"Dieron su vida por Espa?a"
La opci¨®n del lenguaje preciso y fiel a los hechos no debe desde?arse nunca
El verbo ¡°dar¡± denota una acci¨®n voluntaria cuando equivale a sus dos primeras acepciones: ¡°donar¡± o ¡°entregar¡±. De ese modo, damos un regalo, nos dan un pr¨¦stamo, se da un donativo, das tu n¨²mero de m¨®vil. Con tal significado, por tanto, se entiende siempre como un verbo volitivo.
En los actos del 12 de octubre se record¨® a quienes ¡°dieron su vida por Espa?a¡±, una locuci¨®n bienintencionada pero que corre el peligro de aproximarse a la sem¨¢ntica de la inmolaci¨®n. Sin duda algunos de los homenajeados pudieron verse en la circunstancia de entregar su vida deliberadamente por la patria, pero en la mayor¨ªa de los casos fueron receptores de la acci¨®n y no sus activadores.
Eso, por supuesto, no los hace menos merecedores de reconocimiento, y ser¨ªa justo que todos proclam¨¢semos nuestra inmensa gratitud hacia quienes murieron en misiones de paz o en servicios dispuestos para proteger nuestra tranquilidad, aunque no perecieran por voluntad propia.
Quien interpone su cuerpo para servir de escudo a unas balas que se dirig¨ªan a otro, s¨ª da su vida. El militar, el polic¨ªa o el guardia civil que mueren en un atentado, o en un accidente como consecuencia de su peligrosa actividad, habr¨¢n dado por Espa?a su vocaci¨®n, su voluntad de servicio, habr¨¢n asumido un riesgo que merece nuestro agradecimiento eterno; pero no habr¨¢n dado su vida. Simplemente, se la habr¨¢n arrebatado. Y ese reconocimiento que a veces se solemniza tras la muerte deber¨ªa llegarles mucho antes, durante su servicio a la sociedad.
S¨¦ que estas cuestiones pueden calificarse de zarandajas cuando se trata de un asunto tan grave, tan doloroso. Sin embargo, la opci¨®n del lenguaje preciso y fiel a los hechos no debe desde?arse nunca. La exageraci¨®n patri¨®tica y la deformaci¨®n de los significados no ayuda al justo trato general hacia las v¨ªctimas, sino m¨¢s bien a desvirtuar sus valiosas aportaciones. Del mismo modo que la adulaci¨®n exagerada rebaja la categor¨ªa del elogiado, el fervor excesivo de las proclamas y un subliminal culto a la muerte alejar¨¢n de ellas a muchos de quienes las escuchan, pese a los buenos sentimientos en los que estaban inspiradas.
Hagamos, pues, un homenaje a quienes perdieron la vida en misiones destinadas a proteger los derechos humanos y la democracia. Dar la vida en aras de reducir un da?o a otros o en pos de la libertad constituye un acto heroico que s¨®lo se puede entender en condiciones extremas. Porque si no concurriesen esas circunstancias, cabr¨ªa interpretarlo como un acto de locura o de fanatismo. Y todos queremos que los servidores p¨²blicos que aceptan un gran riesgo vuelvan a casa sin haber dado nada m¨¢s, y nada menos, que su trabajo y su valor.
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