La crisis de Brasil
Debemos demostrar que podemos reinventar el sentido y la direcci¨®n de nuestra pol¨ªtica
El 31 de agosto, el Senado brasile?o destituy¨® a la presidenta Dilma Rousseff. Tras cinco largos d¨ªas de debate, 61 de los 81 senadores, muy por encima de los dos tercios necesarios para apartar a un presidente, la condenaron por delitos fiscales y presupuestarios. Sus partidarios dijeron que la presidenta hab¨ªa sido v¨ªctima de un ¡°golpe parlamentario¡±. Acababan de destituir injustamente a una persona elegida por 54 millones de votos, inocente de todo delito. En Latinoam¨¦rica se hicieron eco de esta protesta unos modelos de democracia y Estado de derecho como son Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Por supuesto, nada de ello es verdad. La realidad, como de costumbre, habla por s¨ª sola. El proceso de destituci¨®n fue al mismo tiempo judicial y pol¨ªtico. El procedimiento establecido por la Constituci¨®n brasile?a se sigui¨® al pie de la letra. Las dos C¨¢maras del Congreso aprobaron por una mayor¨ªa abrumadora, primero, iniciar el proceso, y despu¨¦s, condenarla. El juicio celebrado en el Senado estuvo encabezado por el presidente del Tribunal Supremo. El m¨¢ximo ¨®rgano judicial del pa¨ªs reafirm¨® una y otra vez la legitimidad del proceso. Sin embargo, es cierto que no solo estaban en juego las fechor¨ªas de una persona, sino muchas m¨¢s cosas. El proceso fue el resultado de la convicci¨®n, expresada en las calles por millones de brasile?os, de que el sistema de poder instituido por el expresidente Lula y el Partido de los Trabajadores es el culpable de que Brasil se haya sumido en la crisis econ¨®mica, pol¨ªtica y moral m¨¢s grave desde la restauraci¨®n de la democracia en 1985.
En su defensa ante el Senado, la presidenta, muy afectada, insisti¨® en su inocencia. Ahora bien, su beligerancia no la justifica ni la absuelve, ni de su irresponsabilidad fiscal ¡ªlos miles de millones de d¨®lares transferidos ilegalmente a empresas privadas y extranjeras¡ª, ni de su incapacidad, cuando presid¨ªa el consejo de administraci¨®n de Petrobras, para impedir el saqueo de la mayor empresa brasile?a en beneficio del PT y los dem¨¢s partidos que apoyaron su Gobierno.
Hay motivos para el optimismo. La democracia brasile?a ha demostrado su capacidad de resistir y adaptarse
?Y qu¨¦ nos ha dejado todo esto? Sin duda, las ilusiones perdidas de todos los que creyeron en las promesas del PT. Pero tambi¨¦n una econom¨ªa en recesi¨®n y un desempleo masivo, y una sociedad desgarrada por una oleada sin precedentes de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n y un sentimiento generalizado de decepci¨®n. Aunque la presidenta no fuera la autora de los planes corruptos, revelados gracias a unos medios de comunicaci¨®n independientes y unos jueces sin miedo, s¨ª se benefici¨® pol¨ªticamente de ellos. Los pol¨ªticos procesados pertenecen a tantos partidos que, en realidad, es la ¡°clase pol¨ªtica¡± en su conjunto la que est¨¢ siendo juzgada ante una opini¨®n p¨²blica atenta. La ca¨ªda del Gobierno del PT ha provocado el desmoronamiento de todo el sistema pol¨ªtico.
Aun as¨ª, hay motivos para el optimismo. La democracia brasile?a ha demostrado su capacidad de resistir y adaptarse. Millones de ciudadanos han salido a la calle. Lo que estamos presenciando en Brasil son los efectos de unas transformaciones econ¨®micas y tecnol¨®gicas inmensas. La globalizaci¨®n ha debilitado a los Estados nacionales, las sociedades est¨¢n cada vez m¨¢s fragmentadas por una nueva divisi¨®n del trabajo y a merced de las tensiones y los desequilibrios de una diversidad cultural cada vez mayor. Las consecuencias son la inquietud, el temor por el futuro y la incertidumbre sobre c¨®mo mantener la cohesi¨®n social, garantizar el empleo y reducir las desigualdades. La acci¨®n ciudadana y la opini¨®n p¨²blica tienen un poder transformador. Pero las instituciones son necesarias. No existe democracia sin partidos pol¨ªticos. Las estructuras proporcionan el terreno y las oportunidades para que el ser humano act¨²e, pero es la voluntad de los individuos y de sectores de la sociedad, inspirados por sus valores e intereses, lo que abre la puerta al cambio.
En Brasil debemos demostrar que podemos reinventar el sentido y la direcci¨®n de nuestra pol¨ªtica; si no, el descontento volver¨¢ a echar al pueblo a las calles, para protestar contra qui¨¦n sabe qu¨¦ y a favor de qu¨¦. El reto al que nos enfrentamos es cerrar la brecha existente entre la demos y la res publica, entre la gente y el inter¨¦s general, volver a tejer los hilos que puedan unir el sistema pol¨ªtico a las demandas de la sociedad.
Fernando Henrique Cardoso fue presidente de Brasil y es miembro del Consejo del siglo XXI en el Berggruen Institute
? 2016 The WorldPost/Global Viewpoint Network, distribuido por Tribune Content Agency, LLC.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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