¡®Tirofijo¡¯
En 1965 mi padre dej¨® un hogar cat¨®lico y conservador y se fue rumbo a Colombia para unirse a la reci¨¦n constituida guerrilla

Hace unos d¨ªas platicaba con mi padre sobre lo que ha sucedido en Colombia en estos ¨²ltimos meses tan convulsos, meses de tanto vacilar entre la esperanza y el desasosiego por aquella promesa de paz inminente no del todo cumplida. Le preguntaba c¨®mo su generaci¨®n ve¨ªa a las FARC cuando estaba en sus primer¨ªsimas etapas. Me interesaba entender mejor c¨®mo se hab¨ªa ido modificando aquella narrativa en las mentes de esa izquierda latinoamericana tan engag¨¦ a la que pertenecieron mis padres antes de ser mis padres.
Me cont¨® entonces una historia que nunca me hab¨ªa contado. Empezaba en 1965 cuando, poco despu¨¦s de haber cumplido 19 a?os y reci¨¦n graduado de una preparatoria Lasallista, decidi¨® irse de M¨¦xico con un poco de dinero ahorrado, sin permiso, y dejando s¨®lo una nota de despedida a su padre. Dejaba un hogar cat¨®lico y conservador, y se iba rumbo a Colombia. Iba en busca de Tirofijo, primer l¨ªder de la reci¨¦n constituida FARC, para unirse a la guerrilla. (El verdadero destino final, confes¨®, no era Colombia, sino Buenos Aires, porque hab¨ªa o¨ªdo que all¨ª estaban las muchachas m¨¢s bonitas y listas del continente, y quiz¨¢ tras ser guerrillero le ir¨ªa mejor en ese otro campo de batalla).
Lleg¨® a Bogot¨¢ y se pas¨® los primeros d¨ªas deambulando por la Universidad Nacional, hablando con j¨®venes de su edad, a ver si alguno se animaba a irse a la selva. Nada. Luego anduvo indagando entre caf¨¦s y cantinas. Conoci¨® por fin, un d¨ªa, a un joven piloto que le ofreci¨® viaje gratis a Leticia, en el Trapecio Amaz¨®nico, a bordo de un avi¨®n de h¨¦lice. Pas¨® en Leticia semanas m¨¢s, preguntando por Tirofijo a todo peat¨®n. La mayor¨ªa de la gente se re¨ªa o le daba vagas respuestas. Nadie le dec¨ªa que la guerrilla estaba en realidad muy lejos de ah¨ª. Pero cuando un soldado le dijo que se dejara ya de preguntar sobre esas cosas, que no eran ning¨²n juego, por fin se dio por vencido y volvi¨® a Bogot¨¢.
Ya no ten¨ªa un quinto. Pidi¨® ayuda a los Lasallistas de Bogot¨¢ para su pasaje de vuelta. Llevaba su boleta de calificaciones, con buenas notas, y se las mostr¨®. Pero ni as¨ª. A punto de tirar la toalla y tener que llamar a su padre, conoci¨® a Martica, una prostituta de veintitantos a?os, con la que termin¨® viviendo unos meses. Un primer amor que lo convenci¨®, primero, de no irse a ninguna guerrilla, y le pag¨®, despu¨¦s, su pasaje de regreso a M¨¦xico. A Buenos Aires no lleg¨® sino hasta 20 a?os despu¨¦s, ya demasiado tarde para encontrar novia argentina.
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