Poetas de Salamina
Por fortuna Tem¨ªstocles y los dirigentes griegos no se dejaron llevar por los analistas. Los retos de la globalizaci¨®n ¡ªmenos sanguinaria que Jerjes pero tan invasiva¡ª exigen hoy una estrategia ¨¦pica como la de entonces
Grecia, 480 antes de Cristo. Una tormenta de polvo y sangre avanza por el desfiladero de las Term¨®pilas, sobre los cad¨¢veres de Le¨®nidas y sus legendarios 300. Nav¨ªos persas se acercan por el Egeo agitando sus tent¨¢culos de madera. Nubes de flechas cubren el sol. Por tierra, mar y aire, el rey Jerjes despliega el ej¨¦rcito m¨¢s grande que ha visto el mundo antiguo. Una procesi¨®n de muerte aplastar¨¢ las ciudades-Estado griegas. Han osado rebelarse contra un imperio que se extiende de Egipto a la India.
Ha sido un verano de Juegos Ol¨ªmpicos. Pero los dioses del Olimpo, que 10 a?os atr¨¢s hab¨ªan ayudado a los griegos a frustrar la invasi¨®n del rey Dar¨ªo en la batalla de Marat¨®n, parecen haber abandonado ahora a los suyos. Jerjes ha retomado el sue?o vengativo de su padre. Y, esta vez, la suerte parece sonre¨ªr a los persas. En las Term¨®pilas, un traidor les ha guiado secretamente hasta la retaguardia griega. Y, tras tres d¨ªas de heroica resistencia, los espartanos son masacrados. Se cumple la profec¨ªa del or¨¢culo de Delfos: morir¨¢ el rey de Esparta, descendiente de H¨¦rcules. Anticipando una muerte segura, Le¨®nidas se hab¨ªa llevado solo a soldados que dejaran hijos vivos.
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Acorralada, Atenas es un coro tr¨¢gico de voces discordantes. El c¨¢lculo fr¨ªo invita a la rendici¨®n. La emoci¨®n caliente exige un combate terrestre, como en Marat¨®n. Tem¨ªstocles toma la palabra, se?alando un camino intermedio, astuto y a la vez pasional. Exige un sacrificio extremo: evacuar la amada Atenas, que ser¨¢ destruida por los persas, y refugiarse en la isla de Salamina. Sabedor de las ansias persas por una victoria r¨¢pida, Tem¨ªstocles les invita a una batalla naval en el estrecho de Salamina. All¨ª, los barcos persas pagar¨¢n su superioridad num¨¦rica, bloque¨¢ndose unos a otros. Y las naves griegas compensar¨¢n su inferioridad con solidaridad y patriotismo. Tem¨ªstocles hab¨ªa creado una flota abierta a unas clases populares que, hasta entonces, hab¨ªan visto pasar la historia a su lado, pues incluso en Marat¨®n el protagonismo hab¨ªa sido para la arist¨®crata infanter¨ªa. Sinti¨¦ndose h¨¦roes, los empoderados marinos griegos se lanzaron con furia contra los m¨¢s numerosos barcos persas, demostrando que la fuerza colectiva puede ser m¨¢s que la suma de los individuos. Su victoria salv¨® la incipiente democracia ateniense y cambi¨® el curso de la historia.
Salamina fue el resultado de un equilibrio de virtudes. Tem¨ªstocles ajust¨® los valores que, gracias a pensadores posteriores, conocemos como las cuatro virtudes cardinales: el coraje, la templanza, la prudencia y la justicia. Coraje para pelear contra el m¨¢s fuerte; templanza para dejar que Atenas ardiera; prudencia para buscar el combate en circunstancias favorables, y la justicia de hacer frente al opresor. Si se hubiera dejado llevar por una sola virtud, Tem¨ªstocles habr¨ªa fracasado. Porque seguir una sola virtud es un vicio. Tem¨ªstocles se bas¨® en la experiencia ¡ªhab¨ªa sido general en Marat¨®n¡ª pero no se dej¨® arrastrar por el pasado e ide¨® una respuesta nueva. Conoc¨ªa los n¨²meros, pero tambi¨¦n el poder de la motivaci¨®n para ir m¨¢s all¨¢ de lo que est¨¢ escrito. La victoria de Salamina no fue ¨¦pica ni estrat¨¦gica, sino una sinergia de ambas. Una estrategia ¨¦pica.
Si Atenas hubiera estado gobernada por nuestros l¨ªderes, nos habr¨ªamos rendido a los persas
?Qu¨¦ hubi¨¦ramos hecho nosotros? Si Atenas hubiera estado gobernada por nuestros dirigentes actuales ¡ªy asesorada por economistas y polit¨®logos con nuestros m¨¢steres en Prudencia y sofisticados c¨¢lculos estad¨ªsticos¡ª no habr¨ªamos combatido en Salamina. Los datos lo habr¨ªan desaconsejado. Nos hubi¨¦ramos sometido al Imperio Persa no en 480, sino ya a?os atr¨¢s, cuando el rey Dar¨ªo hab¨ªa enviado a sus embajadores, a sus hombres de negro, pidiendo tributo a las ciudades-Estado griegas. No podemos frenar las fuerzas de la historia; No Hay Alternativa, declamar¨ªamos frente al irritado populacho ateniense. Dedicar¨ªamos nuestros sesudos intelectos a conseguir unos buenos t¨¦rminos de rendici¨®n para la econom¨ªa del pa¨ªs. Y, de paso, para nosotros.
Por fortuna, Tem¨ªstocles y los dirigentes griegos no se dejaron llevar solo por sus analistas. De hecho, eran los persas quienes pod¨ªan pagar a los mejores expertos e ingenieros, como los que construyeron el canal y el puente m¨®vil que permitieron a las tropas de Jerjes cruzar de Asia a Europa. Y, curiosamente, el c¨ªrculo de Jerjes destilaba la misma arrogancia de los expertos que la Administraci¨®n de Kennedy-Johnson en Vietnam o la de Bush en Afganist¨¢n-Irak: ?c¨®mo es posible que los pobres atenienses no se rindan dada su manifiesta inferioridad?
Los griegos ten¨ªan analistas, pero tambi¨¦n poetas. Papeles acad¨¦micos, pero tambi¨¦n poemas hom¨¦ricos. Narraciones que transmit¨ªan los c¨®digos morales del pasado y los adaptaban a los dilemas del momento. Obras de ficci¨®n que ayudaban a entender c¨®mo aquello que nos hace mejores, como el coraje de Aquiles, tambi¨¦n nos puede viciar, desencadenando desgracias colectivas. El naciente teatro griego permiti¨® a los ciudadanos empatizar con sus enemigos, poni¨¦ndose en la piel de los persas; cuestionarse a los l¨ªderes heroicos; y confiar en sus propias fuerzas. Los an¨¢lisis militares, o econ¨®micos, son importantes, pero el guion moral de una sociedad lo escriben sus artistas y pensadores. El arte deposita en nuestras conciencias im¨¢genes sobre qu¨¦ es lo correcto y lo incorrecto. Im¨¢genes que sedimentan y moldean nuestro comportamiento.
Los an¨¢lisis importan, pero el guion moral de una sociedad lo escriben sus artistas y pensadores
Los retos de la globalizaci¨®n ¡ªmenos sanguinaria que el ej¨¦rcito de Jerjes, pero percibida por muchos como una invasi¨®n¡ª exige tambi¨¦n una estrategia ¨¦pica. Que ofrezca, y que pida, a los ciudadanos prudencia, coraje, templanza y justicia. Que combine la evidencia del pasado con la visi¨®n de un futuro no escrito. Que empodere a quienes ahora se sienten v¨ªctimas de unas fuerzas que no pueden controlar para que tomen las riendas, o los remos, de su destino.
Nuestros pol¨ªticos no leen poes¨ªa. Y nuestros poetas y escritores parecen m¨¢s inclinados a hacer an¨¢lisis pol¨ªticos ¡ªalgo para lo que no est¨¢n preparados y donde suelen cometer errores de bulto¡ª que a representar en carne y hueso los grandes conflictos morales que luego rumiaremos todos. Tenemos v¨ªvidas narraciones de la miseria humana, de la crisis econ¨®mica y de la corrupci¨®n pol¨ªtica. Venden bien, porque los retratos de los vicios humanos, por comparaci¨®n, nos hacen sentir mejores. Pero andamos escasos de im¨¢genes de la grandeza humana. Venden mal, porque los relatos de las virtudes humanas, por comparaci¨®n, nos ponen frente al espejo de nuestras carencias. Tenemos mucha ficci¨®n oscura e individualista. Pero poca ficci¨®n esperanzadora y trascendente de la que necesitamos para recomponer una sociedad fracturada. Faltan poetas de Salamina.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Gotemburgo.
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