El drama de compartir
Si las experiencias simb¨®licas se comunican hoy por redes digitales, ?para qu¨¦ poseer nada?
En 1889, el soci¨®logo Thorstein Veblen acu?¨® la expresi¨®n consumo ostensible, en su libro La teor¨ªa de la clase ociosa. Era un t¨¦rmino de doble filo. Veblen criticaba a los ricos que hac¨ªan ostentaci¨®n de su dinero, pero era consciente de que la gente normal utilizaba los bienes y servicios para establecer ¡°la buena reputaci¨®n de la familia y su cabeza¡±: el estatus era importante. Hoy, el consumo ostensible, que defini¨® gran parte de la cultura material del siglo XX, se encuentra en una encrucijada.
Otros art¨ªculos de los autores
En los ¨²ltimos 10 a?os, Internet y la omnipresencia de las redes sociales han creado nuevos cauces a trav¨¦s de los que comportarse de forma ostentosa. Hace 20 a?os, una forma habitual de presumir de un estudiante rico era llegar a la universidad en un coche llamativo; hoy, muchos j¨®venes creen que es m¨¢s moderno llegar en bicicleta de alquiler o compartir un Uber. Despu¨¦s presumen de ello en Internet y as¨ª se aseguran de que todo el mundo se entere. Si las experiencias simb¨®licas pueden comunicarse directamente a trav¨¦s de los canales digitales, ?para qu¨¦ molestarse en poseer nada?
Internet ha hecho que el hecho de compartir sea m¨¢s prestigioso porque lo ha convertido en una experiencia comunicable. En tiempos de Veblen, el estatus estaba asociado a las cosas que uno ten¨ªa y otros no; compartir bienes y servicios no era nada envidiable. Los alojamientos para turistas como los de AirBnB se han extendido porque aceptar inquilinos ha dejado de ser vergonzoso, sobre todo cuando permite elaborar (y compartir) nuevos relatos de vida. Adem¨¢s, resulta rentable: los due?os que se afilian a la plataforma aumentan sus ingresos (el alquiler medio de un piso de dos habitaciones en Nueva York es de 3.700 d¨®lares al mes).
Uno de los ¨¢mbitos m¨¢s fruct¨ªferos para la econom¨ªa colaborativa es la movilidad. En Estados Unidos, los coches est¨¢n aparcados y sin utilizarse, por t¨¦rmino medio, el 95% del tiempo. Algunos c¨¢lculos dicen que cada veh¨ªculo compartido podr¨ªa quitar entre 10 y 30 veh¨ªculos privados de la calle. Y es posible que las cifras se disparen con los veh¨ªculos sin conductor, que seguramente tendr¨¢n enormes consecuencias para la vida urbana, porque borrar¨¢n la distinci¨®n entre el transporte p¨²blico y el privado. Un coche podr¨¢ llevar a ¡°su due?o¡± al trabajo por la ma?ana y, en vez de quedarse parado en un aparcamiento, llevar a alguna otra persona de la familia, o incluso del barrio, o de una comunidad digital. El resultado ser¨¢ una ciudad en la que, en teor¨ªa, todo el mundo se trasladar¨¢ cuando lo necesite con la quinta parte de los coches utilizados actualmente.
Los nuevos c¨¢nones del prestigio benefician a las grandes marcas m¨¢s que a las peque?as empresas
La sustituci¨®n del consumo individualizado por una econom¨ªa de experiencias compartidas no es f¨¢cil. Puede ser desastrosa para los fabricantes de bienes tradicionales. Y los nuevos c¨¢nones del prestigio benefician a las grandes marcas m¨¢s que a las peque?as empresas. En EE UU, la cadena de supermercados org¨¢nicos Whole Foods est¨¢ obligando al cierre de muchas tiendas peque?as.
En otro tiempo, compartir conocimientos y experiencias confer¨ªa un estatus que distingu¨ªa a los iniciados de todos los dem¨¢s. Benedetta Craveri habla de una ¡°civilizaci¨®n de la conversaci¨®n¡± en el siglo XVIII, con una red de salons litt¨¦raires en los que se mezclaban los sabios con los arist¨®cratas. En ese sentido, la capacidad actual de comunicarse de forma instant¨¢nea y universal es un triunfo de la democracia. Peroel hecho de que todo el mundo comparta todo es tambi¨¦n una receta para la estupidez, como ocurre con la mayor¨ªa de los reality shows televisivos. El polo opuesto ser¨ªa el comentario cr¨ªtico incorporado a los intercambios masivos de informaciones en el caso de acontecimientos tan traum¨¢ticos como los de Dallas y Niza.
Si Veblen viviera hoy, seguramente aplaudir¨ªa que se est¨¦ sustituyendo el individualismo por estos intercambios colectivos. Pero no estamos ante un nirvana tecnol¨®gico. La econom¨ªa colaborativa perturba profundamente los modos de producci¨®n actuales, en las ciudades puede llegar a destruir el peque?o comercio y en lugar de enriquecer nuestra cultura, puede empobrecerla. Lo cual significa que debemos aprender a compartir bien. Internet, las grandes bases de datos y los dispositivos m¨®viles constituyen el comienzo de un nuevo drama que no estaba en el libro de Veblen. El drama de ser ostensibles prescindiendo del consumo.
Carlo Ratti, arquitecto e ingeniero, es catedr¨¢tico de Pr¨¢ctica de tecnolog¨ªas urbanas en el MIT y director del estudio internacional Carlo Ratti Associati. Su ¨²ltimo libro, The City of Tomorrow (con Matthew Claudel) ha sido publicado por Yale University Press en 2016, y Richard Sennett es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa en la London School of Economics y catedr¨¢tico de Humanidades en la Universidad de Nueva York. Su ¨²ltimo libro, Together: The Rituals, Pleasures and Politics of Cooperation, fue publicado por Yale University Press en 2013.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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