Sagrada Familia, una catedral sin planos ni licencia
El man¨¢ del turismo permite encarar el final de las obras, pero el Ayuntamiento exige supervisi¨®n y que se paguen impuestos
Unos la consideran una bendici¨®n, otros una ¡°mona de Pascua¡±, pero nunca deja indiferente. La Sagrada Familia de Barcelona encara el final de su construcci¨®n, prevista para 2024, envuelta en la pol¨¦mica, como no pod¨ªa ser de otra manera. Gaud¨ª concibi¨® el proyecto como una continuaci¨®n de la historia de las grandes catedrales, es decir, ¡°como una expresi¨®n de fe, t¨¦cnica, arte y voluntad del pueblo¡±, en palabras de los dos arquitectos que dirigen las obras. Y, efectivamente, algo de eso hay.
Para empezar, el templo llevaba camino de repetir la historia de algunas grandes catedrales medievales, que empezaron g¨®ticas y acabaron barrocas, tanto fue el tiempo que se demor¨® su construcci¨®n. Gaud¨ª asumi¨® el proyecto en 1883 pero cuando muri¨® en 1926, atropellado por un tranv¨ªa, apenas hab¨ªa terminado una fachada, la cripta y el ¨¢bside de la nave central. Un siglo despu¨¦s de haberse iniciado, la financiaci¨®n popular apenas permit¨ªa avanzar y los impulsores calculaban que necesitar¨ªan al menos otro siglo para terminarla. Hasta que, con los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992, lleg¨® el man¨¢ del turismo y todo cambi¨®.
Es tambi¨¦n una construcci¨®n llena de anomal¨ªas. La primera es que Gaud¨ª no dej¨® planos detallados, de modo que todo lo a?adido es una interpretaci¨®n de los bocetos que dej¨®. Pero la pol¨¦mica sobre si deb¨ªa o no continuarse, y si podr¨ªa o no considerarse una obra genuina de Gaud¨ª, ha quedado obsoleta por la v¨ªa de los hechos consumados. Se ha construido mucho m¨¢s de lo que hab¨ªa y lo nuevo apenas deja apreciar la parte original, pero lo que ven los casi cuatro millones de visitantes que recibe al a?o es una obra del genial arquitecto. Los 25 millones de ingresos que dejan permiten encarar el final de las obras, incluida una aguja central de 170 metros que ser¨¢ el punto m¨¢s alto de la ciudad, m¨¢s que el hotel Arts (154) y que la torre Agbar (144).
Su imponente silueta se ha convertido en el s¨ªmbolo de Barcelona, pero se ha construido, a efectos del Ayuntamiento, sin planos y sin licencia. Esa es la causa de la ¨²ltima pol¨¦mica. El equipo de Ada Colau quiere que las obras se sometan, como todas las dem¨¢s, a la supervisi¨®n municipal. Y que la Iglesia pague impuestos por ellas, como todos. Ampar¨¢ndose en la ¡°singularidad del proyecto¡± y en un permiso tan antiguo que su emisor ya ni siquiera existe ¡ªel municipio de Sant Mart¨ª de Proven?als, ahora un barrio de Barcelona¡ª los promotores no han solicitado nunca permiso al Ayuntamiento ni este se lo ha exigido, de manera que se ha construido sobre un solar que todav¨ªa figura como ¡°vac¨ªo¡±.
Y luego est¨¢ la relaci¨®n con el barrio, cada vez m¨¢s problem¨¢tica no solo por el impacto que tiene la concentraci¨®n de turistas sino porque el final del proyecto original podr¨ªa requerir la expropiaci¨®n de 1.200 pisos y locales del entorno inmediato. La actitud del Patronato de la Sagrada Familia ha sido considerada como prepotente, pero parece que acaba de encontrar la horma de su zapato. Ahora tendr¨¢ que aportar planos, dar cuentas, consensuar y pagar impuestos. Como todos.
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