La reconversi¨®n de la pol¨ªtica vasca
La pulsi¨®n dominante en Euskadi es pasar la p¨¢gina de la violencia terrorista etarra. Ahora, amplios restos de la izquierda revolucionaria parecen encontrar una v¨ªa de expresi¨®n distinta de la de la sumisi¨®n al nacionalismo radical y sus mitos violentos
La reciente publicaci¨®n en castellano del espl¨¦ndido texto de Louis Menand sobre la historia intelectual estadounidense (El club de los metaf¨ªsicos) permite al lector actual conocer la g¨¦nesis de lo que fue el talante pragmatista en aquella sociedad norteamericana posterior a la Guerra de Secesi¨®n, as¨ª como los rasgos caracter¨ªsticos de un estilo de pensamiento (el de Pierce, Dewey, James o Holmes) tan influyente en su momento como luego olvidado. Destaca entre todos ellos la aversi¨®n a considerar las ideas, cualesquiera ideas, como principios o verdades y su inclinaci¨®n a tratarlas como simples herramientas intelectuales, producidas socialmente, cuya ¨²nica justificaci¨®n se encuentra en su utilidad para mejorar al ser social y plural que es el hombre.
La sociedad norteamericana ven¨ªa de atravesar la traum¨¢tica y sangrienta experiencia de la guerra civil (la contienda que m¨¢s muertos ha causado en la historia de Estados Unidos) y, de manera sorprendente para el conocimiento hist¨®rico convencional, volc¨® su repulsi¨®n a lo sucedido en un rechazo tajante de los principios de los abolicionistas. Para muchos americanos blancos los abolicionistas eran los villanos del siglo, que hab¨ªan sido responsables de la guerra y de la humillaci¨®n del Sur despu¨¦s. Y ello, porque se hab¨ªan apasionado con una idea y, en nombre de una abstracci¨®n, hab¨ªan llevado a la naci¨®n al borde de la autodestrucci¨®n. En ese ambiente, una filosof¨ªa que advert¨ªa expresamente contra la idolatr¨ªa de las ideas era posiblemente la ¨²nica sobre la que pod¨ªa montarse una pol¨ªtica progresista de reforma de las instituciones, como lo fue la de inspiraci¨®n pragmaticista.
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Ahora bien, precisamente por ese rechazo visceral al abolicionismo en lo que ten¨ªa de extremoso y abstracto, el precio de la reforma en USA fue la eliminaci¨®n de la cuesti¨®n de la raza y de la situaci¨®n de los negros de la mesa de disensiones. Con el benepl¨¢cito del Tribunal Supremo, se establecieron las leyes estatales que exclu¨ªan a la poblaci¨®n afroamericana de la vida pol¨ªtica y la discriminaban socialmente. El mal recuerdo de la sociedad blanca lo pagaron ante todo los negros.
Con todas las distancias que se quiera (y ciertamente son muchas) no parece sino que la Euskadi posterrorista encamina su vida intelectual por una senda burdamente pragmaticista, en la que las antiguas verdades impuestas o defendidas mediante la muerte pierden su sentido y son sustituidas por pol¨ªticas nacionalistas gradualistas de baja intensidad. La pol¨ªtica en el Pa¨ªs Vasco se ha vuelto acusadamente posheroica y cada vez suenan como m¨¢s anticuados, m¨¢s sutilmente fuera de lugar, tanto los discursos nacionalistas de cariz sabiniano como los resistencialistas de los que sufrieron persecuci¨®n en el pasado.
Hay poco que ganar y mucho que perder en exigir cesuras que fracturan a la sociedad
El Pa¨ªs Vasco es hoy una regi¨®n rica. Rica incluso para los par¨¢metros europeos. Disfruta de unos ¨ªndices de bienestar muy elevados, los m¨¢s altos de Espa?a seg¨²n OCDE 2014. Su particular Estado de bienestar procura niveles de prestaci¨®n de servicios p¨²blicos y sociales cada vez m¨¢s superiores a los promedios nacionales. En 2012, gast¨® en ense?anza 7.229 euros por estudiante mientras que el promedio espa?ol fue de 4.995, y la calidad de su ense?anza es de 8,7 frente al 5,0 espa?ol. Y en servicios sociales gast¨® 796 euros por habitante, contra los 275 de media nacional. Cuenta con un amplio y generoso sistema de rentas m¨ªnimas con prestaciones altas y de larga duraci¨®n que superan al salario m¨ªnimo. Naturalmente que todo ello deriva, en gran parte, del hecho bruto de que el sistema foral de financiaci¨®n procura a las instituciones m¨¢s del doble (el 204% exactamente en el per¨ªodo 2007/2011) de financiaci¨®n. Pero la causa es opaca, lo que cuenta es la realidad: y ¨¦sta asemeja cada vez m¨¢s a Euskadi a un oasis de progreso en un mar de retraso y corrupci¨®n. Hasta el ¨ªndice Gini de desigualdad de rentas es repetidamente el m¨¢s bajo de Espa?a.
Es congruente con este marco de prosperidad que se vayan abandonando las posiciones pol¨ªticas rupturistas del marco constitucional. Hay poco que ganar (salvo para los irredentos insaciables) y mucho que perder en exigir cesuras que, como demostr¨® Ibarretxe, fracturan a la sociedad vasca realmente existente. Se hace mayoritario un tipo de elector que, mientras mantiene una genuflexi¨®n formal ante el nacionalismo pol¨ªticamente correcto y sus tics identitarios, prefiere apoyar pol¨ªticas incrementalistas dentro del marco actual. Utilizando un acertado concepto de Ramiro Cibri¨¢n (Nacionalismo, violencia pol¨ªtica y la ciudad democr¨¢tica) cada vez es mayor la masa de ¡°centristas laxos¡± en el eje de confrontaci¨®n nacional, unos electores que se sienten subjetivamente binacionales y que se mantienen m¨¢s bien equidistantes en cuanto a la violencia pasada, y poco motivados para emprender aventuras secesionistas. Los reci¨¦n llegados, las ¨¦lites pol¨ªticas de Podemos, son un buen ejemplo de ello: hacen la reverencia obligada al derecho a decidir pero no lo consideran tema importante.
Otegi no vende ya en unas elecciones porque es la cara del agrio discurso que justifica los asesinatos
De hecho, la pulsi¨®n dominante en la sociedad vasca es la de pasar p¨¢gina en el asunto de la violencia terrorista etarra. Fundamentalmente porque tiene una enorme mala conciencia en torno a ese asunto y su recuerdo no hace sino agitar obscuros sentimientos de verg¨¹enza retrospectiva. Se trata de un pasado que conviene confinar a los museos y los rituales conmemorativos, que a veces es la mejor forma para transformarlo en historia amortizada e inerte. Al igual que los negros fueron en Norteam¨¦rica los paganos del trauma b¨¦lico de los blancos, en Euskadi las primeras paganas de la prisa por pasar p¨¢gina fueron las v¨ªctimas y las fuerzas pol¨ªticas opuestas al terrorismo que lo hab¨ªan sufrido en sus filas. Eran quienes m¨¢s v¨ªvidamente manten¨ªan abierta la llaga.
Ahora bien, el af¨¢n por pasar p¨¢gina no qued¨® satisfecho con esa primera presa. Quedaba la segunda, la de los vinculados directamente con la violencia, que al principio cobraron una renta por la paz. Y parece que le ha llegado la hora: la cara de Otegi no vende ya en unas elecciones porque para la sociedad vasca es la cara del comando y del agrio discurso de justificaci¨®n de aquellos asesinatos que todos quieren olvidar. Forma parte de un mundo que ya no est¨¢ de moda para los nuevos centristas laxos, que prefieren la figura y los discursos de Pablo Iglesias. Aunque sea 40 a?os tarde, los amplios restos de la izquierda revolucionaria vasca parecen encontrar una v¨ªa pol¨ªtica de expresi¨®n distinta de la de la sumisi¨®n a la sabiniana radical y sus mitos violentos.
La historia, escribi¨® un esc¨¦ptico, no castiga ni retribuye. No imparte justicia, la historia simplemente juega a los dados. Y en Euskadi, los dados caen ahora a favor de echar al olvido el terror pasado, y con ¨¦l a todos sus protagonistas.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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