Siete menos
En Colombia nos arrojan ¨¢cido, en Chile nos arrancan los ojos, en mi pa¨ªs nos prenden fuego
El 20 de octubre, cuando en Buenos Aires la marcha #NiUnaMenos (organizada para visibilizar la violencia contra las mujeres) llegaba a su momento culminante, en Mendoza un hombre mataba a su hermana ¡ªcon un destornillador¡ª y en Tucum¨¢n otro rociaba con alcohol a su pareja y la prend¨ªa fuego. Mientras, en mi casa, yo miraba por televisi¨®n a una conductora que, despu¨¦s de hablar sentidamente sobre la violencia de g¨¦nero, daba paso a la publicidad: un anuncio de jab¨®n en el que una mujer lavaba la ropa de sus hijos traviesos ¡ªvarones¡ª, seguido de otro en el que un hombre conduc¨ªa un auto por paisajes que exudaban libertad, seguido de otro en el que una mujer le ense?aba a su hija a cocinar pollo al horno. En Colombia nos arrojan ¨¢cido, en Chile nos arrancan los ojos, en mi pa¨ªs nos prenden fuego. Cada quien cultiva sus bestias. Los hombres nos matan. Nos matan, tambi¨¦n, otras cosas. Nos mata la leche infectada que tragamos a diario y que hace que (a todos) nos parezca normal que en las publicidades las mujeres laven ropa y los hombres salgan a conocer el mundo. Que hace que nadie encuentre rastros de sumisi¨®n jur¨¢sica en la frase (repetida por hombres y mujeres) ¡°tener un hijo es lo m¨¢s maravilloso que puede pasarle a una mujer¡±. Que hace que los periodistas sigamos prohijando art¨ªculos sobre ¡°la primera mujer conductora de metro¡± como quien dice: ¡°?Miren: no son idiotas, pueden accionar palancas!¡±. Que hace que el cuerpo de una hembra joven parezca m¨¢s vulnerable que el de un macho joven. Que hace que si dos mujeres viajan juntas se diga que viajan ¡°solas¡±. Nos mata esa leche infecta que, m¨¢s que leche de cuna, parece una canci¨®n de tumba o una profec¨ªa sin escapatoria. (En la Argentina un hombre mata a una mujer por d¨ªa, de modo que desde aquella marcha y hasta hoy en mi pa¨ªs hay siete mujeres menos y siete ata¨²des m¨¢s).
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