Una Europa integrada integra mejor
El reto no es tanto el papel de los musulmanes como una integraci¨®n europea que ofrezca un relato inclusivo y que, entre otras cosas, otorgue su lugar a comunidades como la isl¨¢mica en la historia y el presente del continente
Tras la serie de atentados yihadistas perpetrados en suelo europeo en los ¨²ltimos meses y pol¨¦micas recientes como la suscitada en torno al uso del burkini, el debate sobre la integraci¨®n, y concretamente de la minor¨ªa musulmana, ha adquirido unos tintes de urgencia y dramatismo dif¨ªciles de obviar. Resulta complicado distinguirlo del debate sobre la seguridad europea y el de la crisis de los refugiados de Oriente Medio y, en conjunto, ata?en a la cuesti¨®n de la identidad europea. Se percibe cierta fijaci¨®n respecto del lugar de la comunidad musulmana en Europa, hasta el punto de que cuando se habla de integraci¨®n, con frecuencia, se piensa autom¨¢ticamente en aqu¨¦lla. El temor a la radicalizaci¨®n religiosa y el terrorismo yihadista explican esta fijaci¨®n, pero convendr¨ªa desislamizar el debate para reflexionar nuevamente sobre qu¨¦ entendemos por integraci¨®n y, entonces s¨ª, preguntarnos por el papel de la comunidad musulmana en Europa.
Para el que llega a un nuevo pa¨ªs con la intenci¨®n de permanecer all¨ª, integrarse en su cultura significa siempre y hasta cierto punto desintegrarse, disolver o hacer desaparecer una parte de los h¨¢bitos, costumbres y creencias que le son propios, reemplaz¨¢ndolos por los de la cultura de acogida. A veces, existe una voluntad expl¨ªcita de hacerlo, la aspiraci¨®n de convertirse en un miembro m¨¢s de la sociedad de recepci¨®n. Cuando no, la realidad se impone: es dif¨ªcil mantener una vida cotidiana funcional sin adaptarse a las normas y maneras de hacer imperantes en el lugar en donde uno reside y lo es todav¨ªa m¨¢s prosperar personal y profesionalmente. La cuesti¨®n para muchos inmigrantes es hasta d¨®nde se desintegran, de qu¨¦ partes se deshacen y cu¨¢les conservan o, quiz¨¢, mejor dicho, qu¨¦ partes les permite conservar la sociedad que los recibe.
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El modo en que se ha promovido la integraci¨®n de los inmigrantes en las democracias europeas tras la II?Guerra Mundial difiere seg¨²n el pa¨ªs y se habla de dos grandes modelos, el brit¨¢nico y el franc¨¦s, hasta cierto punto antit¨¦ticos, que, lejos de ser est¨¢ticos, han evolucionado en el tiempo. Muy vinculados a la experiencia colonial de ambos pa¨ªses, el primero, el modelo de integraci¨®n multicultural, entiende la integraci¨®n como la coexistencia de varias culturas, mayoritarias y minoritarias, que, conservando sus caracter¨ªsticas, confluyen en una nueva totalidad. De este modelo se critica el hecho de que, en la pr¨¢ctica, clasifica y reduce a los inmigrantes a integrantes de comunidades homog¨¦neas en t¨¦rminos culturales y religiosos, generando una serie de expectativas en torno a sus h¨¢bitos y costumbres que obvian sus diferencias individuales. Con ello se habr¨ªa contribuido, por un lado, al reforzamiento de identidades comunitarias que inhiben la voluntad y el esfuerzo de sus integrantes por asimilarse a la mayor¨ªa social y, por otro, a un sentimiento de exclusi¨®n entre aquellos individuos que, aun reconociendo su pertenencia a una cultura minoritaria, no se identifican con la etiqueta que la Administraci¨®n les coloca.
El modelo de integraci¨®n franc¨¦s ha apostado por la asimilaci¨®n y la uniformizaci¨®n a trav¨¦s de la educaci¨®n en valores comunes fuertes, como el laicismo, la promoci¨®n del monoling¨¹ismo y la inhibici¨®n de expresiones culturales singulares en el espacio p¨²blico. De este modelo se dice que ha colocado a muchos j¨®venes inmigrantes de segunda o tercera generaci¨®n en un dif¨ªcil impasse simb¨®lico e identitario. Incapaces, en la pr¨¢ctica, a pesar de haber sido educados como ciudadanos republicanos, de insertarse en la sociedad en igualdad de condiciones a causa de la discriminaci¨®n racial y cultural que subsiste, carecen, al mismo tiempo, de un acceso institucionalizado, oficialmente sancionado, a la cultura de sus padres y abuelos que les permita afirmarse en una identidad h¨ªbrida o mestiza.
Se habla de dos grandes modelos, el brit¨¢nico y el franc¨¦s, hasta cierto punto antit¨¦ticos
M¨¢s all¨¢ de sus potenciales deficiencias o incluso fracaso, ambos modelos han sido posibles gracias a la existencia de un potente Estado de bienestar dispuesto a financiar la integraci¨®n de las poblaciones de origen extranjero en riesgo de exclusi¨®n, as¨ª como una ideolog¨ªa europea dominante basada tanto en los ideales de solidaridad y responsabilidad como en el entendimiento pr¨¢ctico de que la presencia de aqu¨¦llas era beneficiosa para el desarrollo econ¨®mico del continente. Para el autor brit¨¢nico de origen indio Kenan Malik, la radicalizaci¨®n de un sector de la poblaci¨®n musulmana en Reino Unido tiene que ver, precisamente, con la descomposici¨®n material del Estado de bienestar y el vac¨ªo simb¨®lico que ha dejado el desmoronamiento del proyecto universalista e inclusivo de la izquierda en Europa.
Ante la desorientaci¨®n ideol¨®gica y cultural no debe sorprendernos que las sociedades europeas busquen un otro contra el cual definirse. Tampoco deber¨ªa sorprendernos que ese otro sea la comunidad musulmana. La segregaci¨®n de g¨¦nero que practica una parte de ¨¦sta es un aspecto especialmente visible que choca contra lo que se supone un valor fundamental europeo: la igualdad de g¨¦nero. Parad¨®jicamente, no es uno de los valores de los que m¨¢s pueda jactarse Europa en la pr¨¢ctica. En Francia, uno de los pa¨ªses menos tolerantes con el uso del hiyab, los casos de acoso sexual dentro del partido ecologista que salieron a la luz la pasada primavera han puesto sobre la mesa el grave problema de sexismo y acoso que sufren las mujeres de la clase pol¨ªtica y dirigente francesa, incluso aquella que se define como progresista.
Europa carece del vigor para convencer a todos sus ciudadanos de que son iguales
Es m¨¢s f¨¢cil se?alar lo aberrante del hecho que una mujer deba cubrirse en p¨²blico que reconocer lo lejos que seguimos estando, en general, en Europa de alcanzar sociedades igualitarias, libres de sexismo y violencia de g¨¦nero. La hipersensibilidad social existente respecto de las pr¨¢cticas isl¨¢micas de segregaci¨®n entre hombres y mujeres pone en evidencia la debilidad del modelo igualitario europeo. Europa carece actualmente del vigor y la autoridad moral para convencer a todos sus ciudadanos de que son iguales, gozan y deben gozar de los mismos derechos y obligaciones. El reto, por ende, no es tanto la integraci¨®n de la comunidad musulmana como la integraci¨®n europea: recuperar y reforzar el proyecto universalista y progresista europeo y llenar ese vac¨ªo al que se refiere Malik. Es necesario, asimismo, elaborar un relato europeo inclusivo que, entre otras cosas, reconozca los abusos cometidos durante la etapa colonial y otorgue su lugar a comunidades como la musulmana en la historia y el presente de Europa. El reconocimiento p¨²blico predispone positivamente a la colectividad que lo recibe, convirtiendo a sus miembros en agentes reales de la sociedad en la que viven y favoreciendo su sentimiento de pertenencia a ella. No es ingenuo pensar que ello facilitar¨ªa adem¨¢s un di¨¢logo m¨¢s equilibrado y fecundo, con la comunidad musulmana en particular, sobre qu¨¦ lugar deben ocupar determinadas pr¨¢cticas culturales y religiosas en la Europa del siglo XXI.
Olivia Mu?oz-Rojas es doctora en Sociolog¨ªa por la London School of Economics e investigadora independiente. Su blog es www.oliviamunozrojasblog.com
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