La expropiaci¨®n pol¨ªtica de los europeos
Los pa¨ªses de la UE ya no son regidos por instituciones legitimadas democr¨¢ticamente. La abolici¨®n del Estado de derecho se proclama con toda franqueza en el Tratado sobre el Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEDE)
?Crisis? ?Qu¨¦ crisis? Los caf¨¦s, los restaurantes y las cervecer¨ªas se visitan asiduamente, en los aeropuertos alemanes pululan los turistas, se habla de exportaciones r¨¦cord y de ca¨ªda de las cifras del paro. Exactamente como si la situaci¨®n de la Uni¨®n Europea solo se desarrollara en la televisi¨®n. La gente toma nota con un bostezo de las ¡°cumbres¡± pol¨ªticas ascendidas semanalmente y de las confusas pol¨¦micas de los expertos. Todo esto parece desenvolverse en una tierra de nadie ret¨®rica repleta de convenciones ling¨¹¨ªsticas incomprensibles, que nada tienen que ver con la cotidianidad del llamado mundo de la vida.
Evidentemente, son los menos quienes reparan en que los pa¨ªses europeos, desde hace bastante tiempo, ya no son regidos por instituciones legitimadas democr¨¢ticamente, sino por una serie de abreviaturas que las han suplantado. Sobre la direcci¨®n a tomar deciden el FEEF, el MEDE, el BCE, la ABA o el FMI. Solo los expertos est¨¢n en condiciones de desgranar esas siglas. Del mismo modo, solo los iniciados pueden deducir qui¨¦n decide qu¨¦ y c¨®mo en la Comisi¨®n y en el Eurogrupo. Com¨²n a todos estos organismos es que no aparecen en ninguna Constituci¨®n del mundo y que ning¨²n elector tiene algo que decir sobre sus decisiones. El ¨²nico actor al que escuchan son los denominados ¡°mercados¡±, cuyo poder se expresa en las oscilaciones de los tipos de cambio y los intereses y en los ratings de algunas agencias estadounidenses.
Parece fantasmal con qu¨¦ tranquilidad los habitantes de nuestro peque?o continente han aceptado su expropiaci¨®n pol¨ªtica. Quiz¨¢ eso se deba a que estamos ante una novedad hist¨®rica. En contraste con las revoluciones, golpes de Estado y asonadas militares en las que es rica la historia europea, ahora las cosas suceden sin ruido ni violencia. En eso estriba la originalidad de este asalto al poder. ?Ni marchas con antorchas, ni desfiles, ni barricadas, ni tanques! Todo se desarrolla pac¨ªficamente en la trastienda.
A nadie extra?a que, ante todo esto, no se puedan tomar en consideraci¨®n los tratados. Las reglas existentes, como el principio de subsidiariedad de los Tratados de Roma, o la cl¨¢usula de rescate de Maastricht se dejan sin efecto a capricho. El principio Pacta sunt servanda [Hay que respetar los pactos] queda como una frase vac¨ªa ideada por cualquier remilgado jurista de la antig¨¹edad.
El euro es el resultado de un chalaneo pol¨ªtico que ignor¨® los desequilibrios de las econom¨ªas nacionales
La abolici¨®n del Estado de derecho se proclama con toda franqueza en el Tratado sobre el Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEDE). Las decisiones de los miembros que marcan la pauta en este organismo de rescate son inmediatamente efectivas desde el punto de vista del derecho internacional y no est¨¢n vinculadas a la aprobaci¨®n de los Parlamentos. Estos miembros se autodesignan, igual que en el antiguo r¨¦gimen colonial, como gobernadores y, al igual que los directores, no tienen que rendir cuenta alguna frente a la opini¨®n p¨²blica. Al contrario, est¨¢n expresamente obligados a mantener el secreto. Esto recuerda a la omert¨¤, que forma parte del c¨®digo de honor de la mafia. Nuestros padrinos se sustraen a cualquier control judicial o legal. Gozan de un privilegio que ni siquiera est¨¢ al alcance de un jefe de la Camorra: la absoluta inmunidad frente al Derecho Penal. (Eso es lo que se dispone en los art¨ªculos 32 a 35 del Tratado del MEDE).
La expropiaci¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos ha alcanzado con esto su culmen transitorio. Ya hab¨ªa empezado mucho antes, como tarde con la introducci¨®n del euro. Esta moneda es el resultado de un chalaneo pol¨ªtico que ha penalizado con la indiferencia todos los requisitos econ¨®micos de semejante proyecto. Se ignoraron los desequilibrios de las econom¨ªas nacionales participantes, sus muy divergentes capacidades para competir y sus desbocadas deudas p¨²blicas. El plan de homogeneizar Europa tampoco tom¨® en consideraci¨®n las diferencias hist¨®ricas de las culturas y mentalidades del continente.
Pronto hubo que remodelar a capricho, como plastilina, los criterios que se hab¨ªan acordado para el acceso a la Eurozona, con la complicaci¨®n de que se incluy¨® en ella a pa¨ªses como Grecia o Portugal, que carecen de las posibilidades m¨¢s elementales de afirmarse en esta uni¨®n monetaria.
Muy lejos de reconocer y corregir los defectos de nacimiento de esta construcci¨®n, el r¨¦gimen de los rescatadores insiste en perseverar a toda costa en el rumbo adoptado. La recurrente afirmaci¨®n de que ¡°no hay alternativa¡± niega la virtualidad explosiva de las crecientes diferencias entre las naciones participantes. Ya desde hace a?os se muestran las consecuencias: divisi¨®n en lugar de integraci¨®n, resentimientos, animadversiones y reproches mutuos en lugar de entendimiento.
¡°Si el euro fracasa, fracasa Europa¡±: bajo este lun¨¢tico eslogan debe juramentarse un continente de 500 millones de habitantes con la aventura de una clase pol¨ªtica aislada, exactamente como si dos milenios fueran un mero clic en comparaci¨®n con un papel moneda reci¨¦n inventado.
En la llamada crisis del euro se demuestra que la situaci¨®n de expropiaci¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos no se detiene ah¨ª. Seg¨²n su l¨®gica, desemboca en su correlato: la expropiaci¨®n econ¨®mica. Solo all¨ª donde salen a la luz los costes econ¨®micos queda claro qu¨¦ significa todo esto. La gente de Madrid y Atenas solo sale a la calle cuando, literalmente, no le queda otra elecci¨®n. Y eso no dejar¨¢ de producirse en otras regiones.
500 millones de europeos no van a sentir la tentaci¨®n de rendirse sin resistencia, sin defenderse
No importa con qu¨¦ met¨¢foras adorne la pol¨ªtica su nov¨ªsimo monstruo ¡ªparaca¨ªdas, bazuca, Gran Berta, eurobonos, uni¨®n fiscal, bancaria o de deuda¡ª, a m¨¢s tardar cuando haya que hablar de cuentas los pueblos despertar¨¢n de su siesta pol¨ªtica. Intuyen que antes o despu¨¦s tendr¨¢n que salir garantes de lo que hayan organizado los rescatadores.
En esta situaci¨®n, el n¨²mero de opciones imaginables es limitado. La forma m¨¢s sencilla de liquidar tanto las deudas como los ahorros es la inflaci¨®n. Pero tambi¨¦n se contemplan subidas de impuestos, recortes de las pensiones, quitas de la deuda y tasas obligatorias, medidas que ya se han tomado en consideraci¨®n anteriormente y que encuentran eco diverso seg¨²n las preferencias de cada partido, y para cuya designaci¨®n existe la expresi¨®n ¡°represi¨®n financiera¡±. Y finalmente cabe recurrir a un ¨²ltimo instrumento, la reforma monetaria. Es un medio ya probado para castigar a los peque?os ahorradores, dejar a salvo a los bancos y liquidar las obligaciones de los presupuestos estatales.
No se vislumbra una salida f¨¢cil de la trampa. Todas las posibilidades insinuadas cautelosamente han sido bloqueadas con ¨¦xito hasta el momento. El discurso sobre una Europa de velocidades variables ha ca¨ªdo en saco roto. Las cl¨¢usulas de descuelgue propuestas t¨ªmidamente jam¨¢s se recogieron en un tratado. Pero, sobre todo, la pol¨ªtica europea se burla del principio de subsidiariedad, una idea demasiado evidente como para que haya sido jam¨¢s tomada en serio. Esa palabra afirma, nada m¨¢s ni nada menos, que desde el municipio hasta la provincia, del Estado nacional hasta las instituciones europeas, es la instancia m¨¢s pr¨®xima al ciudadano la que siempre tiene que regular todo aquello que sea capaz de regular, y que a cualquier nivel superior solo deben transferirse las competencias regulativas de las que los anteriores no puedan hacerse cargo. Pero esa subsidiaridad nunca dej¨® de ser, como demuestra la historia de la UE, m¨¢s que una palabra huera. En caso contrario, a Bruselas no le habr¨ªa resultado tan f¨¢cil despedirse de la democracia, y la expropiaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de los europeos no habr¨ªa llegado hasta donde ha llegado hoy.
?L¨²gubres perspectivas, pues? ?Buenos tiempos para los amantes de las cat¨¢strofes que predicen el colapso del sistema bancario, la quiebra de los Estados endeudados, o, mejor que cualquier otra cosa, el fin del mundo! Sin embargo, como la mayor¨ªa de los augures del hundimiento, estos profetas quiz¨¢ se alegren prematuramente. Porque los 500 millones de europeos no van a sentir la tentaci¨®n de rendirse sin resistencia, defenderse, seg¨²n los mantras favoritos de sus salvadores: ¡°No hay alternativa a nosotros¡± y ¡°si fracasa nuestra empresa, fracasa Europa¡±. Este continente ya ha instigado, vivido y superado otros conflictos muy distintos y mucho m¨¢s sangrientos. La marcha atr¨¢s del callej¨®n sin salida en el que nos han metido los ide¨®logos de la incapacitaci¨®n no transcurrir¨¢ sin costes, enfrentamientos y dolorosas privaciones. El p¨¢nico es, en esta situaci¨®n, el peor consejero, y quien entone el canto de despedida de Europa no conoce sus fortalezas. Ya lo dijo Antonio Gramsci: ¡°Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad¡±.
Hans Magnus Enzensberger es escritor alem¨¢n.
Traducci¨®n de Jes¨²s Albor¨¦s.
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