Un acuerdo necesario
El Tratado de Libre Comercio con Canad¨¢ debe salir adelante
El Tratado de Libre Comercio entre la Uni¨®n Europea y Canad¨¢ (CETA) supone un importante beneficio tangible para las sociedades de ambos lados del Atl¨¢ntico. Refuerza, adem¨¢s, un v¨ªnculo estrat¨¦gico fundamental para Europa en un momento en que el foco mundial, tanto en t¨¦rminos pol¨ªticos como econ¨®micos, est¨¢ girando hacia el Pac¨ªfico. La oposici¨®n frontal a su culminaci¨®n no responde a argumentos de peso, sino a motivos puramente ideol¨®gicos.
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El CETA no es, ni mucho menos, un tratado protocolario. Se trata del mayor acuerdo comercial bilateral que hasta ahora ha negociado la Uni¨®n Europea, y su entrada en vigor pondr¨¢ fin a los aranceles que gravan los intercambios entre los Estados de la Uni¨®n y Canad¨¢. Es un acuerdo que supone un ahorro de miles de millones de euros en impuestos arancelarios ¡ªque no olvidemos, terminan siempre siendo pagados por los consumidores¡ª, multiplica las exportaciones y por tanto la producci¨®n y la creaci¨®n de puestos de trabajo, permite el reconocimiento en Canad¨¢ de profesionales europeos sin necesidad de tramitar una farragosa burocracia y abre la puerta a que empresas europeas puedan acudir en igualdad de condiciones a las licitaciones del pa¨ªs norteamericano. El tratado similar firmado entre la UE y Corea del Sur en 2011 ya ha demostrado las ventajas de este tipo de acuerdos.
Hay que recordar que la pol¨ªtica comercial es una competencia exclusiva de la Uni¨®n Europea. Los Estados miembros han concedido a la Comisi¨®n Europea la prerrogativa de negociar en nombre de los 28 los acuerdos comerciales con terceros pa¨ªses, aunque sometiendo a ratificaci¨®n de los Gobiernos y del Parlamento Europeo los acuerdos comerciales para as¨ª asegurarse de que hay un control democr¨¢tico efectivo. Y lo han hecho por una raz¨®n muy sencilla: se logran mejores acuerdos cuando se negocia en nombre de 500 millones de europeos que cuando cada Estado de la UE negocia individualmente. Este es el caso del CETA, pero tambi¨¦n del TTIP, el tratado que con una ambici¨®n similar se est¨¢ negociando con EE UU. Es de todo punto imposible que el Parlamento de Valonia, que acaba de expresar su rechazo al CETA, pueda lograr un mejor acuerdo con Canad¨¢ o con EE UU negociando por su cuenta. De ah¨ª el absurdo de su posici¨®n y de la Comisi¨®n Europea al abrir la puerta a una serie de ratificaciones nacionales que, como se ha visto, hacen peligrar una negociaci¨®n crucial para una Europa que necesita crecer y crear empleo.
Le sobra raz¨®n al primer ministro canadiense, el progresista Justin Trudeau, cuando advierte de que el modo en el que se produzca la ratificaci¨®n de este acuerdo servir¨¢ para determinar la utilidad de la UE. En un mundo donde el nacionalismo excluyente clama por el cierre de las fronteras ¡ªy el delirio de algunos por la construcci¨®n de muros¡ª el primer ministro canadiense ya ha demostrado lo que es la globalizaci¨®n bien entendida, por ejemplo, eliminando el visado para los mexicanos que viajen a Canad¨¢. El progreso consiste en unir y no en separar y en garantizar que este proceso redunde en los ciudadanos. La negativa sin alternativa viable puede ser popular a corto plazo, pero no es una propuesta de progreso. Todo lo contrario.
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