Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Patino: 'Los obispos fueron c¨®mplices de hecho del golpe del 23-F'
Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Patino asegura que en la noche del 23-F no encontr¨® a ning¨²n obispo dispuesto a condenar el intento de golpe de Estado y que se le sugiri¨® que hiciera ¨¦l una nota a t¨ªtulo personal. El presidente de la Fundaci¨®n Encuentro opina que la jerarqu¨ªa de la Iglesia ha hecho lo posible por acomodarse a la democracia pero no siempre lo consigue, y considera que los obispos no conectan con las preocupaciones de los espa?oles. A juicio de Mart¨ªn Patino, la jerarqu¨ªa cat¨®lica critica poco al Partido Popular, y los gobernantes de ese partido practican una confesionalidad encubierta.
Pregunta. Su reciente Premio Blanquerna acredita que sigue siendo usted un hombre de di¨¢logo, esa rara virtud que tuvo aquella Iglesia de la transici¨®n y de la que ya no se acuerdan m¨¢s que algunos viejos rockeros, como el presidente Pujol...
'La Iglesia ha hecho lo posible para acomodarse a la democracia, pero no siempre lo consigue (...). Los obispos hablan de cosas que no son las que preocupan a la gente'
Respuesta. Ciertamente... eso es as¨ª. Pero... ?es que se han muerto muchos de los que intervinieron en aquel di¨¢logo! Entre ellos, algunos de los que fueron ministros de UCD con Su¨¢rez. Se nos ha muerto Fernando Abril Martorell, Paco Fern¨¢ndez Ordo?ez, Jaime Garc¨ªa A?overos, Garrigues... Y uno se va quedando solo... La verdad es que en aquel tiempo de di¨¢logo yo era el chico de los recados, el que se llevaba las broncas, pero que llevaba y tra¨ªa recados importantes de un lado a otro. Hab¨ªa un clima de di¨¢logo, de receptividad, que hoy se ha perdido. Lo que hoy se practica es esa tendencia a dar consejos al adversario sin escucharlo. Quiz¨¢s por eso el Premio Blanquerna, adem¨¢s de ser un gesto de generosidad de la Generalitat, me resulta muy gratificante. Por lo dem¨¢s, nadie puede dudar de que el presidente Pujol sea un hombre de consenso.
P. Pero, despu¨¦s de tantos trabajos y de tantos d¨ªas compartidos con los que peleaban por el di¨¢logo, quiz¨¢ le parezca ingrato tanto olvido...
R. Lo que me pesa, sobre todo, es la sensaci¨®n de soledad, de orfandad, cosa que no me suced¨ªa en aquellos tiempos. Yo ten¨ªa un amigo, un hermano para m¨ª, que era Juan Jos¨¦ Ros¨®n, que en los momentos m¨¢s dif¨ªciles, cuando hab¨ªa atentados grav¨ªsimos en el Pa¨ªs Vasco, se pasaba toda la noche en su despacho, y yo le acompa?aba... Me siento hu¨¦rfano de muchos hermanos, de aquellos pol¨ªticos que hicieron del di¨¢logo su raz¨®n ¨¦tica y su justificaci¨®n; gentes tambi¨¦n de la izquierda, como Javier Solana, por ejemplo, que crearon un clima de compromiso con la libertad mucho antes de la muerte de Franco. Pero si quiere que le diga la verdad, lo que a?oro, y valoro, de aquella ¨¦poca es que se buscaba la verdad, la verdad del contrario. Eso fue la clave para lograr el entendimiento, la reconciliaci¨®n. Hubo un esfuerzo de sinceridad, sobre todo a partir de la llegada al Gobierno de Adolfo Su¨¢rez que, en lo que respecta a la Iglesia, supo comprender que no ten¨ªa sentido alguno apelar a aquel concepto castrense de 'ordeno y mando', que trat¨® de promover Arias Navarro.
P. Da la impresi¨®n de que se ha recuperado ese esp¨ªritu castrense. Y mientras que aquella Iglesia de la transici¨®n y del di¨¢logo estaba viva, la de ahora languidece, no tiene pulso...
R. La verdad es que lo que ocurre en la Iglesia de hoy yo no lo vivo tan de cerca, porque ya no tengo responsabilidad o jurisdicci¨®n directa. Pero creo que ese cambio se explica claramente por la actitud que han tenido los responsables de la Iglesia. Los obispos espa?oles son fieles al Concilio Vaticano II, al menos desean serlo, pero, por otra parte, est¨¢n sometidos a unas circunstancias mucho menos creativas. La Iglesia ha entrado en una rutina, en una cierta pasividad. Y luego est¨¢n las dificultades que le ha supuesto a la Iglesia la llegada de la democracia; no es que los obispos se encuentren inc¨®modos en el sistema democr¨¢tico, pero s¨ª les ha obligado a enfrentarse con problemas concretos; tienen problemas con las leyes concesivas que emite un Parlamento en el que est¨¢ representado todo el pueblo espa?ol. El Parlamento legisla para el bien com¨²n y no legisla, como hac¨ªa Franco, inspir¨¢ndose en la doctrina cat¨®lica. La Iglesia ha hecho lo posible para acomodarse a la democracia, pero no siempre lo consigue porque, por ejemplo, tiene que ser fiel a la doctrina de este Papa, que ha hecho cuesti¨®n del aborto, del divorcio... Eso es l¨®gico, pero la Iglesia no ha apostado con tanto ¨¦nfasis por otros valores como es la autonom¨ªa y la libertad del hombre, que hoy son defendidos por todos los ciudadanos.
P. Lo que s¨ª resulta evidente es que la Iglesia de hoy se ha acomodado a la realidad con un pragmatismo calculado.
R. La Iglesia quiere que el poder pol¨ªtico le solucione el problema de la clase de Religi¨®n, el problema de la dotaci¨®n econ¨®mica, quiere que le solucionen problemas concretos. Pero no ha sido capaz de interpretar, todav¨ªa, una visi¨®n alternativa clara de lo que debe representar en la vida democr¨¢tica. Pienso que la Iglesia no debe estar en la pol¨ªtica, pero s¨ª en la prepol¨ªtica, que son los valores de la convivencia y de la ciudadan¨ªa. Se recurre demasiado al victimismo respecto de los 'malos gobernantes' y no hay movimientos de acercamiento hacia la clase pol¨ªtica, que ser¨ªan muy necesarios. Aunque tambi¨¦n es verdad que los gobernantes tampoco se han esforzado especialmente por acercarse a la Iglesia. Ni los socialistas antes, ni ahora los del Partido Popular.
P. Pero, esa aton¨ªa, ese aurea mediocritas que envuelve a la jerarqu¨ªa de la Iglesia, tendr¨¢ una causa, una explicaci¨®n ?no?
R. El problema est¨¢, desde mi punto de vista, en que los obispos no se comunican bien con la sociedad. Siguen publicando documentos que se quedan un poco en el vac¨ªo y hablan de cosas que no son precisamente las m¨¢s actuales, las que preocupan a la gente. Los obispos hablan poco, o nada, de futuro; hablan de cuestiones doctrinales que ellos ven en peligro. Les preocupa mucho lo que diga Roma, pero no se comunican con el mundo de hoy. Puede que se comuniquen bien con sus sacerdotes, pero cuando hablan a nivel nacional hay que reconocer que no son muy afortunados.
P. Tal vez, lo que pesaba antes la Iglesia de la transici¨®n y lo que deja de pesar ahora esta Iglesia de la... acomodaci¨®n tenga algo que ver con la talla de aquellos personajes y la de ¨¦stos, ?no?
R. Para m¨ª es muy delicado juzgar a los actuales obispos. Pero es evidente que el sistema de selecci¨®n que est¨¢ vigente en Espa?a para el nombramiento de obispos, pues..., eh..., podemos decir que es inexistente. Es un sistema muy l¨¢bil, en el que los intermediarios, como puede ser el Nuncio, est¨¢n muy influidos por unos condicionamientos que les llevan a elegir a unos obispos muy identificados con determinadas formas de pensar, sometidas a los criterios de la Santa Sede. ?Como si la fidelidad al Papa estuviera en peligro en Espa?a! A m¨ª me parece que se exagera con el tema de la fidelidad, y aqu¨ª se est¨¢n nombrando obispos muy incondicionales pero con menos categor¨ªa teol¨®gica, con menos estudios, menos creadores, menos imaginativos, con menos talla intelectual, muy exigentes en lo jur¨ªdico... En cuanto a ese aurea medi¨®critas que nos rodea..., podr¨ªa estar de acuerdo con usted, pero tambi¨¦n hay que reconocer que los de ahora son tiempos m¨¢s dif¨ªciles, porque la Iglesia tiene que moverse en una sociedad de libertades donde cada uno puede hacer su dec¨¢logo particular y el Gobierno, sea de la ideolog¨ªa que sea, no est¨¢ para reprimir libertades.
P. Se me va de la cuesti¨®n... ?No ser¨¢ que en la Iglesia espa?ola hay pocos cardenal Martini y demasiados cardenales Rouco?
R. ?Hombre!... Yo... los nombres los excluyo totalmente ?no? Conozco a Martini, conozco a Rouco... Rouco es un jurista, Martini es un hombre de las Sagradas Escrituras. La Escritura espolea m¨¢s la imaginaci¨®n, da una visi¨®n mucho m¨¢s universal de las cosas, y las leyes sirven para dar seguridad a la conducta de las gentes, a la conducta de la Iglesia... Martini es un hombre extraordinario, de una brillantez intelectual poco frecuente en la Iglesia, que vende m¨¢s libros que Umberto Eco. En fin, son personalidades que no se pueden comparar. Lo que es evidente es que es Rouco, y no Martini, el que preside la Iglesia espa?ola.
P. Lo que preside la Iglesia espa?ola es el silencio. Esa forma tan medida de administrar su silencio respecto al poder...
R. Es verdad que la jerarqu¨ªa de la Iglesia habla poco de la forma de actuar del Gobierno del Partido Popular, se le critica poco al PP salvo en cuestiones puntuales, como la ense?anza de la Religi¨®n o la dotaci¨®n econ¨®mica de la Iglesia. Se han pronunciado finalmente sobre la inmigraci¨®n, pero en general da la impresi¨®n de que los obispos est¨¢n m¨¢s a gusto con este Gobierno que con los socialistas. Se quejan del PP porque no les solucionan todos los problemas que ellos quieren. Pero s¨ª da la impresi¨®n, aunque no sea as¨ª, de que la Iglesia ha vuelto a entrar en la esfera de la derecha conservadora, de la derecha cat¨®lica. Una derecha que, m¨¢s o menos, siempre ha sido como la que gobierna ahora, fuera de aquel tiempo que enfrent¨® a la Iglesia con el franquismo y que durante la transici¨®n singulariz¨® a Taranc¨®n como defensor de una Iglesia independiente del poder pol¨ªtico. Esa independencia ha vuelto a perderse y creo que, despu¨¦s de los problemas que tuvieron con los Gobiernos socialistas, los obispos se encuentran ahora, con el PP, m¨¢s acogidos, mejor tratados. Yo creo que cuando el Gobierno actual elabora una ley que de alguna manera puede afectar a la Iglesia, consulta con los obispos, cosa que no se les ocurr¨ªa hacer a los socialistas. La Iglesia administra sus silencios porque no quiere tener m¨¢s problemas de los que tienen.
P. Hablando de silencios: ahora se cumplen 20 a?os de aquel otro silencio, clamoroso, de la Iglesia en la noche de la intentona golpista. ?Cu¨¢nto c¨¢lculo en aquel 'estar a ver'..., ?no?
R. Esa noche vivimos todos en el desconcierto. A m¨ª me da un poco de verg¨¹enza hablar de esa noche, porque fue la peor noche que yo he pasado como vicario de la Iglesia de Madrid. Claro, como enseguida se vio lo que pasaba, los medios de comunicaci¨®n ped¨ªan una nota, una declaraci¨®n del Episcopado. Yo me lanc¨¦ a buscar esa nota y no encontr¨¦ a los obispos, a ninguno de los que buscaba... Al final, encontr¨¦ a uno que me dijo: 'Es mejor que la nota la mandes t¨² solo por tu cuenta'. Y yo fui cobarde, y no lanc¨¦ la nota, porque no ten¨ªa el permiso de mis superiores para hacerlo. Adem¨¢s, hab¨ªa un obispo encargado de hacerlo, que era el portavoz de la Conferencia, Montero, que no lo hizo porque esper¨® al d¨ªa siguiente... Yo urg¨ª a mi cardenal, ya por la ma?ana (porque por la noche no fui capaz de encontrarle ya que Taranc¨®n no durmi¨® aquella noche en el palacio), a que hiciera algo. Hable con ¨¦l y me dijo que eso lo hac¨ªan los obispos al d¨ªa siguiente... Pero lo hicieron cuando ya todos hab¨ªan salido del Congreso. Todos est¨¢bamos atemorizados, y cuando se pronunciaron los obispos llegaron tarde, fue in¨²til porque ya no defend¨ªan la Constituci¨®n: la Constituci¨®n hab¨ªa sido ya defendida por el pueblo y por los medios de comunicaci¨®n, sobre todo. Yo todav¨ªa tengo remordimientos y sentimiento de culpa, pero la verdad es que aquella noche me la pas¨¦ buscando gente que me ayudara a lograr que quienes ten¨ªan autoridad en la Iglesia hicieran aquella nota. Lo que pas¨® es que cuando los obispos oyeron por la radio que Tejero hab¨ªa tomado el Congreso, siguieron su reuni¨®n habitual, hasta las 20.30 horas. Luego, se disolvi¨® la reuni¨®n, y algunos no durmieron en sus domicilios habituales. Yo no consegu¨ª hablar m¨¢s que con el cardenal Jubany, que fue quien me dijo: '?Por qu¨¦ no lanzas t¨² solo la nota, como cosa tuya?'. Pero no era yo, era el Episcopado el que ten¨ªa que haber dicho algo. Y no lo consegu¨ª.
P. Y... ?usted dir¨ªa que la jerarqu¨ªa de la Iglesia fue c¨®mplice con su silencio de aquella noche?
R. No creo que ellos tuvieran conciencia de que eran c¨®mplices. Simplemente se refugiaron en la idea de que aquello era una cosa de los pol¨ªticos y que no sab¨ªan lo que podr¨ªa pasar... Eso les daba una cierta complicidad, porque el no saber lo que pod¨ªa pasar implicaba el calcular que si venc¨ªan unos iban a perseguir a la Iglesia o si ven¨ªan otros iban a ser m¨¢s pr¨®ximos... Lo que s¨ª es cierto, y en eso no nos podemos enga?ar a estas alturas, es que la Constituci¨®n no se hizo al gusto de la mayor¨ªa de los obispos... Pero a la hora del refer¨¦ndum, la Comisi¨®n Permanente recomend¨® el voto positivo y s¨®lo ocho obispos, por su cuenta, recomendaron votar en contra. Pero tampoco se puede decir que si hubiera triunfado el golpe los obispos hubieran estado muy c¨®modos. Yo pienso que fueron c¨®mplices, de hecho, en la medida en la que no encontraron el momento oportuno para hablar, para romper aquel silencio. Pero es que eso de romper silencios... Hasta el mismo Taranc¨®n tuvo momentos de niebla, en los que no se atrev¨ªa a pronunciarse.
P. La Iglesia tambi¨¦n administr¨®, despiadadamente, su silencio contra un ferviente cat¨®lico llamado Adolfo Su¨¢rez. Los fieles le negaban la paz en la misa, y los obispos jam¨¢s le echaron una mano...
R. La verdad es que el nombramiento de Su¨¢rez como presidente del Gobierno caus¨® una cierta decepci¨®n en la mayor¨ªa de los obispos. No era lo que ellos quer¨ªan y no le consideraban de la categor¨ªa necesaria para el cargo. En eso coincid¨ªan con algunos ministros del Gobierno de Arias Navarro... A m¨ª me lleg¨® a decir alg¨²n pol¨ªtico el d¨ªa que nombraron a Su¨¢rez que para ¨¦l era el primer d¨ªa del Gobierno de la Rep¨²blica... Por otra parte, Su¨¢rez, respecto al poder de la Iglesia, fue respetuoso pero pr¨¢ctico, y nunca se andaba con rodeos, sab¨ªa siempre lo que quer¨ªa... Desde luego, la Iglesia nunca fue generosa con Su¨¢rez, y en aquellos tiempos, menos. Aunque luego s¨ª han reconocido sus valores, pero privadamente. Igual le pas¨® a Taranc¨®n, por cierto, que cuando se march¨® de Madrid le envi¨® una carta a Felipe y otra al Rey y recibi¨® como contestaci¨®n un telegrama. Funcionaba el juego de los silencios, pero tambi¨¦n el de los agravios...
P. Ha pasado mucho tiempo desde aquellos juegos, pero la Iglesia sigue a?orando aquella confesionalidad que hoy sigue exigiendo en la pr¨¢ctica, ?no?
R. Creo que es algo que los obispos no pueden evitar. Porque hablan en nombre de Dios y, por tanto, se siguen considerando int¨¦rpretes aut¨¦nticos de la Ley Natural. Piensan que la Ley Natural abarca a todos los hombres y que el Estado debe obedecer la Ley Natural. Esta interpretaci¨®n que hacen los obispos no digo que sea falsa pero s¨®lo ellos la consideran v¨¢lida para todos, aunque tengan poca autoridad para imponerla. En esta situaci¨®n, algunos piensan que la confesionalidad se sigue ejerciendo de facto, que los gobernantes de alguna manera lo permiten, en la medida en que convivir con la realidad de la Iglesia Cat¨®lica les causa menos problemas que si trataran de radicalizar sus posiciones.
P. Solo hay un lugar de este pa¨ªs en el que cuenta, y mucho, la palabra de la Iglesia: Euskadi. No s¨¦ si usted cree que la Iglesia est¨¢ diciendo lo que tiene que decir, o si tambi¨¦n administra, deliberadamente, sus silencios; si est¨¢ justificada la desconfianza que despierta...
R. La desconfianza que existe respecto a los obispos vascos carece de fundamento. Al menos respecto de los actuales y sus predecesores, incluido Seti¨¦n, al que se le entendi¨® bien porque es un escol¨¢stico, adem¨¢s de un nacionalista puro. Pero, en cualquier caso, creo que la Iglesia vasca no puede ni debe hacer m¨¢s de lo que est¨¢ haciendo, que es condenar el terrorismo. Me pregunto qu¨¦ pasar¨ªa si los obispos vascos se lanzaran a promulgar una excomuni¨®n no s¨®lo contra los etarras, que es evidente que est¨¢n fuera de la Iglesia, sino contra todos los que les ayudan. Seguro que los obispos hubieran recibido el apoyo de la mayor¨ªa de los espa?oles y de una parte de la sociedad vasca. Pero su capacidad para ser un elemento de pacificaci¨®n y de reconciliaci¨®n hubiera desaparecido.
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