En medio de los focos
En casa o sobre el escenario, su hermano era puro espect¨¢culo. No tuvo una familia convencional, pero el autor le agradece que le mostrara la intensidad de la vida.
QUERIDO RAM?N. Naciste para el espect¨¢culo. Era tu medio natural. Para cualquier espect¨¢culo, con focos o sin ellos, encima de un escenario o en una reuni¨®n familiar. No digamos en esas escapadas con amigos en las que te perd¨ªas sin que nadie supiera cu¨¢ndo ni d¨®nde pod¨ªan acabar. Nada te dec¨ªa la vida del com¨²n de la gente. Esos horarios, esa rutina en la que ve¨ªas la se?al del mayor peligro: aburrimiento./
Yo nac¨ª para espectador. Fui un ni?o del Paralelo. Me impregn¨¦ hasta la m¨¦dula de la atm¨®sfera alegre y turbia de tu cabaret. .
Cuando no hab¨ªa luces, el foco eras t¨². As¨ª te ve¨ªa yo desde el abismo de los 17 a?os que nos separaban. De qu¨¦ otro modo pod¨ªa mirarte cuando en la casa se recib¨ªan aquellas fotos tuyas rodeado de bailarinas con biquinis de pedrer¨ªa, casquetes de plumas y ombligos hipn¨®ticos. Yo nac¨ª para espectador. Fui un ni?o del Paralelo. Me impregn¨¦ hasta la m¨¦dula de la atm¨®sfera alegre y turbia de tu cabaret. All¨ª cantabas, dabas pasos de baile, te abrazabas, besabas e incluso te cambiaste de nombre. Carlos del R¨ªo. Enviabas retratos dedicados con ese nombre que, como aquellas mujeres que no paraban de inocularme una libido infantil y delirante, me hac¨ªan preguntarme si verdaderamente eras mi hermano. Barcelona no parec¨ªa estar a mil kil¨®metros de distancia, sino en otro planeta./
All¨ª estabas t¨². Arrebatador, sonriente. Como antes hab¨ªas estado en Burgos, delante de una catedral casi tan alta como t¨², vestido de soldado, nadador atl¨¦tico, montando a caballo, pelando patatas con un machete, y luego m¨¢s bailarinas, m¨¢s noches, m¨¢s disparates. C¨®micos y amargos. Prolong¨¢ndolos a tu regreso de Barcelona, una vez abandonado el espect¨¢culo oficial pero no el ¨ªntimo, esa sala de fiestas que llevabas instalada en el alma desde que en la infancia te escapabas de los colegios para refugiarte en la penumbra de los cines y amontonabas fotos de actores, miles de programas de pel¨ªculas, convirtiendo tu habitaci¨®n en una m¨®dica sucursal de Hollywood./
Y vino el tiempo de los contrastes. La vida pasando factura como un cobrador miserable. .
A veces, como por descuido, disimulando el cari?o, dejabas a mi lado una caja de libros, un cachorro ¨Cmi sue?o¨C, sin que pareciera un regalo. Aun as¨ª, yo habr¨ªa dado un brazo por pertenecer a una de esas familias convencionales que tanto espanto te produc¨ªan. Una existencia sin visitas nocturnas de estramb¨®ticos amigos, sin necesidad de seguir como detectives aficionados el rastro de tu parranda. Mensajero de la alegr¨ªa. Y vino el tiempo de los contrastes. La vida pasando factura como un cobrador miserable. Fuiste mi h¨¦roe en Las bailarinas muertas. Finalmente, mi debilidad se convirti¨® en mi fortaleza y tu fortaleza en tu debilidad./
No. Lo de la familia convencional no fue posible, contigo andando de por medio no pod¨ªa ser. Y te lo agradezco, Ram¨®n. No sabes c¨®mo te lo agradezco y no sabes cu¨¢nto aprend¨ª, cu¨¢nto he aprendido de aquella convulsi¨®n, del modo en que me mostraste la intensidad y los pliegues de la vida, eso que otros tardan tanto en ver o no ven nunca. Si en un tiempo habr¨ªa dado un brazo por tener calma, ahora lo dar¨ªa por una de aquellas noches estrafalarias. La casa en penumbra y t¨², siempre, en medio de los focos./
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