Keroxen, el festival que se celebra dentro de un tanque de queroseno
Empez¨® en el 2009 y es una perla rara dentro de los festivales de m¨²sica y artes. "El volcan" est¨¢ situado en la isla de Tenerife y su precio, pese a su orginalidad y coste, son 15 euros por d¨ªa
Cuando se acaba de salir del ¨²ltimo d¨ªa del Festival Keroxen y hay que encerrar semejante despliegue de experiencias desatadas en unas cuantas palabras, vienen a la mente titulares de clic f¨¢cil en internet, del estilo: "No se pierda este festival m¨¢gico en medio del Atl¨¢ntico", "Un plan isle?o de vanguardia que usted no puede dejar de disfrutar" o "Fui a una fiesta loca dentro de un tanque de queroseno y no se imaginar¨¢ lo que sucedi¨® despu¨¦s". La rareza y la magia de Keroxen son tales, que, a la hora de expresar su maravilla, casi se le escapan a una estas frases con regustillo a cartel de ne¨®n. Su rareza es tal, que no se puede evitar presentarlo a gritos, como a un bell¨ªsimo monstruo de circo.
Es un antiguo tanque de queroseno de casi 50.000 metros c¨²bicos, 55 metros de di¨¢metro y 14 metros de alto
Keroxen es, desde 2009, una perla rara dentro de los festivales de m¨²sica y artes, un volc¨¢n que explota en la isla de Tenerife y crea precedente para que la lava vuelva a derramarse una y otra vez, en una erupci¨®n de prodigio musical y perform¨¢tico que a?o tras a?o, no deja de romper sus propios esquemas. El espacio del festival, un antiguo tanque de queroseno de casi 50.000 metros c¨²bicos, 55 metros de di¨¢metro y 14 metros de alto, crea un espacio casi on¨ªrico, en el que el tiempo se suspende. La rampa de entrada es una cuesta met¨¢lica en curva que nos eleva hasta la pista madre, donde se alza, imponente sobre el escenario, una pantalla fabricada con bidones vac¨ªos de cloro y productos qu¨ªmicos. All¨ª, frente a esa superficie imponente, es donde sucede la magia.
Ya s¨®lo en el fin de semana de cierre de esta octava edici¨®n, el eclecticismo alcanz¨® l¨ªmites insospechados. La primera noche, grupos dispares cuidadosamente seleccionados se fueron entrelazando en una sucesi¨®n de espect¨¢culos redondos que unieron en el mismo truco de prestidigitaci¨®n programadora a los nacionales Schwarz, Hol?grama, BALA, Ocellot y al estadounidense Eric Copeland, logrando un c¨®ctel de energ¨ªa desatada que rozaba bellas oscuridades. La segunda jornada, noche de cierre del festival organizada por el colectivo canario-argentino-madrile?o Chico Tr¨®pico, explot¨® como un carnaval de tropicalismo esquizoide. El disfraz y el esp¨ªritu perform¨¢tico de los propios Chico Tr¨®pico, los argentinos S¨ªquicos Litorale?os, los colombianos Meridian Brothers y la magn¨ªfica s¨¢tira desquiciada de Porest pusieron a prueba la capacidad de asombro y subid¨®n de un p¨²blico entregado al grito enloquecido y al sudor.
Esta octava edici¨®n de Keroxen ha presentado, adem¨¢s, un nuevo reto, que a?ade puntos de singularidad a un festival ya encantadoramente extra?o de por s¨ª: reducir y restaurar la huella ecol¨®gica dejada por el festival. Si ya las condiciones iniciales del festival han ido siempre en una direcci¨®n ecol¨®gica y de aprovechamiento de recursos, siendo como es el espacio de celebraci¨®n un antiguo tanque de fuel rehabilitado de forma sencilla y eficiente, en esta edici¨®n el Keroxen se aprieta un poco m¨¢s las tuercas. Un equipo especializado ha ido midiendo el rastro contaminador que se imprime sobre el medio ambiente durante el evento, con el objetivo de realizar acciones que compensen el da?o ecol¨®gico de 7 d¨ªas de festival.
Un equipo especializado ha medido el rastro contaminador durante el evento, con el objetivo de compensar el da?o ecol¨®gico de 7 d¨ªas de festival
En estos tiempos en los que el espect¨¢culo por s¨ª solo parece ir quedando relegado en pos de la tan nombrada experiencia -entendiendo experiencia como la ambros¨ªa suprema para el consumidor de cultura agotado de est¨ªmulos- Keroxen brilla con un fulgor inigualable. Me atrever¨ªa a llamarlo experiencia integral, viaje a un espacio desconcertante. Es un spa para el alma, un evento de vanguardia que, como bien dice su propio fundador y director, el artista canario N¨¦stor Torrens, "se caracteriza por ser singular, por ser raro, algo que est¨¢ claro que no vas a ver en ning¨²n otro sitio". El espacio futurista, casi marciano, la sabia aleaci¨®n de genialidades y curiosidades musicales, esa programaci¨®n que se mantiene inmune a la esclavitud de las masas, present¨¢ndose casi frente al espectador como un plantel de joyas desconocidas escogidas cuidadosamente para su disfrute y fascinaci¨®n... El espectador del Keroxen, si me apuran, se presta a ser sometido a un experimento, a entregar su cuerpo y su mente a unas visiones y una combinaci¨®n letal de sonidos arrolladores.
Adem¨¢s de lo musical y hay performances tan extra?as como a un hombre con un largo cuchillo, rebanando pedazos de una tradicional pata de cerdo asada. Las manos de la gente se lanzan sobre la mesa, garras atrapando pedazos de comida entre carcajadas y forcejeos, como unos zombis l¨²cidos y felices. Seg¨²n me comentan, esta pata de cerdo es casi un icono del festival. Cada noche aparece y desaparece en cuesti¨®n de segundos, mientras el cortador grita para que los ansiosos no perdamos los dedos bajo la hoja de su cuchillo.
Tras la eclosi¨®n del ¨²ltimo d¨ªa de festival, con el cuerpo desencajado de cumbia psicod¨¦lica, s¨®lo ronda una pregunta: ?No deber¨ªan todos los festivales ser as¨ª? ?Por qu¨¦ la gente paga m¨¢s de 200 euros por ir a festivales multitudinarios, y no un poco menos por una experiencia integral volc¨¢nica?
La paradoja del Keroxen es que es un festival del que quiz¨¢s sea m¨¢s f¨¢cil o¨ªr hablar a un grupo de artistas alemanes que a un se?or que camina por el centro comercial aleda?o al Tanque, y que se encoge de hombros cuando se le pregunta por el evento, indicando que nos hemos debido de equivocar de barrio. En ese sentido, su pertenencia al underground del underground juega a su favor y en su contra.
Pero Keroxen se ha acercado a la gente, aunque la masa no haya terminado de atender a la llamada. Fue durante a?os un festival abierto, para todos, gratuito hasta hace alg¨²n tiempo. Pero es caro de levantar, que exige tiempo y trabajo, as¨ª como viajes transatl¨¢nticos. Actualmente, Keroxen cobra unos escasos 15 euros por la experiencia total de cada d¨ªa, por esa programaci¨®n musical exquisita. Unas 300 personas de media ocupan el Tanque cada d¨ªa, pero el amplio espacio permitir¨ªa incluso el doble de personas...
?Y la gente de fuera de las islas? Al contemplar la posibilidad, casi es inevitable que la mente se pierda en una enso?aci¨®n marketiniana, en brumas de packs de billete de avi¨®n+sue?o kerox¨¦nico+m¨¢scara psicod¨¦lica. Porque la magia del Keroxen produce la inquietud altruista/exhibicionista de mostrar la maravilla. La fiebre se propaga. Y una quiere gritar: "Pasen y vean: la isla tropical, el tanque de queroseno, el festival extra?o y genial, la psicodelia. Y s¨ª, observen tambi¨¦n, al cortador de pata de cerdo que sortea como puede los dedos de un grupo de zombis l¨²cidos y hambrientos de m¨¢s prodigios".
Ya terminada esta edici¨®n del festival, con humo blanco y un leve olor a fuel, surgen ideas inevitables: si las antiguas leyendas canarias fuesen ciertas y en el interior del volc¨¢n del Teide habitase un dios enfadado que pudiese explotar en cualquier momento, el Keroxen ser¨ªa quiz¨¢s la ¨²nica ofrenda anual que podr¨ªa apaciguar su ira.
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