llega pueden seguir viviendo igual. Son autosuficientes y no a?oran ni necesitan nada del resto del mundo.

Hay quien no ha salido de la isla en su vida. No hay televisi¨®n, ni radio, ni peri¨®dicos, ni luz el¨¦ctrica (ahora tienen paneles solares), ni por supuesto internet. Son poco expresivos o dados a aspavientos, es cierto; la serenidad y la ausencia de prisa que imprime vivir en un sitio as¨ª tiene que notarse necesariamente en el car¨¢cter colectivo.

Y son felices.

Kapingamarangi es el sitio m¨¢s extra?o en que he estado en mi vida. Una suerte de para¨ªso terrenal varado en medio del Pac¨ªfico. Una deliciosa raridad en pleno siglo XXI y un privilegio para un viajero.Una curiosidad: debe ser el ¨²nico lugar del planeta Tierra donde no se juega al f¨²tbol ni se tiene el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s por ¨¦l. Los chavales juegan al baloncesto en la ¨²nica pista de la isla, que es a la vez el patio del colegio. Saben qui¨¦n es Marc Gasol, pero ni idea de Messi o Cristiano Ronaldo.

As¨ª de virginal es Kapingamarangi.

Probablemente pasar¨¢ mucho tiempo hasta que alguien vuelva por Kapingamarangi y escriba sobre ellos. Por eso os dejo aqu¨ª una relaci¨®n de curiosidades que merece la pena conocer sobre la isla. El texto es m¨¢s largo de lo que las normas de estilo aconsejan para un blog, pero siempre puedes dejar de leerlas si te aburre (que no creo):

- Solo est¨¢n habitados dos motus (islas) del atol¨®n: el m¨¢s poblado y principal se llama Touhou, que significa isla nueva, y el otro Wewa. Est¨¢n unidos por un puente de cemento que construy¨® el gobierno micronesio, algo que mejor¨® enormemente su calidad de vida y la sociabilidad ya que no necesitan las canoas para pasar de una isla a otra.

- Seg¨²n Albino, el jefe de la aldea, son unos 350habitantes (pero no hay un censo fiable).

- Utilizan otros motus cercanos como huertas para plantar taro, calabazas, ¨¢rbol del pan, cocos, bananas y otras frutas tropicales. Tiene gallinas y cerdos, pero no perros, animal que est¨¢ prohibido en la isla.

- Llama la atenci¨®n lo limpia y ordenada que est¨¢ la aldea, con calles rectil¨ªneas flanqueadas por parterres de flores o muretes de piedra coralina, siempre con un suelo de tierra apisonada, barrido y en buen estado.

- Salen a pescar por la laguna en piraguas muy estrechas y alargadas que se apoyan en un pat¨ªn y se propulsan a remo o con vela de tipo latina. Con ellas llegan a internarse hasta 2 millas mar adentro.

- La ¨²nica comunicaci¨®n con el mundo exterior es por un aparato de radio, que gestiona el jefe de la aldea.

- No hay m¨¦dico, solo un enfermero con un peque?o botiqu¨ªn; las medicinas las repone el carguero del gobierno. En casos graves contactan con radio con el hospital de Pohnpei para pedir instrucciones.

-No existe posibilidad alguna de salir de la isla en caso de urgencia. Sus ¨²nicas embarcaciones son peque?as lanchas y piraguas para pescar.

- Hay escuela y adem¨¢s biling¨¹e: unas materias se dan en kapinga y otras en ingl¨¦s. Pero solo hasta primaria. Para estudiar la secundaria y el bachiller los j¨®venes se tienen que ir a Pohnpei. Lo hacen en el barco del gobierno y vuelven solo para las vacaciones de verano. Este es uno de los mayores problemas sociales del atol¨®n. Los adolescentes se van y muchos ya no vuelven. De hecho hay m¨¢s kapingas viviendo en Pohnpei que en la propia Kapingamarangi.

- Los kapingas son de origen polinesio (se cree que la isla fue poblada por gente que lleg¨® en canoa desde Samoa) y no melanesio, como el resto de las islas de Micronesia. No tienen nada que ver ni ¨¦tnica ni ling¨¹¨ªsticamente con el resto del pa¨ªs, excepto con la isla de Noukuro.

- Usan placas solares para iluminar con bombillas las casas por la noche. Con placas solares funciona tambi¨¦n el ¨²nico frigor¨ªfico de la isla. Es comunal pero las llaves las tiene el jefe, Albino. Si alg¨²n vecino lo necesita solo tiene que pedir la llave. Es un peque?o arc¨®n frigor¨ªfico no m¨¢s grande que el de un bar peque?o en Espa?a. Y casi nadie lo usa a no ser que un d¨ªa tenga un exceso de capturas de pescado: est¨¢n habituados a vivir sin la cadena de conservaci¨®n del fr¨ªo.

- Son muy religiosos. Existen dos iglesias en la isla, la cat¨®lica y la protestante. Curiosamente, ambos curas dicen que la suya fue la primera en arribar a Kapinga y la que tiene la comunidad m¨¢s numerosa. Todos los d¨ªas al anochecer hay oficios religiosos con bellos c¨¢nticos; y los domingos, misa. Se oyen las campanas repicar cuando citan a los fieles, un sonido extra?o en un lugar como ¨¦ste.

- Cada familia tiene un parcela de tierra con caba?as que sirven de dormitorio, cocina o almac¨¦n, aunque casi toda la vida se hace bajo una palapa de techo de palma de cocotero que hay en el centro de la parcela, donde suele haber una mesa y algunos r¨²sticos sillas y bancos.

- Una parte importante de la parcela la ocupa el cementerio familiar. No existe un camposanto comunal sino que cada familia tiene a sus muertos enterrados en su propia tierra, junto a su casa, junto a sus animales, junto al columpio de los ni?os.

- El combustible para cocinar lo obtienen de los cocos secos. Otra parte importante de la parcela familiar se destina a acumular las cortezas de los coco para usarlas como le?a.

- El mayor entretenimiento de la isla es reunirse al atardecer bajo una palapa comunal para ver una pel¨ªcula en DVD. Existen varios equipos de DVD y pantallas de televisi¨®n en la isla que hacen las funciones de cine de pueblo; funcionan con bater¨ªas recargadas con placas solares.

- Otro pasatiempo es reunirse en esas techumbres comunales a jugar a cartas y juegos de mesa.

- El carguero del gobierno es demasiado grande para pasar por el ¨²nico canal que une la laguna con el oc¨¦ano, as¨ª que tiene que anclar fuera y todas las mercanc¨ªas que traiga (incluidos los grandes bidones de gasoil de 200 litros) y todos los pasajeros hay que transbordarlos a tierra en las peque?as lanchas a motor con las que pescan. A¨²n en un d¨ªa de mar tranquila, es una operaci¨®n compleja. Si el mar est¨¢ bravo, es una pesadilla.

- Su principal fuente de ingresos es la copra (pulpa seca de coco), que producen varias familias. Lo almacenan hasta que llega el barco del gobierno y un comerciante se lo vende en Pohnpei.

- Existe una sorprendente armon¨ªa entre los habitantes, a los que podr¨ªamos considerar como una gran familia. Hasta donde pude averiguar no hay problemas sociales ni se sabe de grandes odios o enemistades entre familias rivales.

Lo dicho, el para¨ªso terrenal.