El planeta y los simios rojos
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GREPY¡¯ tiene 12 a?os. Le faltan al menos dos m¨¢s para convertirse en un macho adulto. Para tener relaciones sexuales. Para vivir en solitario en la selva. Ya ha superado esa edad en la que depend¨ªa de su madre. En la que no sab¨ªa c¨®mo era el mundo ni c¨®mo sobrevivir en ¨¦l. Grepy se mueve hoy nervioso en el interior de una jaula. Se encoge cuando detecta la visita. Reacciona su olfato cuando nos huele y su o¨ªdo con el clic de la c¨¢mara fotogr¨¢fica. Sus ojos son como canicas. Est¨¢ ciego desde que el pasado mes de enero lo encontraron en la orilla del r¨ªo Mangkutup, en la regi¨®n central de Kalimantan, como se llama la zona indonesia de la isla de Borneo. Ten¨ªa la nariz rota, perdigones en el pecho y le sangraba el ojo izquierdo. No se sabe qui¨¦n lo tortur¨®. Probablemente los trabajadores de una zona de tala ilegal. Desde entonces se recupera en el centro de rescate de orangutanes en Nyaru Menteng, de la Fundaci¨®n Borneo Orangutan Survival (BOS). All¨ª han curado sus heridas f¨ªsicas y contin¨²an tratando las psicol¨®gicas. A¨²n necesita tiempo, pero empieza a sentir ese espacio como su hogar. Come bien y trepa por las cuerdas. Aunque nunca podr¨¢ volver a vivir en libertad.
Kandi?apenas tiene unos meses, aunque observa todo lo que ocurre a su alrededor y se apoltrona sobre su oso de peluche con pose de adulto. Ha sido rescatado cerca de Ketapang, al oeste de Kalimantan. Era la mascota de una mina ilegal de oro. Los mineros debieron de matar a su madre, com¨¦rsela y quedarse con la cr¨ªa en el campamento. Lleg¨® al centro de la organizaci¨®n International Animal Rescue (IAR) a mediados de febrero. A¨²n est¨¢ en cuarentena, el periodo necesario para comprobar su salud y garantizar que no padece ninguna enfermedad que pueda contagiar a otros orangutanes. Despu¨¦s ser¨¢ trasladado a una jaula con otros beb¨¦s. Crecer¨¢n juntos. Suplir¨¢n el vac¨ªo de sus madres asesinadas. Pasar¨¢n los d¨ªas en una zona de selva vallada. Aprender¨¢n a construirse sus nidos en los ¨¢rboles. Uno diferente cada noche. A distinguir los frutos y los insectos para comer. El objetivo es que pasados siete u ocho a?os vuelvan a ser los orangutanes salvajes que eran cuando nacieron. Antes de toparse con el hombre, ese familiar lejano y hoy hostil con el que compartieron antepasado hace m¨¢s de 12 millones de a?os.
Grepy y Kandi no deber¨ªan existir. No al menos as¨ª, con esos nombres, ese pasado, esas fichas m¨¦dicas. El Gobierno de Indonesia hizo un plan hace una d¨¦cada para salvar al orangut¨¢n. Desde la pasada primavera no deber¨ªa haber ya ning¨²n ejemplar en los centros de rescate de Borneo y de Sumatra. Para entonces ya tendr¨ªan que estar reintegrados en sus h¨¢bitats o cuidados en espacios semisalvajes aquellos, como Grepy, incapaces de sobrevivir por s¨ª mismos. Hoy, sin embargo, hay m¨¢s de un millar y medio en estos refugios en Borneo.
¡°Estos ¨²ltimos a?os han sido deprimentes. Nos hemos esforzado mucho en tratar de salvar las poblaciones que quedaban, pero con los incendios se han disparado los rescates. Estamos salvando a orangutanes que han pasado meses viviendo en bosques quemados y a punto de morir de inanici¨®n¡±, se lamenta la veterinaria Karmele Llano. Nacida en Bilbao, Llano dirige la organizaci¨®n International Animal Rescue en Ketapang. Con ella recorremos su refugio de bosque controlado, donde se recuperan y crecen los orangutanes rescatados al oeste de Kalimantan, la zona de selva a¨²n virgen de Pematang Gadung donde espera habilitar una isla santuario para orangutanes en semilibertad. A su lado recorremos el r¨ªo Sumpul en una barcaza de madera mientras atravesamos el bosque arrasado, los esqueletos grises de los ¨¢rboles ca¨ªdos, la tierra muerta. Es irreal. Parece mentira que pueda quemarse as¨ª una selva de turba, una esponja h¨²meda cuyo subsuelo es agua. O que lo fue en su momento, hasta que los canales abiertos por los traficantes de madera y oro provocaron que esa esponja se secara, que se convirtiera en combustible f¨®sil que solo necesitaba una chispa para arder.
Desde julio de 2015 hasta que por fin llegaron las lluvias en noviembre, m¨¢s de 120.000 incendios devastaron la isla de Borneo. La nube de humo, que no distingu¨ªa de fronteras, se extendi¨® a los pa¨ªses vecinos. El 14 de octubre se declararon 1.400 nuevos fuegos. Buena parte de la isla es esa turba y en su subsuelo acumula di¨®xido de carbono. Al quemarse, los gases fueron liberados a la atm¨®sfera produciendo mayores emisiones que los principales pa¨ªses europeos industrializados o Estados Unidos. Fue, a pesar de la reducida atenci¨®n internacional que concit¨®, una de las cat¨¢strofes ecol¨®gicas m¨¢s graves del mundo.
La previsi¨®n es que este a?o Kalimantan vuelva a quemarse. Ya llega la temporada seca y el fen¨®meno meteorol¨®gico de El Ni?o ha reducido las lluvias. La selva est¨¢ marchita y caliente. Adem¨¢s, es una cuesti¨®n de estad¨ªstica: todos los a?os hay incendios en Borneo. Muchos, intencionados. Algunos, por los campesinos locales, los dayak, que los han utilizado hist¨®ricamente para limpiar el terreno o preparar zonas de cultivo. Otros, misteriosa y an¨®nimamente provocados en terrenos que despu¨¦s se convierten en concesiones para plantar palma.
Durante los a?os ochenta y noventa se explot¨® la madera y el caucho de esta isla. Una vez reducidas las reservas, aprovechando la deforestaci¨®n, llegaron las compa?¨ªas de esas palmeras de cuyos frutos se extrae el aceite vegetal empleado masivamente en la industria alimentaria, en la cosm¨¦tica y ahora tambi¨¦n en la fabricaci¨®n de biodi¨¦sel. Recorrer Kalimantan supone atravesar una alfombra de monocultivo y otear un horizonte infinito de palmeras. En 1985 hab¨ªa plantadas 600.000 hect¨¢reas. Ahora son m¨¢s de 8 millones. Y en ascenso.
La palma tiene algo en com¨²n con los orangutanes. A ambos les gusta crecer en las mismas zonas, en las m¨¢s llanas. La coexistencia, sin embargo, es imposible. M¨¢s a¨²n cuando a la amenaza que se cierne sobre los simios se suma la caza furtiva y el tr¨¢fico ilegal. Cada a?o mueren en Borneo entre 2.000 y 4.000 orangutanes, seg¨²n los datos con los que trabaja la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (IUCN). Hoy quedan unos 80.000 ejemplares. Y en esa cifra no est¨¢ a¨²n reflejado el impacto que los fuegos del a?o pasado provocar¨¢n en la poblaci¨®n. ¡°Sabemos que son animales resilientes, pero no sabemos a¨²n c¨®mo les afectar¨¢ lo que pas¨®¡±, explica el bi¨®logo barcelon¨¦s Bernat Ripoll, director de campo de la organizaci¨®n Outrop en la ciudad de Palangkaraya. ¡°Los incendios han provocado una p¨¦rdida de h¨¢bitat, mermado los recursos disponibles e incrementado las densidades de ejemplares en ciertas zonas. Eso llevar¨¢ a un crac de la poblaci¨®n¡±, adelanta. Los orangutanes son animales solitarios. Con menos selva y m¨¢s densidad de poblaci¨®n habr¨¢ menos espacio y alimentos y m¨¢s conflictos por la comida y las hembras.
El efecto de los fuegos se apreciar¨¢ en una d¨¦cada, cuando se complete un nuevo ciclo completo de gestaci¨®n y cr¨ªa. Antes de que ese momento llegue, la IUCN acaba de elevar un grado m¨¢s el estatus del orangut¨¢n de Borneo en su lista roja de especies amenazadas. Lo ha situado en peligro cr¨ªtico, al mismo nivel que el orangut¨¢n de Sumatra, del que quedan unos 10.000 ejemplares. Solo dos pelda?os por debajo de la extinci¨®n.
¡°Este es un trabajo frustrante porque vemos que la situaci¨®n empeora cada a?o, pero hay casos gratificantes, como cuando logramos hacer un rescate con ¨¦xito o una liberaci¨®n en la selva. Pero tambi¨¦n me frustro de regreso a casa cuando siento que a la gente le importa todo tan poco¡±, confiesa Llano. ¡°O cuando se celebra una conferencia como la del cambio clim¨¢tico del a?o pasado hablando de emisiones sin prestar atenci¨®n a lo que sucede en Borneo, mientras aqu¨ª estamos cuatro apagando el fuego de la tierra a 15 metros de profundidad con mangueras. Porque lo que sucede aqu¨ª no se trata solo del orangut¨¢n, afecta al mundo entero¡±, advierte.
El orangut¨¢n es la punta de lanza. El s¨ªmbolo de la lucha por la biodiversidad de Borneo. No se trata solo de que sea nuestro antepasado lejano. Este animal es, como lo llaman los cient¨ªficos, una ¡°especie paraguas¡±. Un eslab¨®n fundamental del engranaje de la naturaleza. ¡°Un ecosistema que funcione correctamente necesita de ciertas funciones, como, por ejemplo, la dispersi¨®n de las semillas. Y los orangutanes cumplen esa misi¨®n, entre otras. A partir de ah¨ª el ecosistema seguir¨¢ funcionando en sus siguientes niveles hasta proveer de zonas de agua limpia o para el cultivo a las personas¡±, explica Serge Wich, bi¨®logo de la Universidad John Moores, de Liverpool.
La supervivencia de este gran simio, el ¨²nico originario de Asia, es crucial as¨ª para Borneo. Y Borneo a su vez es fundamental en la batalla contra el cambio clim¨¢tico. ¡°Asegurarnos de que los gases contin¨²en almacenados en sus bosques es de importancia global¡±, afirma Wich. El orangut¨¢n, el ¡°hombre de la selva¡±, el aut¨¦ntico significado de ese nombre, se enfrenta aqu¨ª al otro hombre. ¡°Pero somos tan antropoc¨¦ntricos y tan egoc¨¦ntricos que todo gira alrededor del ser humano y no de la naturaleza¡±, critica Ripoll. ¡°?Hemos salido del ciclo ecol¨®gico? Pues no. Lo controlamos, pero dependemos de ¨¦l. Como todos los animales. Porque somos animales¡±.
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