?Qu¨¦ hacemos con la obesidad?
Los Estados buscan f¨®rmulas para combatir una epidemia global que causa el 5% de las muertes
Nunca hab¨ªa habido a nuestro alcance tanta informaci¨®n sobre salud y nutrici¨®n, sobre la importancia de una dieta sana y hacer ejercicio para combatir el sedentarismo (m¨¢s all¨¢ de perseguir Pok¨¦mons como locos por los parques). El debate en torno a qu¨¦ engorda m¨¢s se refleja en multitud de libros y art¨ªculos de prensa. Proliferan los concursos televisivos que promueven la gastronom¨ªa frente a la comida basura y documentales que muestran qu¨¦ pasa cuando uno se atiborra a hamburguesas o deja de comer az¨²car. Pero, parad¨®jicamente, jam¨¢s hab¨ªa habido tanta gente con problemas de sobrepeso. Para frenar esta crisis de alcance global, los Estados buscan nuevas f¨®rmulas. Una de las medidas m¨¢s controvertidas, con gran oposici¨®n de la industria, son las tasas que penalizan el consumo de determinados alimentos, sobre todo el az¨²car. La cuesti¨®n es si servir¨¢n de algo.
La preocupaci¨®n (al menos te¨®rica) por lo sano convive con una epidemia alarmante de obesidad que crece desde los a?os ochenta. No solo en los pa¨ªses ricos, sino tambi¨¦n en los que tienen menos recursos y altos ¨ªndices de malnutrici¨®n. Se calcula que 2.100 millones de personas sufren sobrepeso (el 30% de la poblaci¨®n) y, de ellas, casi 700 millones son obesas, seg¨²n un an¨¢lisis publicado en The Lancet con datos de 188 pa¨ªses que conclu¨ªa que el problema afecta a gente de todas las edades y que ning¨²n pa¨ªs ha conseguido revertir la tendencia en los ¨²ltimos 30 a?os.
No se trata de estigmatizar a la gente por su aspecto, pero los expertos recuerdan que estar demasiado gordo puede acarrear varios tipos de enfermedades cr¨®nicas, como la diabetes tipo 2 (no insulino-dependiente), o secuelas y medicaciones de por vida a causa de males cardiovasculares. Tras la guerra, el terrorismo y el tabaco, la obesidad es la condici¨®n que m¨¢s muertes provoca en el mundo (el 5%). El impacto econ¨®mico global es de dos billones de euros al a?o, el 2,8% del PIB mundial, seg¨²n la consultora McKinsey, por los cuantiosos gastos sanitarios y farmac¨¦uticos. Se trata de un coste similar al de los conflictos armados y el tabaco. ¡°Tenemos una vida cada vez m¨¢s sedentaria. Ingerimos m¨¢s calor¨ªas y hemos ido abandonando el patr¨®n de la dieta mediterr¨¢nea en favor de la comida r¨¢pida y las carnes procesadas. Los ni?os celebran sus cumplea?os en las hamburgueser¨ªas y luego las frutas y las verduras no les saben a nada¡±, explica Miguel ?ngel Mart¨ªnez Gonz¨¢lez, epidemi¨®logo e investigador de la Universidad de Navarra.
Una de las principales estrategias p¨²blicas hasta ahora ha sido la informaci¨®n, con programas de concienciaci¨®n para animar a los ciudadanos a seguir h¨¢bitos de vida saludables, en colaboraci¨®n con la industria y los expertos en nutrici¨®n. Ese es el camino elegido por Espa?a, donde por ejemplo en cada vez m¨¢s colegios se empieza a ense?ar a bien comer. Tambi¨¦n se ha trabajado para mejorar el etiquetado. Sin embargo, en los ¨²ltimos 15 a?os se ha duplicado el n¨²mero de personas con kilos de m¨¢s.
Reino Unido planea introducir en 2018 una tasa que penalice el consumo de refrescos azucarados
La situaci¨®n es tan preocupante que algunos pa¨ªses est¨¢n empezando a intervenir de forma m¨¢s directa y rotunda. El Reino Unido planea introducir en 2018 una tasa que gravar¨¢ el consumo de los refrescos azucarados, una medida que ya funciona en Francia, Hungr¨ªa, Finlandia, B¨¦lgica, M¨¦xico y algunas ciudades de EE UU. Los contrarios a este tipo de pol¨ªticas, con la industria a la cabeza, alegan que las medidas fiscales son in¨²tiles, castigan a los consumidores con menor poder adquisitivo y demonizan a un solo producto. No se puede hablar de alimentos buenos y malos, insisten, sino de dietas equilibradas o no.
Los defensores de penalizar los alimentos menos saludables aseguran que estos impuestos desincentivan el consumo y aumentan los ingresos del Estado. ¡°Dado que estos ingresos son destinados a pol¨ªticas de salud p¨²blica, son doblemente valiosos¡±, opina Marion Nestle, profesora de Nutrici¨®n, Estudios de Alimentaci¨®n y Salud P¨²blica en la New York University. ¡°Gravar un solo alimento nunca es suficiente para revertir la tendencia de obesidad, pero las tasas ayudan a la gente a entender la relaci¨®n entre la comida y la salud¡±, asegura Nestle, autora de Food politics y Soda politics, en los que analiza la influencia de las empresas en las pol¨ªticas de salud p¨²blica.
En M¨¦xico, uno de los pa¨ªses con los mayores niveles de obesidad y gran consumidor de refrescos, se introdujo hace dos a?os una tasa del 10% sobre las bebidas azucaradas que se ha vinculado con un descenso de las ventas del 6%, seg¨²n un estudio del Instituto Nacional de la Salud mexicano y la Universidad de Carolina del Norte (EE UU). En el caso de las clases menos favorecidas, la ca¨ªda ha sido del 17%. ¡°El az¨²car tiene calor¨ªas, pero no nutrientes y por eso deber¨ªa consumirse en peque?as cantidades. Impulsa a la gente a tomar m¨¢s alimentos dulces¡±, a?ade Nestle.
Tambi¨¦n se asocia la introducci¨®n de una tasa en Francia en 2012 al descenso de las ventas de los refrescos azucarados. Pero es cierto que en pa¨ªses que no tienen este impuesto, como Espa?a y Estados Unidos, este negocio tambi¨¦n est¨¢ de capa ca¨ªda. Y de poco sirvi¨® la tasa en Berkeley (California), porque los comerciantes asumieron el incremento de los precios por miedo a que sus clientes fueran a otra localidad vecina. En Catalu?a, hubo planes para un impuesto sobre los refrescos en 2013 pero no lleg¨® a ponerse en marcha (EE UU presion¨®, aunque la Generalitat asegur¨® que esto no influy¨® en su decisi¨®n).
Ha habido experimentos similares con las grasas. Estas han sido tradicionalmente el nutriente m¨¢s vilipendiado de la dieta occidental desde que, en la d¨¦cada de los cincuenta, el presidente estadounidense Dwight Eisenhower muriera tras sufrir varios infartos por su alto colesterol. En 2011, Dinamarca introdujo una tasa para penalizar el consumo de las grasas trans artificiales, consideradas las m¨¢s da?inas. Un a?o despu¨¦s la aboli¨® por considerar que hab¨ªa penalizado a las clases con menos ingresos sin apreciar cambios en su estilo de vida. La alternativa danesa ha sido limitar por ley al 2% este tipo de grasa, habitual en las freidoras de muchos restaurantes, algunas pizzas congeladas y boller¨ªa industrial. Tambi¨¦n hay restricciones en Austria, Suiza, Hungr¨ªa e Islandia, mientras EE UU est¨¢ en proceso de prohibir este ¨¢cido graso y en Argentina se elimin¨® en 2014.
Dejar de fumar es duro, pero requiere dejar de hacer una sola cosa. Adelgazar exige cambios en muchos h¨¢bitos
En la mayor¨ªa de pa¨ªses, sin embargo, es voluntario y la industria ha ido adaptando sus productos a las nuevas demandas. En general, se ofertan cada vez m¨¢s productos desnatados, bajos en sal, sin az¨²car (el 30% de los refrescos ya lo son) e integrales.
El modelo utilizado en la batalla contra el tabaco viene a la mente r¨¢pidamente, aunque las empresas recuerdan que el az¨²car o las grasas no son comparables con los efectos de la nicotina. Los pa¨ªses que han puesto en marcha las medidas m¨¢s duras contra los cigarrillos han tenido bastante ¨¦xito. Cualquiera que ha dejado de fumar sabe que es muy duro, pero que implica dejar de hacer fundamentalmente una cosa, aunque cueste. Adelgazar requiere cambios en una serie de h¨¢bitos, como hacer m¨¢s ejercicio, comer menos y elegir bien los alimentos. Adem¨¢s, un exfumador puede intentar mantenerse lejos del cigarrillo, pero comer genera tentaciones varias veces al d¨ªa. Sostiene el doctor Mart¨ªnez que recurrir¨ªa a los impuestos, como se ha hecho con el tabaco, para promover el aceite de oliva virgen extra, los frutos secos, las legumbres, la fruta, las verduras y el pescado, entre otros. ¡°Todo ello acompa?ado por informaci¨®n fiable desde el colegio¡±, a?ade el epidemi¨®logo, que defiende una estrategia integral.
Otra posibilidad es forzar a los que se pasan de kilos a ponerse a dieta. Jap¨®n aprob¨® en 2008 una ley por la que los ciudadanos entre 45 y 74 a?os deben pasar una revisi¨®n anual y recibir asesoramiento en caso de pesar demasiado. Si no sigue el programa, es su empresa la sancionada. En Estados Unidos, hay compa?¨ªas que fomentan entre sus empleados la vida sana para obtener ventajas en los seguros m¨¦dicos.
No todo el mundo acepta estas intromisiones en su vida privada. Adem¨¢s, como advirtieron los cirujanos de Devon hace un par de a?os cuando las autoridades del condado ingl¨¦s intentaron sin ¨¦xito eliminar de la lista de operaciones menores a los obesos, hay gente que, simplemente, no logra adelgazar. O no quiere.
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