El ¡®burkini¡¯ de Bernarda Alba
El argumento de la libertad no sirve en el tema del atuendo de las mujeres musulmanas
"Nos hundiremos todas en un mar de luto¡±, dice Bernarda Alba cuando se suicida su hija menor. No sufre gran cosa por la muerte de Adela. Le preocupa lo que se van a poner. La casa de Bernarda Alba es una implacable alegor¨ªa sobre el estatus de la mujer espa?ola hace un siglo, cuando la preocupaci¨®n social y cultural se centra en el cuerpo de ellas. Hay que salvaguardarlo de sus deseos naturales, del apetito de los hombres y de las habladur¨ªas de los dem¨¢s.
Otros art¨ªculos de la autora
As¨ª era en Espa?a antes. As¨ª es hoy para muchas mujeres musulmanas, aunque no para todas. Cualquiera que pasee por el barrio musulm¨¢n de una ciudad china, percibe que ni las mujeres llevan la cabeza cubierta ni se les pone cara de pecadoras por ello. En cambio, de las mujeres musulmanes de Oriente Pr¨®ximo, el Magreb y el Golfo, s¨®lo tenemos noticia cuando se discute p¨²blicamente de lo que llevan sobre su cabeza, nunca sobre lo que tienen dentro, como ha se?alado la escritora egipcia Mona Eltahawy.
Ha vuelto a ocurrir este verano, con la pol¨¦mica del burkini en Francia y con la decisi¨®n de la CDU-CSU alemana de restringir la vestimenta que oculta el rostro en ciertos espacios p¨²blicos. Se trata de una pol¨¦mica recurrente, aunque un argumento cobra fuerza ¨²ltimamente de forma preocupante: el de la libertad. Al afirmar que las mujeres musulmanas deciden libremente si se ponen o no el burka, el niqab o el hiyab, se busca vincular un evidente signo de opresi¨®n femenina con la libertad. Muchos dir¨¢n que no es un signo de opresi¨®n femenina, sino un s¨ªmbolo religioso. Pero resulta que s¨®lo lo llevan las mujeres, mientras los hombres est¨¢n libres de ello, incluso los m¨¢s p¨ªos. Si s¨®lo fuera religioso, se establecer¨ªa para todos, como la obligaci¨®n de rezar mirando a La Meca, que no distingue de sexos.
Adem¨¢s de ser una exigencia sexista, cubrirse la cara tiene en Europa unas connotaciones precisas. En nuestra imaginaci¨®n cultural, quienes ocultan su rostro son bandidos, salteadores de caminos, atracadores, terroristas¡ Cuando no est¨¢ relacionado con la violencia o el delito, taparse el rostro s¨®lo obliga a las mujeres y se asocia a la pureza sexual y a la prohibici¨®n de disponer del cuerpo propio. ?Qu¨¦ podr¨ªan hacer las mentes biempensantes para ver algo positivo en un rostro cubierto y as¨ª no darle m¨¢s vueltas al asunto? Vincularlo a uno de nuestros valores primordiales: la libertad. De ah¨ª el esfuerzo por reivindicar lo ufanas que muchas musulmanas se cubren la cara: para que olvidemos sus connotaciones opresivas. Sin embargo, afirmar que las mujeres musulmanas en ciertos pa¨ªses deciden con libertad, equivale a decir que en la Espa?a de Bernarda Alba una mujer pod¨ªa elegir guardar luto o no cuando su hermana se acababa de suicidar. No es m¨¢s que un modo de sublimar la opresi¨®n.
Las investigaciones de Dan Ariely y Daniel Kahneman sobre los procesos cognitivos en la toma de decisiones nos han revelado como algo menos racionales y menos libres de lo que solemos creer. Una forma poderosa en que tomamos decisiones que creemos libres ata?e a la forma en que ¨¦stas se nos presentan. Son los mecanismos llamados opt-out (salirse de la corriente) y opt-in (quedarse en ella). ?C¨®mo saber si en la Espa?a de hoy una mujer viste de luto libremente? Muy sencillo, hacerlo es un opt-in: no se trata ya de una obligaci¨®n social. Quien lo hace no se expone a la cr¨ªtica ni a la marginaci¨®n. Es una decisi¨®n libre y personal.
A algunas, descubrirse las llevar¨ªa a enfrentarse a su familia, arriesgarse a no tener marido nunca
En cambio, en la Espa?a de Bernarda Alba, eludir el luto era un opt-out: no hacerlo implicaba desobedecer las normas, con los riesgos que ello conllevaba. Algo parecido puede decirse de los burkas y los burkinis. Para muchas mujeres musulmanas, es un opt-out: descubrirse las llevar¨ªa a enfrentarse a su familia, arriesgarse a no tener marido nunca. Es un precio demasiado alto a cambio de esa cosa difusa llamada libertad, un valor crucial en nuestra cultura pero no en la suya.
Sigamos discutiendo c¨®mo encajar en nuestra sociedad esa costumbre extra?a de cubrirse la cara, pero sin degradar la verdadera libertad en el proceso. Debatamos sobre la libertad de las mujeres musulmanas, no en relaci¨®n a su atuendo, sino a sus derechos. Y pensemos en cu¨¢ntas, sin que se oiga fuera de su casa, dicen algo alegre, como la hija menor de Bernarda Alba poco antes de suicidarse: "Ma?ana me pondr¨¦ mi vestido verde e ir¨¦ a pasear por la calle".
Irene Lozano es escritora y exdiputada.
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