Raz¨®n e instinto
TENGO UN conocido que tras salir varios a?os con una chica se enfrentaba a dar el dif¨ªcil paso de pedirle matrimonio. Yo siempre he sostenido que casarse es una decisi¨®n irracional porque, si uno lo piensa detenidamente, lo m¨¢s probable es que no lo haga. Sin embargo, este conocido, que es economista y que aprendi¨® a decir n¨²meros antes que pap¨¢, es profundamente racional, met¨®dico y cuadricu?lado. As¨ª que, para ayudar a decantarse, procedi¨® exactamente del mismo modo que cuando se hab¨ªa de enfrentar a la compra de un autom¨®vil o un inmueble. Abri¨® una hoja de c¨¢lculo en su ordenador, la titul¨® ¡°matrimonio¡± y anot¨® todos aquellos par¨¢metros que ten¨ªan que determinar su dictamen personal. Entre todos ellos hab¨ªa aspectos relacionados con la convivencia, la atracci¨®n f¨ªsica, la satisfacci¨®n sexual, los aspectos econ¨®micos, sociales¡ A cada una de esas variables les otorg¨® un peso determinado seg¨²n la importancia que ten¨ªan para ¨¦l y, a rengl¨®n seguido, puntu¨® del 0 al 10 cada uno de los atributos, seg¨²n ¨¦l mismo consider¨®. Le aseguro que esta historia es absolutamente cierta. Cuando la cuento, la mayor¨ªa de personas, especialmente las del sexo femenino, se llevan las manos a la cabeza. A las del masculino les suele divertir mucho. Las mujeres son mucho m¨¢s emocionales; para ellas, los sentimientos prevalecen sobre las razones.
Para la inteligencia ejecutiva, la memoria y los hechos tienen el mismo valor que la imaginaci¨®n o el deseo.
La toma de decisiones en cuestiones trascendentales es un asunto muy complejo que ha sido abordado por investigadores sociales, psic¨®logos y neur¨®logos. Se sabe desde hace mucho tiempo que a la hora de elegir act¨²an dos tipos de fuerzas. Por un lado, las racionales, basadas en los hechos y en las probabilidades. En el caso de mi conocido, es el equivalente a la hoja de c¨¢lculo. En otros ¨¢mbitos, como por ejemplo el laboral, los elementos puramente l¨®gicos ser¨ªan el salario, el horario o la solvencia de la empresa. Por otra parte est¨¢n las fuerzas no racionales, que incluyen aspectos tan ignotos e insondables como las emociones, la intuici¨®n, el miedo o el deseo. Los investigadores no cuestionan estos dos elementos, sino que dirigen su atenci¨®n a comprender c¨®mo interact¨²an, se retroalimentan, y sobre todo, la manera de proceder de nuestra inteligencia para resolver las contradicciones que se producen entre lo racional y lo emocional. Los argumentos a favor y en contra de una decisi¨®n funcionan a base de gradientes: por ejemplo, valorar si esa persona me gusta algo, poco, mucho, bastante o nada. Sin embargo, las decisiones son binarias. Lo compro o no lo compro. Me caso o no. Acepto este empleo o lo rechazo. Ah¨ª radica la dificultad. Decidir consiste en convertir una variable continua en otra dicot¨®mica. ?Qui¨¦n se ocupa de ello?
Pues seg¨²n el fil¨®sofo Jos¨¦ Antonio Marina, lo hace la llamada inteligencia ejecutiva, encargada de combinar toda la informaci¨®n disponible (racional o irracional) para tomar la mejor decisi¨®n y dirigir nuestras vidas hacia la m¨¢xima felicidad y satisfacci¨®n. Para la inteligencia ejecutiva no existe esta separaci¨®n entre argumentos racionales e irracionales. La memoria, los recuerdos, los hechos y las probabilidades adquieren tanto peso como la imaginaci¨®n, el deseo o el miedo. Todos son elementos que aventuran el posible futuro que desencadena una decisi¨®n determinada. De ah¨ª emana la intuici¨®n, tachada durante mucho tiempo de superstici¨®n, prejuicio o falta de fundamento y que en la actualidad es ya objeto de estudio como un tipo de pensamiento inductivo que, si bien carece del llamado objeto de prueba o demostraci¨®n, no est¨¢ exento de razones.
¡°Es por la l¨®gica que demostramos, pero por la intuici¨®n que descubrimos¡±. Henri Poincar¨¦.
Recientemente se han descubierto c¨¦lulas neuronales en los intestinos que se han dado a conocer como el tercer cerebro. Los dos primeros son el cerebro propiamente dicho y el coraz¨®n, donde tambi¨¦n se hallan neuronas. Bajo mi punto de vista, y aunque no lo haya probado cient¨ªficamente, creo que raz¨®n y coraz¨®n se combinan del siguiente modo: la raz¨®n act¨²a como un guardi¨¢n. Es decir, utilizamos los elementos l¨®gicos para descartar las peores alternativas que se nos presentan y seleccionar ¨²nicamente unas pocas entre las que finalmente tomar una decisi¨®n. El pensamiento racional act¨²a como un filtro: descarta variables y coloca las opciones en un determinado ranking?de preferencias: digamos que determina los finalistas. A partir de ah¨ª, la elecci¨®n se toma con el coraz¨®n, la intuici¨®n o las entra?as. Y esto es as¨ª porque el ser humano decide proyect¨¢ndose hacia el futuro y no mirando hacia el pasado. Es decir, se decanta por una opci¨®n porque piensa que va a serle m¨¢s provechosa o a hacerle m¨¢s feliz. Y ah¨ª intervienen m¨¢s factores intuitivos que racionales. La imaginaci¨®n proyecta; la memoria recuerda. Y pienso que decidimos, principalmente, proyectando.
Incluso en el caso de mi conocido, estoy seguro de que, cuando su hoja de c¨¢lculo arroj¨® la cifra final, tuvo que apagar el ordenador y volver a preguntarse: ?qu¨¦ hago? Entonces pens¨® en el futuro e imagin¨® c¨®mo ser¨ªa la vida al lado de su novia. Por cierto, sigue casado con ella. Dos d¨¦cadas despu¨¦s, tienen varios hijos y son felices. Lo que nunca le cont¨® fue c¨®mo tom¨® aquella decisi¨®n porque estoy convencido de que no le hubiese hecho mucha gracia. Pero funcion¨®. Caramba si funcion¨®.
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