Doug Conklyn, arreglado pero informal
CON EL MISMO celo con el que desembalar¨ªa una valiosa obra de arte, Tracey Panek saca de entre los dobleces de un papel de seda unos pantalones ra¨ªdos. Est¨¢n viejos y remendados, pero componen un pedazo de historia. Alguien los encontr¨® abandonados en una mina de EE UU, aunque en realidad pertenecieron ¡°a un trabajador de oficina o de una tienda, alguien con un puesto m¨¢s formal¡±. Hoy se guardan en los archivos de la sede en San Francisco de Levi Strauss, la marca que ?aparece en la etiqueta, como uno de los ?primeros ejemplos de chinos que se conservan, datado en los a?os treinta. Son los antepasados lejanos de los Dockers, filial del famoso fabricante de vaqueros y, a su vez, una de las firmas de pantalones m¨¢s reconocidas del mundo. Dentro de Europa, Espa?a es su mercado m¨¢s importante.
Cargada con sus reliquias, la historiadora y portavoz de Levi¡¯s acompa?a al vicepresidente de Dockers, Doug Conklyn, en su visita a Madrid. Este directivo con aspecto y maneras de skater?(que lo es a sus juveniles 50 a?os) se encuentra de gira celebrando el 30? aniversario de la firma para la que tambi¨¦n realiza las labores de dise?ador jefe. Aterriz¨® en ella hace cinco a?os, aunque por entonces no se encontraba tan convencido como ahora de su potencial. ¡°Me da un poco de verg¨¹enza, pero lo cierto es que no me emocion¨¦ mucho con la oferta¡±, confiesa. ¡°Y no porque no respetara Dockers, sino porque no pensaba en ellos. Sab¨ªa c¨®mo hab¨ªan cambiado el mundo, pero hab¨ªa perdido el contacto¡±.
En 1992, la firma envi¨® 25. 000 cartas a directivos de ee uu. De ah¨ª surgieron los ¡®casual fridays¡¯, los viernes informales.
Un lustro y unos cuantos lanzamientos despu¨¦s, este neoyorquino ¡°trasplantado¡± en California jura no poder vivir sin sus chinos. Dockers, obviamente. ¡°Es el estilo cl¨¢sico, el que permanece¡±, asegura. ¡°Mi misi¨®n es hacer de los caquis algo cool, pero la cuesti¨®n es que nuestra compa?¨ªa est¨¢ asociada a los pantalones que nos ponemos para el trabajo, que normalmente no es la parte m¨¢s divertida de la vida. Los hombres no piensan tanto en nosotros cuando salen por la noche o el fin de semana¡±.
Esa mentalidad, dice el dise?ador ¨Calto, de sonrisa f¨¢cil, con una tirante coleta¨C, no se corresponde con la realidad de su empresa. Porque hace ya tiempo que han expandido su oferta. Tras su reciente ingreso en la treintena, han reorganizado sus colecciones en cuatro clasificaciones: los caquis de toda la vida (clean khaqui), los elegantes (best pressed), los de inspiraci¨®n vintage (broken-in)?y los que se encuentran a medio camino con los vaqueros (jean cut). ¡°As¨ª no hace falta quitarse los Dockers al salir de trabajar¡±, se?ala. ¡°Ahora los hacemos para casi todas las situaciones¡±.
Mucho antes de su reinvenci¨®n por multiplicaci¨®n de cortes, colores y tipos de prendas, hubo un tiempo en el que Dockers s¨ª quiso ser el abanderado del ¡°arreglado pero informal¡± en versi¨®n de oficina. Y es cierto que, como dec¨ªa Conklyn, de alg¨²n modo llegaron a ¡°cambiar el mundo¡±. Lo hicieron enviando 25.000 cartas a directivos de la Am¨¦rica corporativa, misivas en las que argumentaban las ventajas de permitir a sus empleados, solo por un d¨ªa, deshacerse el nudo de la corbata y enfundarse en unos chinos. Aquel brillante proyecto de marketing de 1992 desemboc¨® en el surgimiento en EE UU de los casual fridays, los viernes informales. ¡°En 2002¡±, agrega Panek, ¡°una encuesta revel¨® que 7 de cada 10 hombres estadounidenses ten¨ªan un par de Dockers¡±.
Con la progresiva relajaci¨®n de la etiqueta laboral, ahora toda la semana, contando sus tiempos de asueto, se ha convertido en su parcela. El mayor reto radica posiblemente en emular el vertiginoso ritmo de crecimiento con el que arrancaron en 1986. ¡°Un a?o despu¨¦s se hab¨ªan vendido pantalones por un mill¨®n de d¨®lares¡±, se?ala la historiadora. ¡°Y en 1994 se alcanz¨® el hito de los mil millones¡±. Conklyn subraya la influencia del estilo relajado de San Francisco, cuna de la firma, a la hora de explicar su aceptaci¨®n internacional. ¡°En Nueva York el ¨¦xito se mide por lo caro que es tu traje, pero en California, por no tener que llevarlo. Lo desenfadado y California van de la mano¡±.
Surgidos del inflexible entorno militar, los caquis han recorrido un largo camino para afianzarse como el icono ¡°aut¨¦ntico y americano¡± del casual smart. Ya en la d¨¦cada de 1910, Levi¡¯s comenz¨® a fabricarlos a partir de la c¨®moda tela beis usada en los uniformes de los ej¨¦rcitos franc¨¦s y brit¨¢nico. No fue hasta 1985 cuando ¡°en Jap¨®n, Levi¡¯s crea un pantal¨®n inusual¡±. ¡°Lo bautizaron Docker Pant y se inspiraba en otros que Levi¡¯s estaba manufacturando en Argentina, llamados as¨ª por los trabajadores de los muelles [dock, en ingl¨¦s] que cargaban los barcos¡±, explica Panek. Inmediatamente despu¨¦s de que aquel pantal¨®n llegara a manos de los directivos en San Francisco se iniciaba la producci¨®n en masa.
Desde entonces, la marca del logo del ancla ha vestido al hombre en su evoluci¨®n: desde aquel que empezaba a portar m¨®viles, para el que en 2001 crearon unos Dockers con bolsillos especiales, o el que se niega a planchar, para el que concibieron un modelo que no se arruga, hasta el que ha virado del corte recto al pitillo. Por encima de tejidos, hechuras o durabilidad ¨Cque Conklyn nombra entre sus objetivos de desarrollo¨C, a Dockers le queda un basti¨®n decisivo para conquistar el mundo (de la moda): el sector femenino. ¡°Tenemos una peque?a parte del negocio concentrada en ¨¦l¡±, puntualiza Conklyn, ¡°pero creo que en un tiempo volveremos sobre este tema. La experiencia que hemos adquirido se puede aplicar a una l¨ªnea de mujeres, as¨ª que yo estar¨ªa atento. Quiz¨¢ en tres o cinco a?os se pueda empezar a ver su surgimiento¡±.
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