Misterios y problemas
La historia de los humanos es larga (de siete millones de a?os) y compleja, muy ramificada, con muchos vericuetos en todo el ancho mundo
Cada cierto tiempo (cada vez con m¨¢s frecuencia, esa es la verdad), aparece en los medios de comunicaci¨®n la noticia de un descubrimiento del que se pregona que lo va a cambiar todo. Luego va uno al art¨ªculo original en la revista cient¨ªfica de turno y resulta que las pretensiones son mucho menores. No se dice all¨ª que se haya producido una revoluci¨®n cient¨ªfica, sino que se comunica una informaci¨®n que se considera relevante para el progreso del conocimiento. Lo que tampoco est¨¢ nada mal, pero en realidad es a lo que aspiran todos los trabajos que se publican, a aportar algo nuevo. Tantas veces se repite en los medios de difusi¨®n aquello del ¡°hallazgo revolucionario que obliga a reescribir la historia¡±, que me temo que el p¨²blico va a llegar a creer que se sabe muy poco del tema de la evoluci¨®n humana. De otro modo la historia no cambiar¨ªa cada dos por tres. Y no es eso, sino todo lo contrario. A grandes rasgos, el esquema general de la evoluci¨®n humana puede considerarse bien establecido. Falta mucho, claro est¨¢, porque es una historia larga (de siete millones de a?os) y compleja, es decir, muy ramificada, con muchos vericuetos en todo el ancho mundo.
La semana pasada se celebr¨® en el Museo Arqueol¨®gico Regional de Alcal¨¢ de Henares el congreso anual de la sociedad europea para el estudio de la evoluci¨®n humana, que es la m¨¢s importante del mundo. Una buena ocasi¨®n para ver por d¨®nde se orientan las investigaciones en este campo.
De los primeros antepasados, los de hace m¨¢s de cuatro millones de a?os, no hay grandes novedades. Estamos esperando como agua de mayo nuevos hallazgos de f¨®siles, pero estos se hacen mucho de rogar. As¨ª que todav¨ªa sabemos poco de c¨®mo eran aquellos africanos de los que venimos. Arb¨®reos y habitantes de la selva h¨²meda, sin duda. Y solo ocasionalmente b¨ªpedos cuando se mov¨ªan por el suelo, por lo que parece. Con los australopitecos empieza la marcha plenamente erguida, hace poco m¨¢s de cuatro millones de a?os. De los australopitecos se habl¨® mucho, porque hay suficiente material para abordar toda la gama de investigaciones paleoantropol¨®gicas, desde la ecolog¨ªa y la alimentaci¨®n hasta el parto.
Otra historia diferente es cu¨¢ndo empez¨® la talla de la piedra, y qui¨¦n (qu¨¦ especie) lo hizo. Para ello hay que identificar y datar las primeras herramientas, y sobre este tema hay mucho debate. ?Fueron los australopitecos los fabricantes iniciales o fue el Homo habilis? El propio origen del primer Homo es tambi¨¦n tema de discusi¨®n. ?De qu¨¦ australopiteco viene? ?D¨®nde se origin¨®?
Los neandertales nos fascinan por la posibilidad de que fueran conscientes y simb¨®licos. Como nosotros
Muchas m¨¢s cosas se debatieron, de las que no tengo espacio para hacer una cr¨®nica detallada. Pero, por supuesto, los neandertales siguen siendo los grandes protagonistas. ?Qu¨¦ tendr¨¢n, que nos fascinan de tal manera? Adem¨¢s de conocer mejor su anatom¨ªa, nos importa su mente, y nos inquieta (o excita) la posibilidad de que fueran conscientes y simb¨®licos. Como nosotros.
Hay dos grandes novedades en los ¨²ltimos a?os en las reuniones de paleoantrop¨®logos. Una es el uso de las t¨¦cnicas digitales de tratamiento de la informaci¨®n anat¨®mica. Me explico. Lo que procede ahora con un f¨®sil es hacerle un TAC y estudiarlo en el ordenador, por dentro y por fuera, as¨ª como compararlo con otros f¨®siles por medio de t¨¦cnicas de morfometr¨ªa geom¨¦trica, que eliminan las diferencias de tama?o y superponen los f¨®siles entre s¨ª para apreciar las diferencias de forma. Hoy en d¨ªa casi no se puede ser paleoantrop¨®logo sin dominar estas herramientas inform¨¢ticas.
Pero lo m¨¢s sorprendente es la llegada de nuevos actores al escenario. Me estoy refiriendo a los investigadores de la gen¨¦tica de los f¨®siles, que tanto han aportado ¨²ltimamente al conocimiento de aquellos tiempos en los que nuestros antepasados salieron de ?frica, se extendieron por Eurasia y ah¨ª se encontraron (y en peque?a escala, se mezclaron) con al menos tres Humanidades locales: los neandertales ¡ªviejos conocidos¡ª, los denisovanos ¡ªa¨²n sin rostro¡ª, y un tercer ser humano ¡ªtodav¨ªa sin rostro, ni nombre¡ª. Sin ir m¨¢s lejos, ahora sabemos que la mayor¨ªa de los espa?oles llevamos sangre neandertal en las venas (un 2%, m¨¢s o menos, de nuestro material gen¨¦tico).
Ya s¨¦ que se estar¨¢n preguntando por el Hombre de Flores. Todav¨ªa nos estamos recuperando de la sorpresa de su descubrimiento. Sigue sin conseguirse material gen¨¦tico (hace demasiado calor en la zona como para que se conserve). Pero hay un dato nuevo. Los restos conocidos son m¨¢s viejos de lo que se pensaba y superan algo los 40.000 a?os. Por aquel entonces debi¨® de llegar el Homo sapiens a la isla. Desde entonces se le pierde el rastro f¨®sil a varias especies locales, entre ellas nuestro misterioso ¡°hobbit¡±.
Juan Luis Arsuaga?es catedr¨¢tico en paleontolog¨ªa de la universidad Complutense, director cient¨ªfico del Museo de la Evoluci¨®n Humana, y autor, entre otras obras, de El sello indeleble.
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