Balanzas fiscales y alucinaci¨®n colectiva
Las balanzas son un buen instrumento para sondear la riqueza auton¨®mica; pero carecen de la precisi¨®n suficiente para fundamentar decisiones pol¨ªticas
Resulta que en el fragor de las disquisiciones sobre la investidura ha pasado inadvertido el resultado del Sistema de Cuentas P¨²blicas Territorializadas (SCPT) de 2013, o balanzas fiscales para el com¨²n de los mortales. Resulta sorprendente el (casi) silencio sobre las balanzas, porque durante a?os la crema (es un decir) del independentismo catal¨¢n utiliz¨® el d¨¦ficit fiscal como el prot¨®n en torno al cual se form¨® el ¨¢tomo del Espa?a nos roba, versi¨®n mitinera del expolio fiscal; y sobre el d¨¦ficit fiscal catal¨¢n se mont¨® la f¨¢bula de que si Catalu?a fuera independiente dispondr¨ªa de 16.000 millones anuales adicionales, cantidad trompeteada por Artur Mas u Oriol Junqueras para fundamentar sobre pur¨¦ m¨ªtico la rentabilidad de la independencia catalana. En 2013, Catalu?a tuvo un d¨¦ficit fiscal (diferencia entre los ingresos que aporta y los beneficios que recibe en forma de transferencias, pensiones, inversiones o servicios p¨²blicos) de 8.800 millones; pero el d¨¦ficit fiscal mayor fue el de Madrid (17.591 millones). Cada madrile?o aport¨® a las regiones superavitarias 2.717 euros y cada catal¨¢n, 1.168 euros.
Una primera observaci¨®n: los 16.000 millones no son una cantidad inmutable establecida en el contrato de Yahv¨¦ con Ad¨¢n como cl¨¢usula de castigo a Catalu?a mientras formase parte de Espa?a y como premio eterno cuando se independizase. La realidad es m¨¢s rastrera: el volumen de d¨¦ficit fiscal depende de variables econ¨®micas que ni siquiera Puigdemont, Mas y Junqueras pueden controlar. Es m¨¢s f¨¢cil explicar el d¨¦ficit fiscal catal¨¢n con una cuenta sencilla y, por supuesto, simplificadora: Catalu?a (como Madrid o Baleares) tiene d¨¦ficit fiscal con el resto de las regiones porque tiene con ellas super¨¢vit comercial y, por cierto, super¨¢vit de su, por decirlo as¨ª, balanza de capitales, puesto que las entidades financieras catalanas captan m¨¢s dinero fuera de su territorio que el que invierten.
Una segunda observaci¨®n, a cuenta del pesado silencio que ha ca¨ªdo sobre las balanzas, es que la supuesta rentabilidad econ¨®mica de la secesi¨®n ya no parece el argumento estrella del creacionismo independentista. La m¨ªstica ha derivado hacia argumentos pol¨ªticos que ofrecen l¨ªneas m¨¢s seguras de contenci¨®n; los argumentos econ¨®micos pueden ser rebatidos Las cuentas y los cuentos de la independencia, de Borrell y Llorach, lo explica casi todo) o desmontados por la realidad. Quiz¨¢ Junqueras, desde su atalaya de vicepresidente al mando de los asuntos econ¨®micos catalanes, tiene una perspectiva menos m¨ªtica del coste de la secesi¨®n.
Sea como fuere, las balanzas fiscales son un buen instrumento para sondear la riqueza auton¨®mica; pero carecen de la precisi¨®n suficiente para fundamentar decisiones pol¨ªticas. Manejadas por demagogos chapuceros han contribuido a construir en Catalu?a un sistema alucinatorio de contagio r¨¢pido que permite a los adeptos creer en lo imposible: que la secesi¨®n es econ¨®micamente rentable. Es una corporeizaci¨®n de los deseos similar a la que consegu¨ªa el Viejo de la Monta?a en su fortaleza de Alamut; pero en este caso en lugar de hach¨ªs se aplican dosis intensas de d¨¦ficit fiscal.
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