?Operaci¨®n triunfo ha sido el 'mito' m¨¢s rentable de la televisi¨®n?
Cuando todav¨ªa no se llevaba llamarlo 'OT', el pa¨ªs estaba deseoso de novedades, tanto que hizo que miles de personas estuviesen pegadas al canal 24 horas y las recopilaciones de las galas se convert¨ªan en lo m¨¢s vendido. ?Es hora de aceptar que hemos canonizado a los 'triunfitos' sin darnos cuenta?
¡°Somos los diecis¨¦is concursantes de 'Operaci¨®n triunfo 1' y eso es historia de la televisi¨®n y de la m¨²sica de este pa¨ªs¡±. As¨ª termina la segunda entrega de 'El reencuentro', el documental que conmemora los quince a?os del primer 'OT'. Una afirmaci¨®n m¨¢s que categ¨®rica en boca de David Bustamante mientras el conjunto de la primera hornada de 'triunfitos' se congratula por haber formado parte de un fen¨®meno que, s¨ª, hay que reconocerlo, revolucion¨® la parrilla televisiva -y las carpetas de los adolescentes de la ¨¦poca-. Pero, ?se nos ha ido la mano con el fanatismo? ?Hemos abusado demasiado del buen recuerdo -?qu¨¦ j¨®venes e inocentes ¨¦ramos!- y hemos convertido el programa en un mito? Y, sobre todo, ?lo han hecho los propios concursantes? Claro que, con el ¨¦xito de audiencia que ha cosechado este homenaje, como para no creerse especiales...
El revuelvo que se formaba en las firmas de discos era tal que ten¨ªan que sacarles en volandas ante el temor de avalanchas
El fen¨®meno 'Operaci¨®n triunfo' -cuando todav¨ªa no se llevaba eso de llamarlo 'OT'- inund¨® un pa¨ªs deseoso de novedades. Consigui¨® colar los recopilatorios de los temas de cada gala entre los discos m¨¢s vendidos, hizo que miles de personas estuviesen pegadas al canal 24 horas -?qui¨¦n no pas¨® media ma?ana viendo como hac¨ªan ejercicio o ensayaban coreograf¨ªas?- y llen¨® estadios con fans de todas las edades absolutamente enloquecidos. ?Algo estaba cambiando y ¨¦ramos parte de ello! El revuelvo que se formaba en las firmas de discos era tal que ten¨ªan que sacarles en volandas ante el temor de avalanchas. Todos quer¨ªan estar cerca de esos ¨ªdolos de andar. Escribirse el nombre del favorito en la frente y demostrarles que lo suyo era admiraci¨®n absoluta. Si incluso est¨¢bamos convencidos que Rosa iba a ganar Eurovisi¨®n. ?Era Rosa! ?Rosa de Espa?a! ?Qu¨¦ m¨¢s hab¨ªa que decir?
Con el paso del tiempo, la memoria fue haciendo su labor y mitificamos un fen¨®meno que, visto ahora, puede que no fuese para tanto -?alto, alto, 'otelibers'!-. Sin duda, el casting de la primera edici¨®n fue el ejemplo paradigm¨¢tico del buen hacer televisivo. Supieron encontrar perfiles distintos, reconocibles y compatibles y consiguieron que, en lugar de apu?alarse por la espalda, trabajaran todos a favor de la obra. Transmitieron al p¨²blico de casa la emoci¨®n que sent¨ªan por el mero hecho de haber sido elegidos para concursar -sin saber casi ni para qu¨¦-. Ese fue el gran acierto del programa -luego ya lleg¨® Risto y la humillaci¨®n como divertimento televisivo, pero eso es otro 'reencuentro'-. L¨¢stima que casi nada de lo dem¨¢s acompa?ase el ¨¦xito de la elecci¨®n de los participantes. ?O es que en aquella ¨¦poca no nos chirriaba la forma de presentar de Carlos Lozano?
Hoy en d¨ªa las redes sociales ser¨ªan implacables con sus 'cruza la pasarela, bonita'
El ataque de nostalgia con que nos ha deleitado Televisi¨®n Espa?ola ha servido para darnos cuenta de lo equivocados que est¨¢bamos con 'Operaci¨®n triunfo'. Lo que nosotros cre¨ªamos moderno y emocionante solo era un mont¨®n de terciopelo brillante de dudosa calidad. Estilismos terror¨ªficos, canciones rescatadas de las peores verbenas, coreograf¨ªas anquilosadas -que nos parec¨ªan salidas del mism¨ªsimo Broadway- y un olor a rancio que impregnaba todo, desde las rutinas en la Academia hasta -y sobre todo- las conversaciones en plat¨®. Los piropos de Carlos Lozano a las mujeres presentes marcaron, por desgracia, una ¨¦poca. En aquel momento se consideraba un programa 'blanco', en contraposici¨®n con el tambi¨¦n exitoso -y cuestionad¨ªsimo- 'Gran Hermano'. Hoy en d¨ªa las redes sociales ser¨ªan implacables con sus 'cruza la pasarela, bonita'.
Esto que nosotros vimos y olvidamos, tampoco lo recuerdan los propios participantes. A lo largo de las tres horas de documental sobre el reencuentro, m¨¢s de uno ha mostrado con orgullo su sentimiento de pertenencia al formato. ¡°?Con lo que hemos sido para este pa¨ªs!¡±, afirmaba sin pudor Alex Casademunt. ¡°Hemos unido a familias enteras¡±, la apoyaba Bustamante. Como si en lugar de un espacio de entretenimiento fuese una misi¨®n de paz. ?Hemos llevado el fen¨®meno 'OT' demasiado lejos? ?Hemos canonizado a los 'triunfitos' sin darnos cuenta? No todos, claro, han vivido la misma experiencia. Quince a?os les ha costado a algunos reponerse del trauma que les gener¨® el ¨¦xito instant¨¢neo. Psic¨®logos, soledad y llantos desesperados por no encontrar la forma de canalizar su nueva vida. De eso tampoco nos enteramos los espectadores. Para nosotros era todo fama y canciones.
Ahora, corremos el peligro de terminar cayendo en el mismo error. La fiebre 'triunfito' ha vuelto a atacar. Nos queda el concierto homenaje, la traca final del reencuentro. Chenoa y Bisbal cantando Escondidos para regocijo de varias generaciones. ?Por fin! ?Tanto tiempo esperando! ?No sentimos cierto remordimiento dando alas, otra vez, a estos pobres muchachos? Hay cosas que es mejor dej¨¢rselas a la nostalgia. Se empieza rescatando 'OT' y se acaba volviendo al Myspace y reabriendo un Fotolog. Menos mal que ya no somos tan horteras. Ni, desde luego, tan inocentes.
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