Bailar bajo la lluvia
LA ESCENA se produce en la comarca valenciana de la Safor, en los alrededores de Gand¨ªa. Es de noche y la playa est¨¢ completamente anegada. El aguacero no intimida a los tres ocupantes de un veh¨ªculo todoterreno que intenta acercarse al coraz¨®n de la tormenta. Se desplazan seg¨²n la informaci¨®n que transmiten sus aparatos y parecen insensibles a la inclemencia del chaparr¨®n. Disfrutan con este inexplicable pasatiempo: son cazatormentas. ¡°Esa noche se registraron m¨¢s de 300 litros por metro cuadrado solamente en Tavernes. Es un espect¨¢culo soberbio. Proporciona un subid¨®n de adrenalina dif¨ªcil de superar¡±, explica con entusiasmo Empar Landete, cofundadora de ?Acamet (Asociaci¨®n de Cazatormentas y Aficionados a la Meteorolog¨ªa).
La tecnolog¨ªa que hoy manejan estos cazadores ha experimentado un avance extraordinario en apenas un lustro y, lo que es m¨¢s importante, un considerable abaratamiento de las estaciones meteorol¨®gicas, de manera que los amantes de las tormentas disponen no solo de medidores propios que archivan y transmiten cada cinco minutos datos sobre la temperatura, la humedad, el viento y el roc¨ªo, sino de sat¨¦lites en red que dan cuenta de los grados a diferentes niveles de la atm¨®sfera. As¨ª se hace posible una predicci¨®n eficaz a corto plazo.
En EEUU se organizan cacer¨ªas donde se congregan espont¨¢neamente aficionados provistos de equipos prodigiosos.
En el ¨¢mbito mediterr¨¢neo, las citas para salir de caza no pueden concertarse con demasiada antelaci¨®n. Los cazatormentas del sureste van siguiendo los radares a trav¨¦s del m¨®vil: en esta zona todo es mucho m¨¢s repentino que, por ejemplo, en el centro peninsular, donde, por ejemplo, Alberto Lunas y sus colegas pueden anticipar hasta tres d¨ªas ¨Cno m¨¢s¨C una convocatoria para ir tras las nubes.
Cuando era ni?o, Lunas ten¨ªa miedo a las tormentas, sobre todo a las nocturnas, y reconoce que a esa angustiosa sensaci¨®n debe su afici¨®n. Hoy es un fot¨®grafo que persigue los fen¨®menos atmosf¨¦ricos en busca de im¨¢genes espectaculares, pertrechado con su c¨¢mara y una buena dosis de paciencia. Los rayos son objetivo frecuente de toda cacer¨ªa, pero las m¨¢s codiciadas son las superc¨¦lulas, que dan origen a granizadas intensas, episodios severos de vientos y lluvias o a los destructores tornados, uno de los fen¨®menos m¨¢s violentos con los que la naturaleza nos demuestra su contundente poder¨ªo.
En Espa?a los tornados se producen raras veces, dos o tres al a?o, y son dif¨ªciles de predecir. En las llanuras de Estados Unidos, sin embargo, son habituales ¨CLunas vivi¨® la experiencia de cerca en 2012¨C. All¨ª se organizan cacer¨ªas donde se congregan espont¨¢neamente los aficionados provistos de equipos prodigiosos que deben aprender a desmontar precipitadamente cuando la cosa se pone fea.
Viven pendientes de los modelos de presi¨®n, de los mapas isob¨¢ricos; consultan constantemente los vientos locales, se gu¨ªan por su anem¨®metro ¨Cun aparato para medir la velocidad y la direcci¨®n del viento, es decir, una especie de veleta sofisticada¨C y los indicadores de temperatura y humedad. Pero intuyen que la vida no consiste en esperar a que pase la tormenta, tampoco en abrir el paraguas para que todo resbale: la vida es aprender a bailar bajo la lluvia.
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