Nosotras venimos dispuestos
En espa?ol, el g¨¦nero masculino funciona como g¨¦nero ¡°no marcado¡± o g¨¦nero ¡°por defecto¡±, lo que lo habilita para acoger referencialmente y por igual a ambos sexos. Pero hay quienes se resisten a aceptar evidencia tan indudable
Hace algo m¨¢s de cuatro a?os, en un art¨ªculo publicado en este mismo peri¨®dico y que llevaba por t¨ªtulo El g¨¦nero no marcado trat¨¦ de explicar, con el talante m¨¢s pedag¨®gico de que fui capaz, que en espa?ol, lo mismo que en otras lenguas, el g¨¦nero masculino ¡ªentendida aqu¨ª la voz ¡°g¨¦nero¡± en t¨¦rminos gramaticales y no sexuales¡ª ten¨ªa la peculiaridad de funcionar como g¨¦nero ¡°no marcado¡± o g¨¦nero ¡°por defecto¡±, lo que lo habilitaba para acoger referencialmente y por igual a individuos de ¡ªahora s¨ª¡ª ambos sexos, masculino y femenino. Es cosa tan clara y ya tantas veces repetida ¡ªcon escasa eficacia, a lo que parece¡ª que no valdr¨ªa la pena volver sobre ella si no se hubiera producido, en las estrategias de quienes se resisten a aceptar evidencia tan inconcusa, una ¨²ltima vuelta de tuerca que s¨ª puede merecer comentario.
En un pasaje de aquel art¨ªculo acud¨ª al bien conocido recurso dial¨¦ctico de la reducci¨®n al absurdo cuando plante¨¦ con guasa ¡ªpues creo en la eficacia disuasoria del humor¡ª la muy imaginativa posibilidad de que los quinientos millones de hispanohablantes nos reuni¨¦ramos en asamblea para decidir que, tras diez siglos de prevalencia masculinista, le tocaba ahora al femenino ser el g¨¦nero no marcado; con el compromiso, eso s¨ª, de que una nueva asamblea otros diez siglos posterior ¡ªconcurrid¨ªsima: acaso ya con miles de millones de asistentes¡ª estableciera haberle llegado de nuevo el turno al masculino. And so on.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se sugiere, aun por v¨ªa de chanza. As¨ª pude comprobarlo cuando tuve noticia, har¨¢ cosa de un a?o, de que los dos ¨²nicos concejales ¡ªhombre y mujer¡ª de cierto municipio asturiano hab¨ªan declarado con toda formalidad ¡ªy lo habr¨ªan empezado a practicar, supongo¡ª que iban a emplear exclusivamente el femenino en sus intervenciones p¨²blicas y sus comunicados oficiales, de modo que cuando hablaran de las ¡°vecinas¡± del concejo, por ejemplo, se estar¨ªan refiriendo a la totalidad de sus habitantes. Afortunadamente, la noticia que le¨ª no hablaba de que aquellos dos mun¨ªcipes hubieran congregado a sus convecinos ¡ªellos dir¨ªan sus ¡°convecinas¡±¡ª para instarlos ¡ªque en la particular lengua de ellos dos, si eran consecuentes, ser¨ªa ¡°instarlas¡±¡ª a secundar la iniciativa. Todo se andar¨¢. Tampoco me consta si alguien que no estuviera en el ajo de la novedad o a¨²n no le hubiera cogido el busilis, oyendo decir, por caso, a uno de los dos ediles que ¡°las vecinas deben sacar la basura¡± le habr¨ªa recriminado su machismo, por no haber previsto la posibilidad de que fueran los maridos quienes se encargaran de esa tarea.
En Espa?a el absurdo puede llegar a hacerse realidad... lo mismo que unas terceras elecciones
Pues bien, en la sesi¨®n de investidura (fallida) del pasado 31 de agosto subi¨® a la tribuna la portavoz de un partido pol¨ªtico, integrado en el Grupo Mixto, que cuenta con dos representantes en la C¨¢mara. Cuando, al poco de empezar, utiliz¨® el pronombre personal ¡°nosotras¡±, yo procur¨¦ no ceder al estupor acogi¨¦ndome a la posibilidad de que su colega de partido en el palacio de la Carrera de San Jer¨®nimo fuera tambi¨¦n una mujer, y de que quien acababa de tomar la palabra hubiera decidido hablar en nombre de ambas (por m¨¢s que lo esperable era que lo hiciera en el de la formaci¨®n toda a la que pertenecen). M¨¢s tarde averig¨¹¨¦ que no, que el otro esca?o del partido estaba ocupado por un var¨®n (qui¨¦n sabe si con pretensiones de bar¨®n).
Pero lo m¨¢s sorprendente es lo que vino luego. La sintaxis hizo que la oraci¨®n que aquel sujeto ¡ª¡°nosotras¡±¡ª encabezaba quedara algo lejos del verbo correspondiente, y de un inmediato predicativo. Estos, inevitablemente, llegaron, y el chocante resultado ¡ªque para evitar posibles imprecisiones m¨ªas de audici¨®n he cotejado en el Diario de Sesiones del Congreso¡ª fue este: ¡°Nosotras, que aspiramos a representar a todas las personas que, vot¨¢ndonos o no, han hecho mayoritaria esa apuesta por la ruptura, venimos dispuestos a hacer o¨ªr el clamor...¡± Etc¨¦tera. Prescindiendo de las subordinadas, nos queda la magn¨ªfica oraci¨®n simple hermafrodita que me sirve para t¨ªtulo: ¡°Nosotras venimos dispuestos¡±. La diputada se propon¨ªa feminizar, s¨ª, ma non troppo, no con todas las consecuencias.
Cuando, al poco de empezar, utiliz¨® el pronombre personal ¡°nosotras¡±, yo procur¨¦ no ceder al estupor
Casi al final de su intervenci¨®n, la oradora volvi¨® a las andadas: ¡°Igualmente, y con esto acabo, les decimos a quienes quieren recorrer este camino con nosotras, que tenemos la mano tendida para caminar juntos...¡± (¡°juntos¡±, n¨®tese). Y ¡ªnuevo desconcierto¡ª, termin¨® as¨ª, con dos pronombres masculinos sucesivos: ¡°Frente a la unidad de Espa?a que reclaman, nosotros reclamaremos acuerdos de pa¨ªs; porque donde ustedes defienden el apuntalamiento del r¨¦gimen del 78 a cualquier precio, nosotros buscamos desbordarlo, superarlo...¡±. Balance, en suma, de todo el discurso: dos ¡°nosotras¡± y dos ¡°nosotros¡±. ?Calculado fifty-fifty? ?Igualitarismo intencionado? ?O m¨¢s bien, en lugar de lo que ya se llama com¨²nmente ¡°desdoblamiento de g¨¦nero(s)¡±, y alguien ha propuesto denominar ¡°dobletismo¡± (¡°nosotros y nosotras¡±, etc¨¦tera), empleo alternante, o tal vez aleatorio, del masculino y el femenino, o, como si dij¨¦ramos, una de cal y otra de arena, o entre col y col, lechuga, por aquello de que en la variedad est¨¢ el gusto? Se?alemos que la interviniente le¨ªa un texto escrito. En su breve turno de r¨¦plica, forzosamente menos preparado, solo necesit¨® una vez acudir al pronombre de primera persona plural, y lo hizo en masculino.
En la sesi¨®n del viernes, 48 horas posterior a la primera votaci¨®n, pudo o¨ªrse decir a nuestra parlamentaria que en su partido est¨¢n ¡°convencidas de que hay que buscar el cambio¡±.
Francamente intrigado y en busca de m¨¢s elementos de juicio, he acudido a las intervenciones de la misma diputada en la sesi¨®n del 2 de marzo pasado, con ocasi¨®n del intento de investidura (tambi¨¦n fallido) de otro candidato. Al que le espet¨® lo siguiente: ¡°Convencidas de ello, nosotras se lo vamos a decir claro: no cuenten con nosotras¡±. Las dudas han vuelto moment¨¢neamente tras informarme de que en la breve legislatura anterior los dos esca?os del grupo pol¨ªtico en cuesti¨®n s¨ª los ocuparon sendas mujeres. Mas no hab¨ªa duda posible. El discurso de su se?or¨ªa hab¨ªa empezado con un inequ¨ªvoco ¡°Buenas tardes a todas¡±.
Qui¨¦n me manda acudir a la reducci¨®n al absurdo, sin caer en la cuenta de que en Espa?a el absurdo puede llegar a hacerse realidad... lo mismo que unas terceras elecciones.
Pedro ?lvarez de Miranda es catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, miembro de la Real Academia Espa?ola y autor del libro, de reciente aparici¨®n, M¨¢s que palabras.
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